Etiqueta: Carlos Barral

Rescates

Mario Lacruz: el arte de la discreción

Álvaro Acebes Arias dedica uno de sus «rescates» a Mario Lacruz, conocido como uno de los grandes editores españoles, pero también pudoroso autor de una obra de la que se descubrió un enorme volumen inédito tras su muerte, en un armario.

La escritura encubierta

Thomas Stearns Eliot, el guardián del bosque sagrado

Leer la poesía del autor de ‘La tierra baldía’, escribe Ricardo Labra, «es adentrarse por un artefacto sonoro que nos abisma sobre los oraculares reflejos de nuestra baldía realidad».

Para saber del mar

Fermín Herrero reseña ‘El tiempo de los transatlánticos’, de Antonio Reseco, un libro erudito pero que huye de lo plúmbeo, «cóctel de mar y poesía», ensayo que se acerca al mar y a la certeza de que este permanece siempre, mientras que nosotros somos fugaces.

Mirar al retrovisor

La memoria, la historia y las oposiciones a profesorado

Joan Santacana escribe sobre la diferencia entre memoria e historia, indignado por la postulación de la ‘memoria histórica’ como uno de los troncos centrales del examen práctico de los programas de oposiciones a profesores de una comunidad autónoma.

Diarios de cuarentena

Avelino Fierro desde su celda (16, 17 y 18)

Nuevas páginas del diario de cuarentena de Avelino Fierro, que rememora su infancia rural: «Los primeros cigarrillos a escondidas. Los huertos encharcados. La abubilla. La sangre en las rodillas. Las paredes de adobe. El ruido de las esquilas y los rebaños. La caza de los lagartos y el fútbol en la pradera».

Mirar al retrovisor

Breve historia de la intolerancia

«Es imposible cuantificar los millones de litros de sangre que han costado los intolerantes en nuestra historia», escribe Joan Santacana en este breve repaso a algunos de los momentos más luctuosos de una historia de la intolerancia de la que Occidente es heredero.

Narrativa

Tomás Sánchez Santiago: ‘El murmullo del mundo’

Carlos Alcorta reseña un libro en que encontramos, «los avatares de la vida de un hombre que se enfrenta a sus propias contradicciones; por una parte somos testigos de su deseo de mantenerse alejado del tráfago cotidiano —con las renuncias personales y las servidumbres de carácter social que conlleva— y, por otra está la necesidad de implicarse en esa sociedad para paliar, o al menos, para denunciar la mediocridad rampante, el desamparo de los humildes, la injusticia creciente, el bandolerismo general».