Escenario

Las bromas geniales de ‘Joker’

Un artículo de Rodolfo Elías sobre una de las películas más aclamadas, polémicas, amadas, criticadas, atacadas y vistas en los últimos años.

Las bromas geniales de Joker

/por Rodolfo Elías/

Una de las películas más aclamadas, polémicas, amadas, criticadas, atacadas y vistas en los últimos años es sin duda Joker, de Todd Phillips, que cuenta con la actuación protagónica de Joaquin Phoenix. En este filme Phoenix encarna al personaje Arthur Fleck, cuya experiencia existencial tragicómica hace una trama por demás interesante. Con un despliegue de versatilidad y flexibilidad (ambas físicas e histriónicas), el primer actor nos narra la existencia gris que vive su personaje. Su disfuncionalidad social y laboral hacen que a través del tiempo Arthur se convierta en un ser resentido, al carecer de oportunidades de empleo y superación. Aunado a eso está el rechazo de gente que él considera clave en su vida, exacerbado todo por su inestabilidad emocional y psicológica. Arthur padece desbalance químico, para lo cual toma medicina y ve a una psicoterapeuta.

Como si hubiera perdido todo lazo con la realidad, un día la bomba de tiempo en la que Arthur Fleck se convirtió a través de los años estalla, y sale descarriado a cometer una serie de actos criminales absurdos, dejando una estela de sangre y muerte. Pero son las dinámicas conflictivas en la vida de Arthur Fleck —en las que se ve inmerso a lo largo de su existencia— las que están detrás de todos estos actos absurdos y grotescos.

«Non so più quel che dico, e quel che faccio! Eppur è d’uopo, sforzati!», dice en sus versos iniciales Vesti la giubba, aria hermosa que se desprende de la ópera italiana Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo. En esta tragedia, Leoncavallo nos cuenta el drama del payaso Canio y su dilema de entretener a la gente y hacerla reír, aun cuando su existencia se encuentra en estado de crisis. La voz de Enrico Caruso cobra un dramatismo excepcional en Vesti la giubba: «Ya no sé lo qué digo o lo qué hago. Sin embargo, ¡esfuérzate!», líneas que parecen describir muy bien la disposición de Arthur Fleck, después de empezar sus correrías.

Ahora, no voy a incurrir mucho en elucubraciones acerca de los diferentes personajes de Joker en la cinematografía, ni en especulaciones acerca de quién es cuál en la historia y las cosas que relacionan al personaje de este filme con el cómic original. Simplemente daré unos puntos de vista de esta obra que ha conmovido a tanta gente.

Pero hablemos de la trama y la historia. Arthur Fleck es un personaje obscuro, como el personaje en la canción de Joan Manuel Serrat, «Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo que un día fue feliz»; pero, sin el final feliz. Arthur creció en la Gotham City (Ciudad Gótica, como se traduce usualmente al español) del súper héroe Batman, y vive solo con su madre. A su padre nunca lo conoció, pero su madre le habla muy bien de él, como un hombre que la amó verdaderamente y no pudo hacerla parte de su vida, debido a su condición y obligaciones sociales, ya que ella era la sirvienta en la casa de los padres ricos del joven. Después la madre le confesaría a Arthur que su padre es ni más ni menos que Thomas Wayne, personaje por demás ilustre —y padre de Batman—, antecedente que está en el centro de la trama. Como ya apunté anteriormente, Arthur es un inadaptado social, con una personalidad gris, que trabaja como payaso de fiestas y eventos para una agencia. En el trabajo se burlan de él por su inocencia, retraimiento y aparente falta de materia gris. Todo lo que Arthur hace es soñar; su gran sueño es ser un comediante de stand-up. Y a propósito de eso, aquí cabe mencionar que la imaginación de Arthur Fleck es un elemento muy importante en la historia. Al entrelazarse con la realidad, le da la capacidad al espectador de hacer su propia trama.

Al recibir la confesión de que su padre es Thomas Wayne, Arthur se lanza en la misión de comprobar la aserción de su madre. Eso lo lleva a una serie de encuentros y desencuentros, entre los cuales se cuenta un encuentro con el pequeño Bruce Wayne (futuro Batman) y un desencuentro con el mismo Thomas Wayne. Este se burla de Arthur, diciéndole que su madre es una desquiciada (Arthur había robado unos archivos clínicos de su madre, en una institución mental, donde se habla de la práctica de una lobotomía) y acaba golpeando al supuesto hijo en la cara, dejándolo con una nariz sangrante. Para esto, ya su terapeuta lo había visto ya por última vez. Por falta de fondos del Gobierno, no iba a ser posible poder seguir viéndolo y su medicamento había sido también suspendido.

Pero antes de que todo eso sucediera, un día cuando trabajaba, Arthur es asaltado y golpeado  por una turba de rufianes. Al enterarse de esto, un compañero de trabajo le da una pistola para que se defienda, con la condición que después se la pague. Después, en otro trayecto del trabajo a su casa (escena definitiva), Arthur se encuentra con unos jóvenes ejecutivos de la empresa de Thomas Wayne, Wayne Enterprises, mismos que lo humillan y quieren divertirse a sus costillas, usando la violencia física. Al punto de la saciedad, Arthur saca la pistola y mata a dos o tres de ellos. Detonando ese acto su carrera criminal, que en unos días pondrá de cabeza a Gotham City, y cuyo corolario es la aparición de Arthur Fleck en el programa de Murray Franklin, investido como el Joker, donde da muerte al anfitrión con la misma arma con que balaceó a los otros.

Algunas situaciones de la película no establecen diferencia entre imaginación y realidad, lo cual le da al espectador un rol interactivo, porque cada quien va a hacer sus propias asunciones, conclusiones y, por ende, su propia trama. Como la oportunidad que recibe Arthur (que inicialmente parecía ser producto de su imaginación) de hacer un acto de comedia stand-up en un club. La actuación fue filmada y un video llegó a las manos del anfitrión de uno de los programas nocturnos más populares de Gotham City, lo que le gana una invitación al show. La presentación de Arthur en televisión nos da la escena más impactante del film, cuando este saca la pistola y mata al anfitrión Murray Franklin, al aire, porque este también se había mofado de él ante la audiencia.

Está también el asunto de la madre en la institución mental y su record de condiciones mentales, que el mayordomo repite a Arthur cuando pasa por la casa de Wayne. Aunque no se habla de ello, cuando la cámara enfoca una porción de los archivos clínicos, se alcanza a ver la mención de la práctica de una lobotomía. Mucha gente dice que el padre no es Thomas Wayne, y que la madre de Arthur, en su locura, lo ve como tal. Pero también se puede especular, con cierta razón, que quizá la mujer estuviera diciendo la verdad, y que el hombre haya usado su poder para recluirla en el sanatorio mental y achacarle todas esas condiciones mentales para descreditarle. Y que, a su vez, la lobotomía que se le practicó a la mujer fue para borrarle la historia de la memoria, como hacían con los individuos de mente radical durante la macabra era del macartismo, en los Estados Unidos. En ese tiempo se desató una cacería de brujas contra todos los que fueran percibidos como simpatizantes del comunismo o de ideas antiamericanas. Entonces, dicha lobotomía fracasó, ya que la mujer podía recordar su relación con el supuesto padre de su hijo. Y sí es así, entonces podemos decir que el futuro villano comparte el mismo origen del súper héroe Batman: ambos provienen de la misma simiente.

En el aria interpretada por Caruso, Canio se cuestiona: «¿Acaso no eres un hombre?». Y después de emitir una risa dolorosa, que es sardónica a la vez, contesta: «eres un payaso». Esa risa es uno de las cosas que hacen la versión de Caruso más dramática y visceral que las versiones de, digamos, un Pavarotti o Plácido Domingo. Y es la risa de Arthur Fleck uno de los rasgos distintivos del personaje. Una risa que se percibe como una carcajada burlona en extremo, y que desemboca en chillido o lamento. Carcajada que es vulnerable, con un patetismo sentido y lastimero.

Hay una escena muy fuerte por su tensión dramática, de las escenas iniciales. Arthur va a bordo del autobús y en el asiento de enfrente va una mujer con un niño de tres o cuatro años. Arthur le empieza a hacer gestos al niño, como una forma de congraciarse o hallar simpatía; lo cual divierte al pequeño, pero produce una reacción irascible en la madre de éste. La mujer responde con un despliegue exagerado de intolerancia. Entonces Arthur le extiende un cartoncillo a la mujer, con un mensaje que dice: «Perdone mi risa: tengo una condición. Es una condición médica que causa repentina, frecuente e incontrolable risa, que no concuerda con la forma en que usted se siente. Puede suceder en gente con daño cerebral o ciertas condiciones neurológicas». En esa escena, la fisonomía del rostro de Arthur recuerda algunas de las últimas fotos del dramaturgo Antonin Artaud, conocido por su Teatro de la Crueldad —y del absurdo—, quien muriera con una fuerte afección de sus facultades mentales.

Las escenas en el apartamento con la madre son reminiscentes de las secuencias del padre Karras y su madre, en El exorcista, con sus claroscuros intensos y las dos madres enclaustradas en su vivienda. Escenas que hablan mucho de la dinámica madre-hijo, donde la vivienda es como una sede desde donde las madres rigen sobre la vida de sus hijos; en ambos casos es muy evidente el poder que la figura materna ejerce en sus vidas.

Joker aporta tanto a nivel artístico y cinematográfico, como a nivel sociológico; desde un marco histórico pseudo-ficticio. Aunque la historia de Arthur Fleck parece estar ambientada en los años setenta (Nueva York, particularmente), llama la atención a una sociedad insensible y fría, como la sociedad moderna, que está consumida por las redes sociales y la agenda neoliberalista.

Ya dije que no quiero incurrir mucho en elucubraciones acerca de los diferentes personajes de Joker en la historia de Hollywood, ni en especulaciones acerca de quién es cuál en esta historia o las cosas que relacionan a Arthur Fleck con el cómic original. Pero si Arthur Fleck es el futuro Joker del comic y las películas de Batman, entonces quiere decir que ese villano, al igual que tantos otros seres marginados por la sociedad, intentó alguna vez funcionar como una persona normal, y recibir los beneficios que la gente normal recibe de una sociedad llena de cánones no declarados. Pero a Arthur Fleck se le negó el acceso a una vida normal y eventualmente reventó, para convertirse en ese ser siniestro y violento, epítome del serial killer americano.

No siempre podemos pensar en la gente con maniqueísmo, en si alguien es bueno o malo de una forma absoluta, porque hay bueno y malo en cada individuo, y la gente puede cambiar drásticamente a través del tiempo. En gran medida, una persona se convierte en lo que es a través del tiempo y las circunstancias. Pero Joker parece también señalarnos algo muy importante acerca del acondicionamiento y las formas en que la sociedad afecta a un individuo. En el encuentro de Arthur con su presunto padre, su principal reclamo es por qué la gente tiene tanta incapacidad de ponerse en el lugar de otros y ser más empática; por qué somos tan groseros y faltos de civilidad.

Una de las críticas más duras que Joker ha recibido es su carga de violencia, pero ¿acaso el cine moderno no es violento de una forma muy general? La cinta está siguiendo un argumento y ese argumento pide escenas de violencia, como una forma de ejemplificar los tiempos modernos con su intolerancia, crimen en las calles, sofocamiento de los más débiles y tantos etcéteras.

Joker fue nominada a 11 premios de la Academia (Oscar), de los cuales sólo ganó dos. También ganó dos premios Golden Globe, de los cuatro a que estuvo nominada. Pero, independientemente de los premios, Joker es una excelente película, muy bien balanceada, que cuenta con todo: una trama impecable en su trato y desarrollo; hermosa fotografía, con el uso balanceado de colores claros y obscuros —y excelentes claroscuros— e imágenes precisas que producen un sentido de definición y sosiego, a pesar del caos en la trama. Hay personajes entrañables, como el diminuto Gary, la bella vecina Sophie y, en cierta forma, Murray Franklin, el de la televisión, caracterización espléndida de Robert de Niro; los diálogos dan una fuerza increíble a las escenas, con su agudeza e ingenio, a pesar de que gran parte del poder dramático recae en cosas que no se dicen o en escenas donde no resalta el lenguaje hablado; y las sensibles actuaciones de los diferentes actores, que hicieron un derroche de talento histriónico inaudito, especialmente las actuaciones de los actores y actrices que dieron vida a personajes clave (Arthur Fleck, la psicóloga, Gary, Randall, Sophie, la madre de Arthur y Thomas Wayne) en la historia.

Los dos premios Oscar y Golden Globe que Joker ganó coincidieron en las categorías: mejor actor y banda sonora original. Y no es para menos, me quedo sin palabras al querer hablar de la actuación fuera de serie de Joaquin Phoenix; muy merecidos los premios. Respecto a la banda sonora, también fue una buena elección. Y digo esto, porque pienso que la música que escuchamos en algunas escenas es sutil y sin el característico desplante protagónico de las bandas sonoras del cine moderno, lo cual alterna muy bien con la música en general de la película; cuestión en la cual quiero hacer hincapié. En Joker se alterna muy bien el desempeño de la banda sonora original con el uso alternado de la música popular. Las escenas íntimas o interpersonales están muy bien con la música de trasfondo, añaden a la atmosfera de la escena; y si no le añaden, tampoco le quitan. Algunos ejemplos muy claros de lo anterior están en la escena de las escaleras con Rock and roll (Part 2), de Gary Glitter, y que también añadió a la controversia de la película; That’s life, interpretada por Frank Sinatra (que aparece en la última escena y cierra la película), y esa escena escalofriante de Arthur en el carro patrulla de la policía, que abre con las primeras notas de White room, de The Cream. El uso de la música popular como banda sonora en el cine se inició con la película del cine underground Scorpio Rising, de Kenneth Anger. En dicha película se usó la música popular con bastante tino, afectando la disposición anímica y emocional del espectador. Su influencia se ha sentido mucho en la obra de Martin Scorsese; especialmente en Uno de los nuestros.

Pero decía que, independientemente de los  premios que ganó, Joker es una excelente película, y bien no pudo haber ganado ninguno. Porque es obvio que los grandes premios artísticos (Oscar, Nobel, Grammy, por nombrar algunos de los más importantes) ya casi no los ganan las mejores obras o los verdaderos artistas. Por eso hay un gran déficit de calidad artística; al menos en el arte que llega a las masas. Pero ese es tema aparte.


Rodolfo Elías, escritor tardío y sin afiliación, nacido en Ciudad Juárez y criado en ambos lados de la frontera, cuenta entre sus lecturas favoritas la Biblia, Isaac Bashevis Singer, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Michael Foucault, Jorge Luis Borges y Jack Kerouac. Colaboraba en la revista bilingüe —hoy extinta—  en línea El Diablito, del área de Seattle, y en Al Límite de Ciudad Juárez. Sus textos han sido publicados en revistas tales como La Linterna Mágica, Ombligo (en línea) y El Cuaderno (impreso); y un cuento «Sueño de una mañana otoñal», apareció en la antología de cuento latinoamericano Cada loco con su tema. También ha publicado textos en inglés en las revistas  impresas SLAM (segunda mejor revista literaria a nivel colegio, en Estados Unidos) y Párrafo, revista bilingüe de UCLA. En el presente todavía trabaja en sus dos novelas: una en inglés y otra en español, cuya conclusión sigue pendiente por falta de tiempo y porque la vida se atraviesa a veces.

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