/ por Pablo Batalla Cueto /
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Martes, 22/6/2021. En el día de los indultos a los líderes independentistas catalanes presos, el Rey del Cachopo y su juicio por asesinar a su pareja es trending topic en Twitter, por encima de las tendencias y hashtags relacionados con los indultos. Con todas las cautelas, y sabiendo que la fiabilidad demoscópica de Twitter es muy relativa, me parece indicativo de que la sensación general con respecto a este asunto, no el entusiasmo ni la indignación, sino la indiferencia. La indiferencia total o, si acaso, un apoyo perezoso o una perezosa disensión; un decirnos a favor o en contra si nos preguntan, pero no perder el sueño por la cuestión. La gente está contenta con la llegada del verano, la sensación —peligrosa, por otra parte— de fin de pandemia, etcétera, y no quiere que nada turbe esa alegría. El asunto catalán suena a algo ya viejo y plúmbeo; a un coñazo que dura ya demasiado y al que el general deseo, fuera de los sectores más politizados de un lado y del otro, es poner fin de una vez o, como mínimo, no hacer nada que lo reviva. Pasar página.
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Me topo un viejo y hermoso cartel anarquista. Un retrato de Élisée Réclus y una cita: «La anarquía es la más alta expresión del orden». Alguna vez he pensado que estaría bien editar un libro colectivo en el que cada artículo, encargado a algún pensador potente, consistiera en divulgar una defensa de izquierda (de izquierda de verdad, no de la izquierda de derechas que padecemos últimamente) de grandes vocablos caros a la derecha: libertad, seguridad, orden, patria, familia, fe, tradición… La libertad social de Proudhon, en la que la libertad del otro no coarta la propia, sino que es su condición de posibilidad; el orden y la seguridad que proporciona que todo el mundo tenga una vida digna garantizada; la fe militante y emancipadora de Simone Weil o los curas villeros frente al credo hipócrita de los Rouco Varela; la tradición que no consiste en preservar las cenizas de un mundo injusto, sino en mantener encendida la llama del combate secular por el justo sintiéndonos enanos a hombros de gigantes de quienes en él nos precedieron, etcétera.
Miércoles, 23/6/2021. D. me pasa una captura que hizo de un mapa electoral de Gijón tras las elecciones de 2019, con los barrios pintados del color del partido ganador en ellos. Esta captura concreta es del scalextric de autovías de la entrada de El Llano. Se ve un trozo de Contrueces y El Llano pintado de rojo PSOE, un trozo de Viesques pintado de naranja Ciudadanos, un trozo de Nuevo Roces pintado de morado Unidas Podemos y un trozo de Castiello de Bernueces pintado de azul PP. Una rotonda hacia cuatro mundos electorales, muy predecibles en realidad. El barrio obrero clásico vota socialista. El barrio obrero nuevo, poblado por gente joven atraída por los precios asequibles de los pisos, pero no acomodada, sino típicamente miembro de un precariado de profesiones estables pero sin sueldos deslumbrantes, vota podemista. Castiello, zona rural high class, vota al PP. Y Viesques es lo más parecido que hay en Gijón, sin serlo exactamente, a los PAU de los que Jorge Dioni traza una espléndida antropología en su libro La España de las piscinas: cómo el urbanismo neoliberal ha conquistado España y transformado su mapa político, que estoy leyendo.
Los PAU son urbanizaciones nuevas y muy cerradas, situadas cerca de una gran ciudad con la que se conectan a través de la autopista, típicamente carentes de servicios públicos o pequeño comercio, lo que obliga a sus habitantes (los Pauers: una clase media aspiracional de yuppies con profesiones bien pagadas, pero no rentistas) a un uso cotidiano del coche, que utilizan para bajar a trabajar a la ciudad, llevar a sus hijos al colegio o ir al centro comercial a hacer la compra, lo que hace que en esos barrios apenas germine una vida comunitaria digna de tal nombre. El ocio se desarrolla de puertas para adentro: jardín y piscina; quizás una partida al tenis o al pádel con algún vecino en las infraestructuras deportivas de la urbanización. No hay plazas en un PAU. Los puntos de encuentro suelen ser privados y, por lo tanto, con el acceso segregado por renta o aspecto. Y esa vida hermética, entre gentes muy parecidas a uno, sin inmigrantes, sin convivencia interclasista o siquiera intergeneracional (en todos esos barrios, la pirámide poblacional tiene dos picos: en torno a los 40-50 años y en torno a los 10: la generación EGB y sus hijos), generan una mentalidad típica proclive al identitarismo, al miedo a la diferencia y al rechazo del Estado, del que los Pauers perciben que solo les cobra impuestos, sin retribuirles con servicios. El colegio, el ambulatorio, el transporte públicos, tardan en aparecer en el modelo Arrese: primero las viviendas, luego el urbanismo. Y eso hace que los Pauers tengan que buscarse la vida. El colegio más cercano suele ser concertado, y la infraestructura de ocio más a mano, un centro comercial. Por otro lado, para los Ayuntamientos, estos suburbios dispersos representan un quebradero de cabeza pecuniario: según un estudio de Eric Gielen, profesor de la Politècnica de Valencia, la dispersión urbana representa un incremento significativo, que puede ser del 20%, en el coste de servicios como el saneamiento, la limpieza viaria, el alumbrado público, la seguridad o la recogida y tratamiento de basuras.
Los Pauers —simplificando mucho, claro— son urbanitas educados, abiertos en cuestiones morales, como los protagonistas de Modern family, pero también sensibles a las prédicas a favor de bajar impuestos o un Estado adelgazado. En casi todos los PAU se votó masivamente a Ciudadanos en aquellas elecciones: tenía todo el sentido, aunque en muchos pasó después a votarse al PP o incluso a Vox.
Pues bueno: Viesques no es exactamente eso. No está tan desconectado de la ciudad, ni carece de servicios públicos. Pero algo de eso tiene: un cierto aislamiento, un vecindario homogéneo, mucho uso del coche. Fue también lógico que allá se votara a Ciudadanos. El libro de Jorge me gusta porque, como él mismo subraya, su enfoque no es moral. No se recrea en insultar ni hacer una caricatura fácil de los Pauers. Simplemente los caracteriza y los enmarca en una serie de decisiones políticas y materiales que se tomaron en este país y los alumbraron. Marxismo puro: la base crea la superestructura. Se promovieron en todas partes estas urbanizaciones y comprarse un chalé adosado llegó a ser más barato que comprarse un piso en el centro de las grandes ciudades. Y el cemento de la base creó las sinapsis de la superestructura.
Jueves, 24/6/2021. Parece que un sector de la derecha ha empezado a llamar Felpudo VI al Rey por cumplir con sus funciones constitucionales y no negarse a firmar los indultos a los líderes catalanes presos. Alguno hasta se pregunta para qué necesitamos un Rey, y hay cierta jocosidad con eso; con el hecho de que la Tercera República pueda ser traída, finalmente, no por nosotros, los progresistas, sino por los reaccionarios. Detecto incluso alguna ilusión en alguna gente de izquierda, me parece que muy despistada. Si la derecha y la ultraderecha se vuelven antimonárquicas (lo que, por lo demás, sigue siendo bastante quimérico), no va a ser precisamente para promover una República. Cabrá recordarles que la épica de Franco no le alababa solo el haber acabado con la República, sino con todo un mundo que incluía también la era liberal y a los monarcas enclenques. El franquismo fue antimonárquico por la vía del ultramonarquismo; de hacer de Franco el rey más absoluto. Y los tiros de aquello que puede estar pasando hoy por la cabeza de esta gente siniestra pueden ir por ahí. «España necesita un capitán», decía una falangista en un vídeo que se hizo inquietantemente viral hace unos meses.
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Me doy cuenta que me pasa mucho, con algunos debates candentes del momento, que estoy menos a favor de X que en contra de la oposición a X. Pero no por aquello de que «a veces basta con saber quién está al otro lado». Al otro lado, puede haber gente a la que aprecio. Lo que me predispone contra esa posición es una lógica, unas formas, que cobran una especie vida propia y se apoderan de las personas concretas en las que se encarnan, como el hooliganismo o el lenguaje conspiranoico, y me desagradan. La posición X me despierta dudas; contiene cosas de las que ciertamente recelo. Pero la furibundia de los de enfrente me hace abrazarla con mayor fiereza de la que adoptaría si el debate fuera sereno y respetuoso.
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«¡España una, y no cincuenta y una!», corea la derecha. Pienso en ese grito. «X uno/a, y no cincuenta y uno/a» es una plantilla mental que sirve para todas las vertientes del pensamiento reaccionario. De la reacción de derechas y de la reacción de izquierdas. La reacción es en esencia el miedo a la complejidad.
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Un comentario de Juan Luis Nevado en Twitter sobre los argumentos circulares y las falacias del auténtico escocés de la oposición a la ley trans (ninguna feminista apoya la ley trans; sí, mira, éstas son feministas y apoyan la ley trans; ésas no son feministas; ¿por qué?; porque apoyan la ley trans) me hace acordarme de una vez que me pararon unos testigos de Jehová y me extendieron un folleto. Lo cogí, lo hojeé y vi que su argumentación era la siguiente: Dios existe porque lo dice la Biblia, y la Biblia es fiable como fuente porque es la palabra de Dios.
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Benedetto Croce: «Los requerimientos prácticos que laten bajo cada juicio histórico dan a toda la historia carácter de historia contemporánea, por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por ella referidos; la historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación presente en que vibran aquellos hechos». Toda historia es historia contemporánea.
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C. nos cuenta una historia divertida que relataba su tío. En un chigre próximo a la comisaría de la Policía Nacional en el que él paraba en los ochenta, era parroquiano habitual un comisario que acudía allá todos los días y todos los días hacía lo mismo: sin decir palabra, señalaba la botella de Jack Daniels, un whisky prohibitivamente caro en aquel entonces. El camarero ya sabía de qué iba a la cosa y le extendía un cubata de Jack Daniels con Coca-Cola que el hombre se tomaba después solo, en una mesa apartada, mientras leía el periódico. Pagaba también sin decir nada y se iba. El tío de C. cuenta que llegaron a pensar que era mudo. Pero un día un borrachín se puso a provocarlo hablando sobre él en voz ostentosamente alta con otros parroquianos: «¡A quién se le ocurre echar Coca-Cola al Jack Daniels!». El hombre acabó levantando la vista del periódico y formulando muy despacio la primera oración que los habituales del bar le escuchaban enunciar: «Es verdad que el whisky pierde algo, ¡pero lo que gana la Coca-Cola…!». Volvió a bajar la vista al periódico y siguió leyendo tranquilamente.
Viernes, 25/6/2021. Me ha impresionado mucho este poema de Julio Martínez Mesanza:
También mueren caballos en combate
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.
Y éste:
Soy el que cae en el primer asalto
entre el agua y la arena en Normandía.
Soy el que elige un hombre y le dispara
Mi caballo ha pisado en el saqueo
el rostro inexpresivo de un anciano.
Soy quien mantiene en alto el crucifijo
frente a la carga de los invasores.
Soy el perro y la mano que lo lleva.
Soy Egisto y Orestes y las Furias.
Soy el que se echa al suelo y me suplica.
Sábado, 26/6/2021. Teresa Rodríguez, leo, ha sido elegida portavoz de Adelante Andalucía con un 97% de los votos. Un partido en el que los líderes o las posiciones políticas de los líderes son elegidos o validados con el 90, 95, ¡97!, por ciento de los votos, pienso, es un partido mal hecho. Nadie debería ser tan inapelable; nadie tan deslumbrante como para no recibir alguna disidencia, alguna contestación. Y los hiperliderazgos siempre generan problemas: desde la sensación de orfandad cuando el líder se va hasta la posibilidad, para él, de ese chantaje tipo «si no gana la posición que yo quiero que gane, me voy», que hace que gente contraria a la posición tal acabe votando a favor de ella porque la posibilidad de que el conducátor de turno lo abandone le es más intolerable.
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Me acuerdo de pronto de un librito que me regaló Joaquín Díaz el día que lo entrevisté en Urueña, hace ya algunos años. Lo busco en mi biblioteca y vuelvo a hojearlo. En su momento, me impresionó muchísimo. Ahora, vuelve a impresionarme. Se titula Memorias de una depresión y es una obrita hermosa y descarnada, de una honestidad poco habitual. Cuenta Díaz, por ejemplo, y es de una belleza desgarradora ese pasaje, cómo vivió la muerte de Cecilia, la famosa cantante (cuyo verdadero nombre era Evangelina Sobredo), de quien fue muy amigo, y de quien confiesa que estuvo enamorado y que un día se lo dijo «venciendo una nerviosa timidez, haciendo corazón de las entrañas»; pero, cuando lo rechazó cortésmente, se volvió distante y brusco con ella. Para cuando la artista tuvo el desgraciado accidente que acabó con su vida, seguían distanciados. Y esto escribe Díaz de cómo se enteró:
«Mientras sesteaba al sol con los ojos cerrados llegó mi madre con voz entrecortada: “Eva se ha matado, un accidente…”. La vida se me fue por un instante. Fingí dormir, fingí morirme un poco. Repasé mi actitud, mi intolerancia. Me dolía no haber buscado tiempo para pedirle perdón; no haber reconocido mi fracaso; no haberle agradecido su silencio. Dentro de mí se me rompió el alma entera».
Este otro pasaje me sobrecoge:
«Las mejorías transitorias me producen tanta alarma como las recaídas. De hecho, van casi siempre unidas. Unas y otras alteran el estado laxo de la depresión produciéndome un desagradable choque contra las paredes de mi propia celda. Es como si de pronto una mano gigantesca agitase la caja en la que estoy metido y cuyas paredes creo conocer. Desgraciadamente, no son planas y cualquier excitación las convierte en rugosas, ásperas, picudas, en todo caso hirientes».
Domingo, 27/6/2021. Juan Ponte comparte en Twitter esta cita guapa del Arquíloco de Aristóteles: «Ni, vencedor, te ufanes en público, ni, vencido, gimas postrado en casa. Con la fortuna alégrate y quéjate con la desgracia, pero no demasiado. Conoce cuál es el ritmo que tiene a los hombres».
Comparte también mi querido Ponte esta cita de Manuel Sacristán: «Probablemente una de las cosas que haya que conservar de Lenin sea el realismo: la revolución la hacen los seres humanos que hay, como son. El que quiera armonía celestial, que se vaya al cielo».
Lunes, 28/6/2021. Parece que Le Pen se la ha pegado en las regionales francesas, donde no ha conseguido una sola región gracias al famoso cordón sanitario republicano, que sigue funcionando. Es una cosa muy admirable, pero diría que hay que tener cuidado con idealizarla. Francia tiene un problema muy serio con una ultraderecha de raíces históricas muy profundas y el cordón no es incompatible con que la derecha supuestamente antifascista asuma una parte del discurso fascista, como parece que está sucediendo. Macron ya habla de islamoizquierdismo.
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«Viven entre nosotros y se parecen a nosotros, pero no son como nosotros», «manejan mucho dinero y oscuros y poderosísimos apoyos internacionales» y «pervierten a nuestros niños»: el sota, caballo y rey de una conspiranoia exitosa desde la Edad Media hasta hoy. Hay un estudioso polaco que ha demostrado, comparando dos periódicos nacionalcatólicos, uno de la Europa de entreguerras y otro actual, que aquel hablaba de los judíos exactamente igual que el actual de los gays. El Otro fantasmático ha cambiado, pero su función es la misma. En otros lugares se caldea la islamofobia con la misma estructura narrativa. Y también sucede a la pequeña escala de un movimiento político: las terf contra los trans, por ejemplo.
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Leo en Política Exterior un artículo muy interesante sobre Hungría, escrito por Guillermo Íñiguez, que pone datos a lo injusto de condenar a un país por su Gobierno. Los húngaros confían más en la Unión Europea que la media europea (59% vs. 49%); tienen una imagen más positiva de Bruselas que de su gobierno (59% vs. 39%); y se sienten más europeos que la media (82% vs. 74%). Íñiguez también cuenta que Orbán se ha ido garantizando sucesivas reelecciones practicando un obsceno gerrymandering que le ha proporcionado mayorías más aplastantes que aquellas a las que en realidad entusiasma. Y parece que en las próximas elecciones, una amplia coalición opositora tiene visos de derrotarlo. Crucemos los dedos.
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Veo un mapamundi en el que se ha coloreado de amarillo cada punto en el que se ha reportado un avistamiento OVNI desde 1906. Todos se concentran abrumadoramente en Estados Unidos y las islas Británicas. Parece que a los traterrestres solo les interesa el mundo anglosajón.
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Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes y LaU; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017) y La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019).
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“Veo un mapamundi en el que se ha coloreado de amarillo cada punto en el que se ha reportado un avistamiento OVNI desde 1906. Todos se concentran abrumadoramente en Estados Unidos y las islas Británicas.”
Cuando se habla de un tema del que no se conoce nada, es muy fácil hacer el ridículo. ¿No se te ha ocurrido pensar que el mapa del que hablas esté hecho por incompetentes o por gente que pretende, muy ingenuamente, reírse de hechos que muchos países han reconocido oficialmente y de los que existen decenas de miles (sí, decenas de miles) de pruebas desde la Antigüedad hasta hoy?
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