/ por Giovanni Savino /
[Publicado originalmente en italiano en Valigiablu el 22 de agosto de 2022, traducido al castellano por Pablo Batalla]
La explosión del jeep a cuyo volante se hallaba Daria Dúguina, una periodista de veintinueve años, activista de extrema derecha e hija del famoso pensador Aleksandr, supone un hecho nuevo e importante en las crónicas bélicas de los últimos meses. El asesinato de Dúguina no puede analizarse al margen del conflicto en Ucrania, y el papel de su padre, figura prominente de la ultraderecha rusa e internacional, se encuentra entre las hipótesis planteadas con respecto a la motivación. Pero antes de enumerar qué elementos emergieron en las veinticuatro horas posteriores al asesinato, conviene reconstruir los caminos de Aleksandr Duguin y su hija, tanto para proporcionar una noción de sus ideas como para aclarar algunos mitos que se han pergeñado en torno a la figura del intelectual ruso.
Del neofascismo al imperio: el neoeurasianismo de Duguin, entre el mito y la realidad
Aleksandr Duguin nació en 1962 en Moscú, en la familia del teniente general Gueliy Duguin, oficial del GRU, el servicio de espionaje del ejército soviético, pero su juventud se caracterizó por la rebelión contra los ideales comunistas. A la edad de dieciocho años, el joven Duguin conoció a Heydar Jemal, miembro del círculo Yúzhinski, un lugar de encuentro informal para jóvenes y mayores interesados en la literatura esotérica y el ocultismo, con una atracción creciente por la experiencia del fascismo europeo. El club había sido creado por el escritor Yuri Mamléyev a mediados de los años sesenta, y su nombre era Yúzhinski por la calle en la que se ubicaba el apartamento y se mantuvo cuando el edificio fue demolido en 1968. Mamléyev emigró en 1974 y el grupo, reunido en torno a Jemal y al poeta Yevgueni Golovín, viró aún más firmemente hacia la derecha: a las discusiones y lecturas de los libros de René Guénon y Georges Gurdijeff (hasta principios de los setenta, la literatura esotérica publicada en Occidente era accesible en las bibliotecas de Moscú) se añade el interés por Julus Evola y Armin Mohler, figuras destacadas en la extrema derecha europea de la posguerra. A finales de los setenta y principios de los ochenta, Golovín y Yemal renombraron el círculo con el nombre de Orden Negra de las SS, y los escritos de autores fascistas y neofascistas comenzaron a circular y a ser traducidos al ruso por sus militantes. Fue Duguin, en 1981, quien firmó la traducción del alemán de El imperialismo pagano, que apareció en samizdat (autoedición), aunque probablemente se tratara de una obra colectiva, y marcó el inicio de una larga serie de ediciones y traducciones de los textos de Evola, cuyas ideas constituyen aún hoy uno de los núcleos principales del pensamiento duguiniano.
Con el advenimiento de la Perestroika y el levantamiento progresivo de las restricciones a la libertad de asociación, el círculo (u orden, si se quiere) cesó de facto sus actividades, y Duguin se convirtió en parte de Pamyat («Memoria»), la primera formación ultranacionalista en hacer aparición pública en las postrimerías de la Unión Soviética, con una agenda vehementemente antisemita y conservadora. Cuando, en 1988, el joven activista se unió al Comité Central de la asociación, esta ya se hallaba desmembrada por una serie de divisiones, y Duguin fue expulsado a los pocos meses por cargos de propaganda nazi y satanismo, probablemente pensando en sus actividades en el circulo Yúzhinski. La apertura de facto de las fronteras le permitió viajar a los países de Europa Occidental varias veces entre 1989 y 1993, mientras la Unión Soviética vivía sus últimos años, estableciendo contactos cruciales con los principales exponentes del neofascismo y el tradicionalismo europeos. Probablemente fuera Mamléyev, a través de Golovín, quien apadrinara al camarada soviético, que aún no había cumplido los treinta años. Ambas son figuras importantes para el desarrollo de sus ideas. Durante aquellos años, Duguin conoce al belga Robert Steuckers, referencia destacada de la intelectualidad neofascista belga y francesa, a quien debe el descubrimiento de la geopolítica y el término nacionalbolchevismo; al francés Alain de Benoist, fundador del Groupement de Recherche et d’Études pour la Civilisation Européene (GRECE), origen de la nouvelle droite; a Claudio Mutti, figura seminal para la cultura neofascista italiana a partir de los años sesenta, y Maurizio Murelli, parte del grupo en torno a la revista Orion. Algunos de estos lazos perduran hasta hoy (el último testimonio de los mismos son las conmovedoras palabras de Murelli al recordar a Daria Dúguina) y han permitido la construcción del personaje de Duguin en Europa Occidental.
Las relaciones intelectuales e ideológicas con la intelectualidad de extrema derecha, agilizadas tras la caída de la Unión Soviética, tuvieron fases alternas. La primera coincide con los viajes de Duguin a Italia, Francia, Bélgica y España y las visitas de camaradas a la Rusia postsoviética y asiste a la traducción y publicación de las obras del activista en los principales idiomas europeos, aparejada a un trabajo febril de inserción de las consignas, programas e ideas del neofascismo europeo en la escena política rusa. En este período, la colaboración con Aleksandr Prochánov, otro exponente destacado de la extrema derecha rusa, director del periódico Den (rebautizado Zavtra en 1993), ha permitido la organización de conferencias, congresos y simposios en Moscú con la intervención, además de los citados exponentes, de figuras como Jean-François Thiriart, antiguo colaboracionista belga, creador en los sesenta de Jeune Europe, organización continental con oficinas en varios países, y Carlo Terracciano, otro destacado intelectual de Orion. Los encuentros dan lugar a una serie de publicaciones, tales como el almanaque Milyj Angel («Dulce Ángel») y la revista Elementy(«Elementos»), donde los ensayos sobre esoterismo se alternan con textos en torno al tradicionalismo integral y el análisis geopolítico, y aun antes el periódico Giperboreja («Hiperbórea»), una iniciativa que duró un solo número, inspirada en la publicación homónima, Hiperbórea, de la organización neonazi española Grupo Thule. En aquel número, dirigido por Hans Zivers, pseudónimo adoptado por Duguin para sus canciones (aquí su álbum Krovavyj navet, «La acusación de sangre», grabado en los ochenta), el editorial terminaba, tras una descripción sombría de la Rusia revolucionaria y soviética, con la esperanza de un futuro en el que triunfaran «las nuevas fuerzas del Norte», cuyo «honor es la fidelidad», animando a «levantar el brazo extendido hacia los cielos negros de la noche apocalíptica gritando «salve la victoria». Los contactos con la ultraderecha ibérica, uno de los vehículos a través de los cuales el pensamiento duguiniano entra en contacto con la herencia ideológica nazi, permiten a Duguin forjar relaciones con Léon Degrelle, líder de los rexistas belgas, organizador y jefe de la Legión Valona (más tarde 28.ª División Valona SS) durante la Operación Barbarroja, huido luego a la España franquista, donde prosiguió sus actividades, para escapar de la justicia belga. Duguin entrevistó a Degrelle a finales de 1993, poco antes de su muerte, y un extracto de aquella conversación fue publicado en 2000 en Elementy.
Los contactos internacionales, de cualquier modo, no lo son todo para Duguin. En 1993, después de haber intentado, sin gran éxito, emerger como ideólogo de una síntesis entre los nostálgicos de la Unión Soviética y las diversas orientaciones de la extrema derecha, se encontró con Eduard Limónov en el Partido Nacional-Bolchevique, cuyo nombre se debe a Steuckers. Las relaciones con el escritor, que acababa de regresar a Rusia, fueron inicialmente buenas: la fama de Limónov como autor contracorriente y sus aventuras en los teatros de guerra de mediados de los noventa lo convertían en un ídolo —menos político que contracultural— para los jóvenes. Esta aureola permitió atraer también a algunos de los protagonistas de la escena musical del momento, tales como el líder del grupo punk Grazhdánskaya Oborona («Defensa civil») Yegor Létov o el artista de vanguardia Serguéi Kurechin. Este último se contaría entre los organizadores de la campaña electoral de Duguin, candidato en una circunscripción petersburguesa para las elecciones a la Duma de 1995, con un mitin final en el que el candidato, Limónov y Kurechin conmemoran al ocultista británico Aleister Crowley. Pero la dimensión alternativa a Duguin le queda estrecha, y el carisma del escritor hacía imposible una división del trabajo. Si, como escribe Fabrizio Fenghi en su obra sobre el Partido Nacional-Bolchevique It will be fun and terryfing: nationalism and protest in post-Soviet Russia, el proyecto inicial perseguía una nueva intelligentsia, alternativa al liberalismo occidentalizante y con una estética que combinara aspectos soviéticos y nazis, para el traductor de Evola la política tenía un significado elitista hasta la médula. Duguin quería inspirar y dirigir el poder, no crear realidades alternativas de escasa o nula influencia política.
Entre 1992 y 1993, el nombre de Duguin aparece ya en televisión como creador y presentador de un programa de nombre elocuente, Tajny veka («Los misterios del siglo»), así como de la serie Mistika Rejcha («El misticismo del Reich»), membrete este que obviamente hace referencia a la Alemania nazi y al ocultismo de las SS, con respecto al cual Duguin se explayaba arrojando sobre la mesa cartas con las runas de las diversas divisiones y haciendo referencia a documentos no especificados encontrados en el Archivo Central de la KGB. La protagonista de las retransmisiones duguinianas era la Ahnenerbe, una institución dedicada, bajo el control de Heinrich Himmler, a la investigación pseudocientífica sobre razas, el papel de los arios en la construcción de civilizaciones clásicas y variopintas prácticas ocultistas. El pseudónimo adoptado por el presentador para sus canciones, Zivers, es un homenaje no demasiado sutil al director de la Ahnenerbe, Wolfram Sievers. La construcción de una imagen de investigador depositario de una sabiduría ancestral y misteriosa, combinada con el estudio de la geopolítica y las relaciones internacionales, permitió a Duguin penetrar en algunos círculos del poder ruso, acreditándose como experto a pesar de que en 1981 fuera expulsado del Instituto de Aviación de Moscú, en el que nunca llegó a graduarse. Ello no le impidió obtener, en poco tiempo y de manera bastante extraña, primero, un título a distancia en el Instituto Novocherkask de Ingeniería de Riego; convertirse luego en kandidat nauk (doctorado de primer nivel) en la Universidad Estatal de Róstov del Don y, finalmente, en doktor nauk (doctorado de segundo nivel) en el Instituto Legal del Ministerio del Interior de la misma ciudad. Lo extraño aquí es la distancia de estas universidades de la capital, donde Duguin siempre ha vivido.
El experto se mueve, entre finales de los noventa y principios de los dos mil, por los corredores de la Duma, donde elabora proyectos y programas para el líder comunista Guennadi Ziugánov y el presidente del parlamento Guennadi Selézhnev; imparte cursos en la Academia del Estado Mayor y su libro, Osnovy geopolitiki («Fundamentos de geopolítica») amasa cierto éxito. En 2002, Duguin funda el movimiento Evrazija («Eurasia»), pero sus posiciones, definidas más tarde como neoeurasianistas, muestran diferencias sustanciales con el eurasianismo, la corriente intelectual pergeñada por la diáspora rusa de los años veinte y treinta, con Piotr Savitski, Nikolái Trubetskói y George Vernadski como principales exponentes. Pese a su hostilidad hacia el posmodernismo, Duguin, en realidad, se maneja siempre al sincrético modo dictado por aquel en su acción intelectual y política, que le permite ligar la geopolítica de Karl Haushofer y Friedrich Ratzel, la revolución conservadora de Oswald Spengler, Arthur Moeller van der Bruck y Ernst Jünger, las teorías de Lev Gumiliov, el nacional-bolchevismo del ya mencionado Steuckers, las ideas evolianas y el esoterismo, ingrediente inevitable de esta receta político-ideológica. En las obras de principios del siglo XX, también hay ecos del choque de civilizaciones de Samuel Huntington, junto con la idea de la misión imperial euroasiática, de la cual Rusia debe ser el futuro puntal.
Las posiciones duguinianas se cifran en una distorsión, no solo del orden internacional, sino también al interior de la sociedad: para lograr tales objetivos, son precisos un Estado y una estructura social resultantes de una palingénesis definida como cuarta teoría política, desgranada en el libro homónimo de 2009. En realidad, más que de una cuarta teoría, podemos hablar de una 3.1, porque Duguin considera que el siglo XX se caracterizó por el capitalismo, el comunismo y el fascismo, regímenes fracasados, pero del último, como se ha analizado en los párrafos precedentes, Duguin ha comido a dos carrillos. Puede parecer paradójico para aquellos observadores y periodistas que estos días lo describen como padre del nacionalismo ruso, pero la doctrina defendida por el filósofo tiene muy poco de ruso u oriental, en deuda como está con la experiencia histórica del neofascismo europeo.
El ascenso y la radicalización de los partidos de derecha en la Unión Europea, incluidos el Frente Nacional en Francia y la Liga en Italia, han abierto un nuevo y largo período de viajes y emprendimientos de Duguin por Europa. Por medio de los canales abiertos veinte años antes, el filósofo ha amasado un cierto número de seguidores en Italia, donde es presentado muchas veces como «asesor de Putin», e incluso como «cerebro» del Kremlin. En realidad, la cuarta teoría política tiene poco en común con las construcciones ideológicas de Putin, más basadas en el nacionalismo ruso presoviético y —en palabras del propio presidente— en las ideas y posiciones de Iván Ilyín, un filósofo de la diáspora con fuertes simpatías por el nazismo y el fascismo, y Lev Gumiliov. La cosmovisión de Duguin prevé disrupciones internas cuyas consecuencias serían impredecibles para un régimen que se sustenta en la despolitización. Pero atribuir implicación e influencia al exponente neoeurasianista ha servido a los círculos políticos de la derecha italiana para legitimarse a ojos de la opinión pública, aprovechándose incluso del efecto eco de aquella prensa que lo condena dando por buena la versión del Richelieu de Putin. La propia imagen de Duguin favorece esta representación al reflejar algunos de los estereotipos sobre Rusia y los rusos: barba larga, mitad de pope ortodoxo, mitad de campesino; apariencia hierática, mirada profunda y una voz de acentos metálicos. El aspecto físico del pensador parece la encarnación de las representaciones orientalistas de ese país.
La destrucción de Ucrania ha sido siempre parte de la parafernalia programática duguiniana. Ya en Osnovy geopolitiki se escribía que «Ucrania no tiene sentido geopolítico como Estado: caerece de cultura de importancia universal, no es geográficamente unitaria, no es unitaria desde un punto de vista étnico». Esta tesis, en los dos decenios posteriores a la publicación del libro, ha sido retomada en varias ocasiones por Duguin, con algunas adiciones y adaptaciones, como en el texto publicado por el sitio web Tsargrad.tv, parte del imperio financiero y mediático del oligarca ortodoxo Konstantín Maloféyev, protector del filósofo y patrocinador de toda iniciativa conspirativa en Rusia y Europa. En 2014, durante la primera fase, muy violenta, del conflicto en el Dombás, en una transmisión en vivo con la agencia de noticias ANNA News, el entonces profesor de sociología en la Universidad Estatal de Moscú instaba a «matar, matar y matar», asistiendo a, e interviniendo en, manifestaciones en Moscú y otras ciudades por Rusia, gritando desde los escenarios a Putin que enviara tropas a la región. La consecuencia de este consejo, demasiado apasionado quizás, fue el despido (técnicamente, no renovación del contrato) en septiembre de ese año, con la pérdida de la codiciada cátedra, para la que había sido nombrado en 2008 por el decano de la Facultad de Sociología en respuesta a las protestas estudiantiles contra la politización en nombre del nacionalismo y el tradicionalismo de los programas de estudio y la corrupción.
Es precisamente la posición radicalmente antiucraniana, con llamamientos a la violencia, vista como un elemento purificador en una interpretación escatológica de la realidad, lo que ha convertido a Duguin en uno de los principales animadores de la guerra en curso. Una posición compartida por Daria, a cuya trayectoria política, aunque menos compleja que su padre, también merece la pena prestar atención.
La Marine Le Pen rusa: la parábola de Daria Dúguina
Daria era la segunda hija de Duguin, nacida en 1992 del segundo matrimonio del filósofo con la profesora de filosofía Natalia Menteleva. Ella también había elegido estudiar filosofía, graduándose en 2014 en la Universidad Estatal de Moscú con una tesis sobre el pensamiento político de Platón en las obras de Proclo, y para el trabajo preparatorio, disfrutó de una estancia en la Universidad Montaigne de Burdeos, regresando entusiasmada con el nivel de los estudios franceses sobre neoplatonismo. Inmediatamente después, fue admitida al doctorado, y desde su página en el portal del Estado es posible reconstruir el camino que la llevó a apoyar activamente las ideas de su padre, deviniendo uno de los principales exponentes de la nueva generación: los informes sobre neoplatonismo presentados en sus conferencias se alternan con las intervenciones en conferencias e iniciativas del Movimiento Eurasiático, a lo que se suman distintas incursiones en el ciberfeminismo o las relaciones internacionales. Al menos hasta 2020, se desempeña también como artista musical con el proyecto Dasein May Refuse, música electrónica inspirada en Martin Heidegger y Antonin Artaud, con conciertos en Moscú y San Petersburgo, y al mismo tiempo, comienza a aparecer el nombre de Daria Platónova en el sitio Geopolitika.ru —plataforma para la difusión de textos e ideas de Duguin—, y más tarde en intervenciones esporádicas en Russia Today o las retransmisiones de Radio Komsomólskaya Pravda. Termina por convertirse en una figura de referencia, con invitaciones a los programas del primer canal ruso. Platónova-Dúguina se presenta como politóloga experta en Europa e interviene prediciendo escenarios apocalípticos provocados por la inmigración descontrolada. En Tsargrad.tv, sigue las elecciones presidenciales francesas y, en general, los acontecimientos de París.
La agresión militar contra Ucrania proyecta a Platónova aún más en los ambientes de la extrema derecha: interviene cada semana en diversas emisiones de televisión como una voz neoeurasiática, participa en asambleas organizadas por los círculos nacionalistas y ultraderechistas y es invitada de honor en varios streamings del mundillo. La chica «sonriente y abierta» de la que hablan sus amigos de los años universitarios se ha convertido en la «Marine Le Pen rusa», como comenta uno de los muchos artículos en recuerdo suyo en Tsargrad.tv, y está incluida en las sanciones británicas y australianas, considerada como una de las fuentes principales de desinformación rusas. El canal de Telegram de Platónova, marcado con la Z, cuenta con poco más de veinte mil suscriptores, lo que, sumado a los reposts de otros canales más seguidos, como Nezygar, considerado uno de los altavoces de los ambientes del poder en Rusia, conforman una audiencia nada desdeñable. Además, la colaboración con la editorial Chérnaya Sotnya («Siglos Negros») se extendió recientemente a la organización de sendas iniciativas en las librerías vinculadas a ella en San Petersburgo y Moscú, donde se habló de su viaje al Dombás.
Daria Dúguina había estado en junio en Mariúpol, donde había visitado Azovstal, y había publicado fotos y publicaciones en su canal de Telegram. Más tarde, a finales de julio, relató su experiencia a los partidarios de la guerra en las dos librerías. Del 13 al 14 de agosto, había asistido a la escuela de verano del Movimiento Eurasiático, y luego, el 20 de agosto, a la lección de Aleksandr Duguin en el festival Tradicija («Tradición»), que cuenta entre sus organizadores con el escritor Zajar Prilepin, ya a la cabeza de un pelotón de separatistas en el Dombás.
¿Quién era el objetivo?
Para comprender mejor lo que pensaba Daria Dúguina, vale la pena mencionar el breve texto de presentación del libro Z, una colección de escritos sobre la guerra de Ucrania que saldrá pronto publicado en Chérnaya Sotnya. Invitada a contar en pocas líneas las impresiones de su viaje, Platónova dejó escrito:
«La filosofía nace allá donde hay muerte y vida al mismo tiempo, donde existen el yo y el otro, donde emergen la diferenciación y la superación de esa alteridad. Para mí, Novorrusia es un espacio de sentido filosófico. Ahora mismo, es el espacio de formación de Rusia; gracias a este frente existimos como Rusia, como Rusia indomable, Rusia levantada contra el liberalismo totalitario que se adueña de todas las porciones del mundo. El viaje a Novorrusia me hizo regresar a los fundamentos de la filosofía; a la reflexión sobre la epifanía, sobre las intuiciones. Así es precisamente como se estructura la relación correcta con la vida y la muerte, con uno mismo y el otro; precisamente así se forman las razones de nuestro imperio. Para mí era importante presenciar esta autenticidad, que hoy no está presente en nuestras capitales polvorientas, inundadas por el factor de la muerte. Hay que ir a Novorrusia para entender qué es la vida, cómo vivir, cuál es el aliento del imperio, qué es el imperio. Es Novorrusia la que proporciona una respuesta definitiva a estas preguntas. La primera lección de Novorrusia es la vida fuerte; está hecha para despertarnos».
Palabras delirantes, que muestran la identidad de puntos de vista entre padre e hija, sacerdotes de un imperio metafísico que ha de construirse sobre la sangre de un país. El último discurso de Daria Dúguina, en el evento Armija-2022, auténtico festival del ejército ruso, denunciaba Bucha como un montaje occidental. Pero probablemente el verdadero objetivo del atentado fuera Aleksandr Duguin, hipótesis que se sustenta en el papel por él asumido a lo largo de los años como una de las figuras más prominentes de la extrema derecha rusa en el extranjero, y en el caso particular de Ucrania, una de las más odiosas por sus posiciones, que siempre han negado al país la legitimidad de su existencia.
Ilya Ponomarev, exdiputado ruso en el exilio en Ucrania desde 2014, anunció durante la transmisión Utro fevralja («Mañana de febrero») que el ataque habría sido llevado a cabo por el Ejército Nacional Republicano, una formación de la que no hay noticias excepto por un escueto comunicado de «partisanos» rusos, opositores de Putin, leído por el propio Ponomarev. Lo que arroja algunas dudas sobre esta versión es la forma en que se han desarrollado las acciones contra la guerra en Rusia en los últimos meses, desde el sabotaje ferroviario hasta la quema de puntos de reclutamiento, acciones reivindicadas en parte por grupos anarcocomunistas, pero principalmente bajo el signo del espontaneísmo. Kiev niega toda implicación, aunque pueda parecer la pista más evidente, y también se manejan hipótesis sobre ajustes de cuentas no especificados en el ámbito del extremismo ultranacionalista. La ausencia de grabaciones en el estacionamiento del lugar donde se llevó a cabo el festival genera aún más confusión, debido a una falla de las cámaras que data de hace dos semanas: un detalle de no poca importancia, dado que, según los investigadores, la bomba lapa habría sido colocada debajo del asiento del conductor.
Furio Jesi escribió sobre la religión de la muerte y las ideas sin palabras como partes constitutivas de la herencia ideológica y cultural de la extrema derecha, proporcionando un análisis agudo de las mismas en su Cultura di destra. Para la religión de la muerte, necesitamos biografías ejemplares, lo más hagiográficas posible, de mártires. La historia de Daria Dúguina-Platónova la convierte en una de las presencias en el panteón del ultranacionalismo y el neofascismo en Rusia y Europa.

Giovanni Savino es historiador, experto en Rusia y Europa del Este, y profesor de historia de Europa del Este en la Universidad de Parma. Es autor de diversas obras y artículos sobre nacionalismo ruso, entre ellos el libro Il nazionalismo russo, 1990-1914: identità, politica, società (2022). Puede encontrárselo en su cuenta de Twitter, @giovsav, y su canal de Telegram, Russia e altre sciocchezze.
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