Poéticas

Media hora con Quevedo

Antonio Grecia fabula una conversación entre el gran poeta del Siglo de Oro y un periodista.

/ por Antonio Gracia /

Don Francisco está junto al umbral y sus quevedos otean ya el sueño definitivo. Ante su amenaza de escribirme unas sátiras, le juro por Heráclito que he desconectado el micrófono y la cámara. Y gorjea:

Quevedo: No he comprendido a Góngora, a quien el diablo lleve hasta la Estigia. Reconozco que no me importaría seguir viviendo solo en ese paraíso de las Soledades. Yo, por defenderme del mundo, lo fustigué pintándolo con muertes y fieros garabatos metafísicos; él ha construido uno con belleza para consolarse de este… ¡Júrame sin perjurio que no me estás grabando o te epístolo y censorio hasta la crisma!

Periodista: Jurado por Parménides queda. No obstante, yo me quedo con el «polvo enamorado». Eso sí es un milagro.

Quevedo: ¡Calla…! Debo retocar los cuartetos, y no sé si tendré tiempo: mucho hipérbaton, encabalgamiento y metáfora, poca llaneza.… Tengo que lograr en ese soneto lo mismo que el matusgongorra hizo al perfeccionar el del Garcilasete, ese del carpe diem robado al Tasso y que yo les trabuqué… ¿Sobre el contenido? Amo el amor y odio a la mujer porque no puede darme el amor que se le prometió a mi alma en el origen. Somos animales espirituales, y si la mujer es la encarnación del amor para el hombre, la maldije y maldigo porque no me colmaba el espíritu, aunque me anegase el cuerpo. No soy misógino, sino misántropo con misantropía masculina y femenina, por muchos cráneos contumaces del topicazo que haya. El hombre y la mujer son un fraude y malversación de la política de Dios y el desgobierno de Satán.

Periodista: ¿Qué me dice vuesa merced de los corrales y mentideros?

Quevedo: «Muchos dicen mal de mí/ y yo digo mal de todos;/ mi decir es más valiente/ por ser tantos y yo solo». Hay mucho ingenio sin genio. La genialidad es compatible con la ingeniosidad, pero esta no implica aquella. Sé que soy el mejor, aunque (si hablas de esto te zahúrdo) envidio al del polifemillo porque llegó más lejos. También el Lope legisló bien su teatro, y el cervantuelo ese que hizo olvidar mi Buscón… Él es manco y yo cojeo y tal vez él corra más…

Periodista: Aprovechando su visión de futuro, que lo convierte en profeta y demiurgo, ¿qué le parecen los sonetos al quevédico modo del Miguelico Hernández?

Quevedo: «Viento, mucho viento. Una galerna». El mundo todo es máscaras. Como esa del «tú me llamas, amor, yo cojo un taxi». ¿No es una impostura del caballero medieval que va a corcel alado en busca de la amada? ¿Y lo de «La canción del verano suena más que la Eneida»? ¡Menuda elegía impostora! Solo tres autorzuelos me comprenden: Larra, Goya y Valle-Inclán. El ilustrado Villarroel simplemente me plagia. Pero todos son presentes sucesiones de difuntos.

Periodista: ¿Es cierto que se salvó de morir por su perfecto conocimiento del italiano?

Quevedo: De morir no se salva ni dios. En aquella ocasión yo solo burlé la muerte porque fui más vivo que quienes me perseguían.

Periodista: ¿Tampoco niega vuesa merced que es el primer existencialista?

Quevedo: «Yo sé quién soy y sé que puedo ser todos»… pero no quiero ser ni uno ni otro. Bástete saber que mi dolorido reír es más agonista que el «dolorido sentir» del toledano.

Periodista: ¿Y qué le diría a tanto aprendiz de poeta como yo?

Quevedo: Te contesto y me dejas, que, aunque parióme adrede mi madre y ojalá no me pariera, necesito morirme ya, porque mejor vida es morir que vivir muerto. Le diría esto: si quieres estar en tu tiempo, aprende de la Antigüedad, que es la raíz; si quieres innovar, aprende de la tradición, que es un camino que anda y la formulación progresiva de esa raíz.

Periodista: Por último. ¿Sobre los poetas feisburgueses?

Quevedo: En un concurso en el que se pretendía premiar el peor libro presentado, ganaron todos. Ni el códice, ni la imprenta, ni la pantalla… ni el poderoso caballero don dinero pueden comprar el ADN lírico. Y me voyme yéndome.


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario(2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

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