Poéticas

Norma Jeane Baker de Troya

Carlos Alcorta reseña un poemario de Anne Carson, palimpsesto que cruza el mito de Helena de Troya con el de Marilyn Monroe.

/ una reseña de Carlos Alcorta /

Anne Carson, poeta, traductora y profesora de Clásicas, tiene en su haber más de veinte libros, principalmente de poesía, entre ellos Autobiography of Red, Men in the Off Hours, Decreation: Poetry, Essays, OperaNOX y Float. Y ahora escribe una versión de Helena, la obra de teatro que Eurípides escribiera en el 412 a. C., en la que presenta una imagen de Helena de Troya muy diferente a la que hemos deducido de los textos de Homero. Eurípides se toma muchas libertades y discrepa de la imagen tradicional de mujer fatal, presentando a Helena como una virtuosa que se resiste al acoso de Teoclímeno, que desea desposarla. Proteo, rey de Egipto, quien, hasta su muerte, veló por la virtud de Helena, la ha dejado desamparada. Pese a que Menelao, rey de Esparta y esposo de Helena, aparece en la obra, no lo hace en un papel principal: se presenta como un náufrago que ha arribado a las costas de Egipto, aunque posteriormente, disfrazado, conseguirá engañar a las tropas de Teoclímeno y navegar hasta Esparta. Lo que más llama la atención, sin embargo, es que la guerra que los aqueos perpetran durante diez años en Troya para liberarla es del todo inútil, pues ella se encuentra lejos de allí. Hermes la había sustituido por una imagen «hecha de nube» y por esa imagen es por la que combaten griegos y troyanos, mientras ella se esconde en Egipto, país en el que espera el recate durante diecisiete años.

«¿Por qué estoy viva aún? Al dios Hermes le he oído/ decir que todavía habitaré la ilustre tierra de Esparta/ en compañía de mi esposo, sabedor él de que nunca/ fui a Ilión ni compartí el lecho con nadie./ Mientras Proteo vio esta luz de sol, mi matrimonio/ se mantuvo intacto; pero ahora que está oculto en la/ oscuridad de la tierra, su hijo Teoclímeno persigue/ mis bodas […]» Con este monólogo empieza la obra de Eurípides. Anne Carson convierte a Helena en Norma Jeane Baker, más conocida como Marilyn Monroe, y esa nube «que los engatusó a todos» tiene ahora la forma de «Norma Jeane Baker», encerrada en una «suite del Chateau Marmont», en Los Ángeles. Y es que, para la poeta canadiense, «hoy en día existe una ineludible conciencia de que necesitamos nuevas formas de pensar los iconos femeninos como Helena y Marilyn Monroe, nuevas formas de transformar la versión masculina tradicional de dichos eventos. Hay que dar un giro de 180º para encontrar ahí distintos y más profundos dolores».

Hay ciertos paralelismos entre las vidas de Helena y Marilyn. Ambas son mujeres bellísimas que desatan pasiones. Son casi diosas capaces de enloquecer a los hombres. Una al hijo de un rey, Paris; otra al presidente del país más poderoso del mundo. Una fue la causa de una guerra casi interminable, la otra visitó a los soldados en Corea para levantarles el ánimo; a una Homero la presenta en el palacio de Príamo, tejiendo, mientras que la otra teje y teje en la mente de Anne Carson, el mismo paño, que no es otra cosa que una metáfora del paso del tiempo, pero lo que percibimos de ellas es solo una imagen superficial. Carson lo explica así: «Para hacer creer a la gente que una réplica es real, manipule “la percepción” de la localización». Pero también hay enormes diferencias. Marilyn no pudo soportar su destino y acabó suicidándose; Helena regresa con su marido a Esparta no como promotora del conflicto, sino como víctima de las circunstancias: «Evidentemente Helena persuadió a su esposo, estimado, honorable, anticuado Menelao, rey de Esparta, a readmitirla como esposa y reina, a pesar de que técnica, higiénica y legalmente ella era sucia», escribe Carson en la «Lección 4» y «La suciedad confunde categorías y mezcla formas». Arthur Miller, Arthur de Nueva York, el marido de Marilyn, es un trasunto del indolente Menelao. El coro lo compone «el Sr. Truman Capote». El autor de Desayuno con diamantes basó el personaje Holly Golightly en la actriz.

No es la primera vez que Carson se enfrenta a un reto semejante. En 2006, publicó Grief lessons, una traducción de cuatro de sus obras, y en 2009, el impresionante An Oresteia, una colección que cierra con su obra Orestes. Su capacidad para reinventar el mito, para destripar el argumento, es sobradamente conocida. Los conflictos de los dioses se convierten en conflictos puramente humanos. No hay necesidad de comportamientos heroicos. Los protagonistas son ahora personas reales con problemas reales, acaso porque «el daño psicológico permanente, a pesar de ser una indiscutible preocupación de la investigación moderna, no parece haber interesado a la antigüedad».

Entre los monólogos y la narración de Norma Jeane/Marilyn/Helena, Carson ha intercalado una serie de lecciones didácticas (la vocación pedagógica de Carson e aflora en muchos de sus libros) sobre la «Historia de la guerra», encabezados por palabras griegas: imagen, herida, esclavitud, concubina, engaño, bárbaro, oportunidad y, finalmente, alguien, cualquiera, una persona, una cierta persona, ¿quién? «¿Existe una cierta herida en el hombre que distorsione el rostro haciéndolo irreconocible, podría ser él cualquiera? ¿Podría ser ella? ¿Quién? ¿A quién estamos decidiendo matar a ella?». El monólogo teatral, estrenado en la sala Shed’s Griffin de Nueva York en la primavera de 2019, pone fin en su parte final a la duplicidad que le ha dado origen: «Final de la oda coral./ Entra Norma Jeane en el papel de Sr. Truman Capote para unirse a Norma Jane como Norma Jeane». Parece que, definitivamente, la mujer real se impone a la imagen, a la nube, abandona su papel de actriz y reivindica su feminidad, toma las riendas de su propio destino. Al menos en el papel es dueña de su corazón y de su tiempo.


Historias de la guerra: lección 7

Los bárbaros siempre vienen de algún lugar misterioso,
del extremo remoto de la Tierra de Nadie o de un océano
o una valla. Pertenecen a otra especie. Usan cascos diferentes,
más salvajes y mochilas con pelo de animal. Su pan es negro,
su humor pesado o viejo, sus párpados estrafalarios
―los construyen con ollas de cocina, fundas de almohadas,
¡cualquier cosa! Incluso las púas de su alambre de espino se ven
más numerosos e inusuales. No hay duda, son un montón de sucios bastardos.

POR QUIEN DEBERÍAMOS BRINDAR: los antiguos griegos daban el nombre de bárbaros a cualquiera que no fuera presumible u originalmente griego. La palabra está pensada para replicar el sonido hecho por las ovejas: bee bee bee bee.


Norma Jeane Baker de Troya
Anne Carson
Vaso Roto, 2021
112 páginas
22 €

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como ClarínArte y ParteTuriaParaíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel PuenteMarcelo FuentesRafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.

1 comment on “Norma Jeane Baker de Troya

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