El runrún interior

El runrún interior: un dietario (21)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre los equívocos del radicalismo, una enmienda de 1916 a la Constitución estadounidense o unos pasajes interesantes de 'C3PO en la corte del rey Felipe', el nuevo libro de Pedro Vallín.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior: un dietario (20)

Martes, 19/10/2021. Un regüeldo del insufrible Fernando Savater: «El terrorismo se ejerció para algo y ahora estamos en ese algo». Le responde un tuitero con la evidencia: «ETA tuvo 3 objetivos: Independencia, Socialismo y Territorialidad, unir Navarra a la CAV. 900 muertos después, 0/3». La posverdad reaccionaria: convencer al mundo de que ha ocurrido algo que a todas luces no ha sucedido; la famosa mentira mil veces repetida de Goebbels. Lo intentan y lo consiguen con muchísimas cosas y también con esta. Llegan a hacernos dudar del más elemental sentido común.

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Aprende uno con los años a rascar para ver debajo de las retóricas. Gente retóricamente radical resulta ser muy mezquina en su vida cotidiana, pero también ocurre lo contrario: yo he conocido una radicalidad asombrosa en gente cuya retórica política, en cambio, era moderada. El hábito no hace al monje, la retórica revolucionaria no hace al revolucionario. Existe también lo que me comenta Diego Sanz Paratcha: gente retóricamente seria y de gestión que es incapaz de gestionar y gente retóricamente antisistema que sí sabe hacerlo. Todo es siempre más complejo que los cuentos que nos contamos.


Miércoles, 20/10/2021. Picasso: «Una obra de arte debe hacer a un hombre reaccionar, que empiece a crear él también, aunque sólo sea en su imaginación. Debe convulsionarle y agitarle; tiene que ser consciente del mundo en el que está viviendo, y para ello primero debe ser arrojado fuera de él».

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Hago en casa una foto en la que no sé si me vengo muy arriba, pero veo condensado todo un tratado de filosofía: dos moscas que se posan y juguetean sobre un matamoscas mellado por el uso, posado en un alféizar.

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Han aparecido por toda Asturias carteles y pegatinas de Vox con el rostro de Adrián Pumares, el diputado de Foro Asturias cuya disposición a votar a favor hace posible la cooficialidad del asturiano en esta legislatura, tachada por una cruz roja. Con ellas, en un combo fascista siniestro, han vandalizado una placa en homenaje a las mujeres fusiladas por el franquismo en Gijón. Vox es el Mal, lisa y llanamente el Mal. Hay un punto de las guerras del presente en el que la cosa deja de ser política, o no lo es principalmente, y se vuelve teológica. Luchamos, literalmente, contra demonios.


Jueves, 21/10/2021. Leo que, en 1916, se propuso esta enmienda a la Constitución estadounidense (no prosperó): «Cualquier acto de guerra debe ser sometido al voto nacional. Cualquiera que vote sí debe registrarse como voluntario para el servicio en el Ejército de Estados Unidos».

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Me sugiere Facebook a un conocido al que hace muchísimo tiempo que no veo, y del que descubro que se casó con una mujer clavada a su novia del instituto. Clavada hasta el punto de que, al primer vistazo, yo pensase que se trataba de ella. Es algo que he visto otras veces: nuevas parejas físicamente idénticas a parejas antiguas. Y me fascina tanto más cuanto, seguramente, sea una búsqueda involuntaria.

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Publica hoy Pablo Bustinduy un artículo espléndido sobre el fenómeno Zemmour en el diario Público. Anoto este párrafo:

«Las pasiones que moviliza Zemmour son la constatación de una formidable angustia colectiva, como si en el interregno total en que vivimos —geopolítico, económico, existencial— la única vía libre para la imaginación política fuera esa distopía en que se mezclan los fantasmas del pasado, los malestares del presente, y el terror como única ligazón con el futuro. En Zemmour hay la promesa de acelerar esa decadencia lenta, insoportable, de un mundo que agoniza pero se resiste a morir: él promete llevarnos de inmediato a la gran confrontación, al momento sin vuelta atrás, a la hora de la verdad. La idealización de un pasado firme, anclado, sin ambigüedades ni matices, es perfectamente compatible con esta pulsión macabra. Todo lo que le aterra —la guerra civil, la violencia desbocada, la pérdida de la esencia y la identidad de Francia— es en última instancia lo que él representa: ése es en realidad su programa».

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Me topo en Twitter con un cuadro del que me quedo absolutamente prendado: Katya durmiendo, de Zinaida Serebriakova (1945). «Tengo que pegarlo en mi dietario», pienso. Helo aquí.


Viernes, 22/10/2021. Juan Luis Nevado hace un recordatorio importante en Twitter: el capital no son los capitalistas.

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Elias Canetti: «No hay ningún historiador que, por lo menos, no ponga en la cuenta de César como mérito esto: que los franceses de hoy hablen francés. ¡Como si, de no haber matado César a un millón de ellos, hubieran sido mudos!».

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Un pensamiento sobre España, las lenguas, los nacionalismos, el debate territorial: apretujar algo demasiado fuerte es una manera tan eficaz de romperlo como tirar de sus extremos.

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Leo y anoto un párrafo de un reportaje de El Confidencial sobre la obra de la Variante de Pajares que consulto para redactar yo uno sobre la sequía que se abate sobre toda una comarca leonesa, afectada por la destrucción de veinte acuíferos. Lo resume todo. No la obra de la Variante de Pajares: todo. España, la España contemporánea, el turbocapitalismo, lo averiado y lo sórdido de la condición humana.

«Los vecinos de la zona han escuchado las historias sobre cómo fueron los trabajos. “Los obreros estaban con el agua al cuello y tenían que parar cuando entraba mucha agua. Pero solo querían ir rápido. Colocaban un día 11 dovelas y al siguiente 12. Eran como carreras de Fórmula 1, sin importarles si el túnel quedaba sellado o no”, cuenta José Manuel, uno de los pedáneos. Su relato coincide con el de otro extrabajador, que recuerda las jornadas de 24 horas en el túnel, soportadas por algunos obreros a base de cocaína y música de ACDC y con las máquinas quemando fuel y haciendo un ruido ensordecedor para engordar las facturas que pagaban a ADIF».


Sábado, 23/10/2021. Visitamos el Museo del Jurásico de Asturias con I. La exposición me gusta más de lo que pensaba. Hay más piezas originales de las que recordaba de mi visita anterior, hace unos años para un publirreportaje que sacamos en El Cuaderno en papel, y siento ante ellas el vértigo de la eternidad. Pero, curiosamente, lo siento más ante las huellas de la vida pequeña que ante los restos de grandes saurios. Mi atención se fija más en los mosquitos preservados en ámbar, el rastro fosilizado de los excrementos de un gusano, las leves huellas del paseo de un batracio preservadas en un bloque de arenisca. Hay algo que me reconforta en esta evidencia de la inmortalidad posible de lo muy frágil, de aquello que uno diría consustancialmente efímero.

Me fijo en este cartel:

«La fachada del Palacio de Santa María de Naranco está constituida por rocas jurásicas, cretácicas y terciarias. La mayor parte de las mismas son cretácicas y corresponden al material de construcción más accesible en la zona. Sin embargo, los elementos más trabajados (columnas, rosetas, dinteles) están construidos con rocas jurásicas, que debieron ser transportadas desde los afloramientos de la costa».

Me quedo mirándolo un rato, recreándome en un pensamiento doble. Pensamiento uno: eones enteros concentrados en un dintel; en algún sentido, toda una era geológica, existió para hornear la piedra de los fustes, las basas, los primorosos capiteles de Santa María. Pensamiento dos: algún día, Santa María se vendrá abajo, polvo fuiste, en polvo te convertirás, volverán sus sillares a ser piedras corrientes, separadas, quebradas, desgastadas, fundidas por la erosión, las tormentas, la actividad volcánica que acá volverá a haber en algún momento del próximo puñado de millones de años, pero quizás se salve algún rastro, quizás en alguna piedra permanezca un trazo levísimo de la talla, una hoja de acanto, la cabeza de un grifo, un palmo de sogueado. Y quizás civilizaciones futuras edifiquen con ellas sus propios templos, su propia Santa María, recen allá a deidades insondables, y un día renieguen de ellas y conviertan el templo en atractivo turístico, y paleontólogos del siglo treinta mil se fijen y se sorprendan por esos rastros sutiles del Regnum Asturorum, y musealicen esta era nuestra como su propio jurásico, y nosotros seamos para ellos lo que es para nosotros, ahora, este mundo de dinosaurios y criaturas antediluvianas que nacieron y amaron y se pelearon y se reprodujeron y murieron y algún rastro dejaron de su paso por costas que no son las actuales costas, valles que un día fueron montañas, montañas que fueron valles, y hoy necesitamos primorosas infografías para imaginar. Es el Universo el telar de Penélope: hacer y deshacer y volver a hacer. Y eso me reconforta.

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Santiago G. Escobar: «De las cosas que más repulsión me producen en la política española es esa sacrosanta defensa de la honorabilidad del poder judicial. El no poder objetar, que no incumplir, ni una coma de una sentencia. Que se traduzca todo como una injerencia y una afrenta a un poder inmaculado».

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Edurne Uriarte en un acto del PP: «En el Reino Unido es inconcebible que cualquiera de los grandes partidos pacte con los diputados del Sinn Féin, los herederos del IRA». El viejo terraplanismo de equiparar ETA a la guerra norirlandesa, donde hubo terrorismo republicano, lealista y militar británico y el IRA solo era una más entre once organizaciones paramilitares de ambos lados. Pero lo más divertido es que en Irlanda del Norte llegaron a ser presidente y vicepresidente el enloquecido reverendo Paisley, conocido en tiempos como Doctor No por su negativa furibunda a cualquier pacto con católicos (una vez llamó Anticristo al Papa Juan Pablo II en el Europarlamento), y Martin McGuinness, dirigente del IRA. Algo así, sin exagerar un ápice, como si el lehendakari vasco fuera Santiago Abascal, y su vicelehendakari, Arnaldo Otegi. El Partido Democrático Unionista de Paisley y el Sinn Féin de McGuinness siguen gobernando hoy la región al alimón, con ministros de uno y otro partido. Así de imaginable es pactar con el Sinn Féin y así de como bellacos mienten en España los agitadores del odio, los nostálgicos de la ETA viva. Qué suplicio, por otro lado, esos «esto en Europa es i-ni-ma-gi-na-ble» que uno rasca y ve que en todas las casas cuecen habas, y si acaso es en España donde no se cuecen.

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No contentos con la mayoría reforzada a favor existente hoy en la Junta, algunos capitostes regionales piden que se convoque un referéndum sobre la oficialidad de la lengua asturiana entre clamores ridículos sobre los cataclismos sin cuento que va a abatir sobre la región este sencillo acto de justicia, de buen y ponderado liberalismo, como siempre dice Humberto Gonzali. Competencia, la de la convocatoria de un referéndum, de la que, para empezar, la autonomía asturiana no dispone. Los embustes y asustaviejas que caldean esta oposición furiosa, enloquecida, son una cosa para no dar crédito. Muchos de los que los emiten son socialistas y responden bien a un arquetipo en el que me he fijado otras veces; uno que fue savia del felipismo: hombre liberal-conservador, anticomunista hasta un punto paranoide, que recaló en la izquierda debido a la anomalía franquista; y culto y capaz, pero con un sentido patricio y demófobo de la política y cuya vanidad lo hace obtuso e imprudente. Clama contra el totalitarismo, pero el totalitario es él; lo es con el proyecto maestro que quiere derramar como un dios generoso sobre hombres callados y agradecidos.


Domingo, 24/10/2021. La estela mental de mi visita al MUJA hace que me fije con ojos nuevos en que cerca de casa, en el barrio en Gijón, hay uno de esos solares abandonados entre edificios. Una tosca tapia baja de grandes ladrillos grises y, tras ella, derramándose por encima y por las oquedades del muro como una lava vegetal, una densa fronda de zarzas; una de estas selvas, sé de varias otras en la ciudad, de artos, ortigas y plantas sin nombre que la burbuja de la construcción respetó por una razón u otra, y cuyas profundidades supongo habitadas por manadas de ratas u otras bestezuelas. La ciudad, sus formas rectilíneas, su racionalidad hipodámica, su orden de hormigón y asfalto, y de pronto estos rincones agrestes, cretácicos discretos, algo así como un sobaco peludo en un cuerpo rigurosamente depilado, un recordatorio de lo salvaje. Lo que fuimos, lo que en el fondo somos, lo que algún día seremos. Recuerda que no eres humano. Todo fueron artos y ortigas un día, los artos y las ortigas se comerán algún día la bodega de enfrente, la sidrería de más allá, el estanco de al lado.

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Dijo el otro día Gerardo Pisarello en la Uni de Otoño de Podemos, y lo recuerdo ahora, una cosa que me insufló optimismo: más absolutamente perdidas para la izquierda desde cualquier punto de vista han parecido las cosas en Chile, y de buenas a primeras estalló una revolución democrática y se está redactando una nueva Constitución. La revolución nunca se predice. Un poco aquello de Benjamin:

«A los judíos les estaba prohibido escrutar el futuro. La Torá y la plegaria los instruyen en cambio en la rememoración. Y esto venía a desencantarles el futuro, ése del cual son víctimas quienes recaban información de los adivinos. Pero, por eso mismo, no se les convirtió a los judíos el futuro en un tiempo vacío y homogéneo. Dado que así en él cada segundo constituía la pequeña puerta por la que el Mesías podía entrar».

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Elias Canetti: «Siempre es el enemigo el que empezó. Si quizá no fue el primero en decirlo, al menos lo planeaba, y si no lo planeaba, ya lo había pensado para sus adentros; incluso si aún no lo había pensado lo habría pensado en breve plazo».

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Todo es siempre más complejo de lo que parece. Y todo es siempre más simple de lo que parece. La consecuencia de esa contradicción es que todo es siempre exactamente lo que parece. Pero todo es siempre también lo contrario de lo que parece.


Lunes, 25/10/2021. Leo en C3PO en la corte del rey Felipe, de Pedro Vallín, este extracto del discurso de aceptación del Premio Cervantes de Rafael Sánchez Ferlosio; una reflexión del escritor sobre la inclinación humana a lo narrativo; sobre cómo, tal que escribe Vallin, «la ilusión, la ficción, la fantasía, la narración, lo simbólico o la metáfora no se superponen a la realidad, sino que forman con ella una aleación que es el material del que están hechas nuestras vidas», y «todos somos cuentacuentos, storytellers, hasta de nuestra propia memoria: miramos hacia atrás y estructuramos nuestro devenir en forma de vector, un hilván que pespuntea los hechos hasta unirlos al hoy, de modo que el presente da sentido al pasado transformándolo en memoria». Ferlosio: «El amor a la consecuencia o congruencia se revela como un sedante estético: al estridente, rallante, chirriante, incomprensible zumbido y frenesí de un mundo malo, todos prefieren la música».

Vallín cuenta más tarde recordarse a sí mismo,

«frisando veinte, paseando por una playa vasca en invierno tras una ruptura sentimental. Hacía frío y llovía con esa terquedad de gota fina tan característica del Cantábrico cuyo efecto en el ser humano es más parecido a sumergirse en la bañera que a colocarse bajo la ducha. Trataba de encender un cigarrillo humedecido. No quería estar allí, no había ninguna razón para tal exposición gratuita a la pulmonía, y además era plenamente consciente de que no hallaría ningún consuelo en aquel mar del norte adivinado a través de unas gafas empapadas. ¿Y qué hacía allí? Pues un poco el ridículo, pero fundamentalmente componer una escena; construir narrativamente el duelo emocional como si alguien pudiera verlo. Ejercer de protagonista a las órdenes de un narrador omnisciente que también era uno mismo. Estaba obedeciendo de forma mecánica a un motivo visual predefinido por la narrativa de ficción, por el drama romántico, un tropo de sentido, bastante cursi, de entre el catálogo de los disponibles».

De las primeras páginas de C3PO en la corte del rey Felipe, que he empezado a leer hoy (un libro sobre «la guerra del Estado Profundo español contra la democracia liberal»), subrayo también este pasaje:

«En el salto cualitativo que va del impertinente y cómico Cobrador del Frac a los grupos de neonazis engordados de clembuterol que cobran por desalojar violentamente a los morosos se expresa el deslizamiento por el que el país se precipita hacia el encuentro con los más infames y sanguinarios engendros de su pasado. Y ese tránsito se ha hecho merced a la aquiescencia del viejo progresismo político y periodístico. En el país que más viviendas ha construido en las últimas tres décadas y que aun así padece el más grave problema de acceso a la vivienda en el continente, Desokupa, por detenernos en este caso que ejemplifica un proceso general, es la plasmación de una hegemónica aporofobia que se ha construido paso a paso en cada mesa camilla que tildaba de radicalismo toda propuesta de reequilibrio material».

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Parecerá que me lo invento, pero juro que no. En el Mercadona, me topo con un señor con una pulsera verde de Vox en cada mano, mascarilla de España siempre y camisa con ribetes rojigualda que le dice a voces a la pescadera que a su casa no viene Papá Noel, «ese puto rojo de mierda». Más tarde, me lo vuelvo a cruzar en el pasillo de los cárnicos. Lleva colgando el llavero de un bolsillo: también es rojigualda. Y no solo lleva una pulsera de Vox en cada mano, sino que en una lleva dos. Esta gente es imparodiable.

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Jónatham Moriche: «Hay un determinado momento en los procesos de degradación sociopolítica en que todo empeño por mejorar la situación está fatalmente condenado a empeorarla. Y ese es justamente el momento en el que estamos».

El runrún interior: un dietario (22)


Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea y CTXT; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

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