Arte

De las formas extrañas de belleza y nostalgia en ‘dark academia’

«Hay una nostalgia. No exactamente de la edad dorada. No exactamente de la tierra. No exactamente de la grandeza. Hay una nostalgia de claustros góticos y de conocimiento obsesivo. Hay una nostalgia de delicadas columnas dóricas, de calles empedradas y lluviosas. De recorrer tomos raídos. De debates inflamados, de vino, de rosas y vides. Del país adonde van los sabios cuando se retiran». Un artículo de Fran Liñeira.

/ un artículo de Fran Liñeira /

I hope we’re all ready to leave the phenomenal world and enter into the sublime

Donna Tart, Secret History

Hay una nostalgia. No exactamente de la edad dorada. No exactamente de la tierra. No exactamente de la grandeza.

Hay una nostalgia de claustros góticos y de conocimiento obsesivo.  

Hay una nostalgia de delicadas columnas dóricas, de calles empedradas y lluviosas. De recorrer tomos raídos. De debates inflamados, de vino, de rosas y vides. Del país adonde van los sabios cuando se retiran.

Es una emoción voraz. Romántica. Sublime. ¿Qué es la belleza? Belleza es terror. Y la nostalgia es, entre otras cosas, el terror tranquilo tras el fin.

Hay una nostalgia del tiempo en el que era posible dedicar la vida a buscar la Verdad, la Belleza, la Sabiduría, el Honor. Acaso nunca fue posible, pero hay nostalgia igual.

Qué miedo da el agujero abierto, boqueante, de la ignorancia. Qué terrible es leer, y leer, y no abarcar. Qué risa la de nuestras pilas de libros al vernos agarrarnos, desesperados, a la ilusión de que se agosten.  Qué cruel y terrible es la memoria, y más cruel y más terrible por ser frágil. Esto todos lo intuimos.

Las humanidades son las disciplinas que investigan el porqué de nuestra existencia, y son también un lujo. El profesor Keatings, de El club de los poetas muertos (Weir, 1989), que tanto daño ha hecho en los departamentos de literatura, afirmaba con candor que la poesía, la belleza y el romance son los motivos mismos para mantenernos vivos. Citaba a Whitman: «Life exists, and identity. (…) the powerful play goes on and you may contribute a verse».1 Citaba a Thoreau: «[swore] to put to rest all that was not life…».2 La película trabaja con intensidad esta oposición entre vida plena y vida vacía, y sitúa a las humanidades, y en particular a la literatura, decididamente como requisito para la plenitud. Las humanidades son un lujo, pero sin ellas somos cáscaras, zombis. Existe, por tanto, una manera superior de vivir: la que conecta con la belleza y el conocimiento. Existe, en consecuencia, una manera inferior de vivir: la que no conecta con la belleza y el conocimiento.

No es de extrañar una nostalgia: es difícil ver la belleza y el conocimiento a nuestro alrededor.

El club de los poetas muertos es uno de los textos clásicos de la corriente estética que conocemos como dark academia. El movimiento recibió un canon, una nomenclatura oficial y un ejército de cofrades intensitos en 2017, en las praderas de asfódelos de Tumblr. Tenemos hasta el post, hasta que la historia nos corrija, en el que cristalizan. Pero la emoción, la nostalgia, estaba antes, aunque ahora se exprese así. Ya existían algunos de sus textos y de sus referentes. Las humanidades y la belleza no surgieron en 1989, con El club de los poetas muertos, como champiñones casuales.

El post en cuestión

No es de extrañar que el neobarroco y la digimodernidad y la veneración del libro en tanto artefacto cultural afilen el puñal de emociones que atraviesa a algunos: en época de máscaras, claroscuros, comunicación y virtualidades no deja de ser lógico que exista el impulso de volver a una belleza trascendente. Bien: una corriente así no se restringe, como se puede deducir, a la literatura. Y, a riesgo de enfadar a Plinio el Viejo, que popularizó aquello de «ne supra crepidam sutor iudicaret»,3 debemos tener en cuenta sus ramificaciones en moda, costumbres, referentes y textos, aunque sea imposible ser el perejil de todas las salsas y el experto infalible en todos los temas. Forma parte, además, de un grupo de aesthetics, corrientes cuyo caldo de cultivo ha sido ya internet. Otros ejemplos incluyen al laborwave, el mythpunk o el cottagecore. Lo han oído aquí primero: cuando los investigadores empiecen a fagocitarlos estarán por todas partes.

En su manifestación de moda y lifestyle es donde, curiosamente, se ha expandido con más velocidad. Siguiendo a Michel Suárez, en De re vestiaria (Trea, 2023), que piensa la moda como uno de los principales motores en la transfiguración material y ética de las sociedades, cabría preguntarse si la dark academia forma parte del «abigarrado muestrario de lifestyles que alimenta la ilusión de ser originales sin necesidad de pagar el peaje del autoconocimiento» y si es una de las «personalidades de quita y pon» de esta época.

Tentativamente, vamos a decir que no, aunque sea por no dar carpetazo al tema. Algo de eso hay; se seleccionan, de entre el sistema de signos que es la moda, los elementos que quieren transmitir antigüedad, sabiduría, singularidad, obsesión, elegancia, emotividad, capricho, extravagancia, poder y clasicismo. Así, sin ser exhaustivos. Como dice el mismo Suárez, la estética alumbra la totalidad de la cuestión social e influye poderosamente en las mentalidades, oficios, gusto y economía. Vamos a darle a la dark academia, de este modo, el beneficio de la duda: quizá tenga potencial emancipador o quizá nos sirva para entender mejor el mundo. O ambas. Quizá simplemente sea bella. O quizá ninguna.

El propio nombre que recibe es muy apropiado. Si la Ilustración contiene dentro la metáfora de la luz,4, el nombre dark academia yuxtapone, paradójicamente, investigación y oscuridad: aquello que está destinado a iluminar, a abrir, a ordenar y racionalizar el mundo (la academia) se mezcla con un núcleo apagado, clausurado, irracional o podrido. La oscuridad funciona como paradoja barroca, como claroscuro romántico. Y esa es su base y su centro: el examen crítico de las instituciones del conocimiento, la fascinación con la estética del saber en sentido amplísimo y el estudio de sus relaciones, siempre tensas, con la belleza y el poder. Casi nada. Bebamos y tomemos fuerzas.

Su manifestación narrativa está en plena ebullición, pero podemos señalar algunos textos básicos que iremos utilizando como ejemplos. Existe una veta de dark academia en mundos transmediales como el de Harry Potter o en videojuegos como Bloodborne o Elden Ring. También en películas, como El club de los poetas muertos (Weir, 1989), Kill your Darlings (Bunn, 2013) y The riot club (Scherfig, 2014) o en novelas, como Todos somos villanos (M. L. Rio, 2017), Los seis de Atlas (Blake, 2020), La vida invisible de Addie LaRue (Schwab, 2020), La novena casa (Bardugo, 2020) o Babel (Kuang, 2022). La estética se desarrolla también en música; Gang of Youths, Neroche o Hozier participan de la corriente y apuntalan alguno de sus motivos narrativos y de sus temas, muy particularmente los que tienen que ver con la recreación de la cultura histórica y clásica.

Algunas de sus características son intuitivas: una nostalgiadifusa por los espacios tradicionales del conocimiento; una crítica y fascinación con el elitismo intelectual y económico. Algo de escapismo tiene, y de idealización de espacios académicos de la primera mitad del siglo XX, particularmente de Cambridge, Oxford o Harvard. A esta nostalgia la acompaña una problematización, más o menos enfatizada en la narración, de las instituciones del conocimiento y de las personas que pueden acceder a él. Critica sin renunciar, en ningún caso, a reconocer el atractivo de esos lugares y de las dinámicas que en ellos se generan; el arquetipo del profesor intenso y amoral y su relación tóxica con un grupo de alumnos peculiares y brillantes suele estar en el centro de la historia.

El amor por el conocimiento inútil está relacionado, aunque no es sinónimo, con esta nostalgia. Escribe Giordano Bruno en De innumerabilibus, immenso et infigurabili (1591) que la sabiduría y la justicia empezaron a abandonar la Tierra en el momento en que los doctos, organizados en sectas, comenzaron a usar su doctrina con afán de lucro. Algo así aletea también en La utilidad de lo inútil (2013), el ensayo genial de Nuccio Ordine, quien afirma que, sobre todo en los momentos de crisis económica, de utilitarismo y de egoísmo, las actividades que no sirven para nada pueden ayudarnos a escapar de la prisión, a salvarnos de la asfixia y a transformar una no-vida en otra orientada hacia las cosas humanas. Parece, entonces, que esta corriente condensa una reflexión previa y paralela e intenta afirmar una oposición: lo útil contra lo humano. Pocas cosas más emancipatorias, entonces, que las calles empedradas (que ahora recuperan los movimientos municipalistas y ecologistas), que las tiendas de antigüedades, las librerías de segunda mano o la escritura con pluma.

Son motivos típicos, es decir, ejes de significado, la decadencia, las ruinas y el otoño, los héroes birónicos, la locura divina, la sublimidad, la demostración (de narrador, emisor y personajes) de cultura histórica y filosófica, la reflexión sobre la belleza como sistema simbólico, la muerte, el asesinato y lo salvaje, la relación entre belleza y terror y la tragedia clásica. Su estructura suele contener a un personaje de clase trabajadora o en situación vulnerable que entra en relación con un grupo carismático y misterioso de personajes elitistas y eruditos; conecta, claro, con la estructura general que la narratología conoce como from rags to ritches, y, en particular, con la narración corta de Fitzgerald El gran Gatsby (1925), quizá lo más parecido que existe a la espectral gran novela americana. Pongamos el caso de Secret History: un estudiante que huye de una familia pobre y abusiva, Richard, entra, no sin problemas, en una clase de griego antiguo en una facultad de élite en Vermont. El protagonista se obsesiona con sus compañeros y con su profesor, y la narración sigue la estructura de una tragedia griega en la que la catarsis solo se puede alcanzar con la sangre derramada. La idea de belleza que se discute huye de la suavidad o del consuelo, y el anhelo por lo pintoresco, lo singular independientemente de su ética, es la hamartia, el error fatal del protagonista. El libro está salpicado con decenas de demostraciones de erudición y clase que generan admiración y rechazo hacia los personajes. ¡Hasta orgías y rituales dionisíacos!

Naturalmente, poca emancipación habría si la corriente no problematizase la historia, el conocimiento y el poder. De hecho, se ha hablado por extenso (Natalia Vila, Tim Brinkhof o Rowan Ellis) de la naturaleza netamente elitista, jerarquizante y deshumanizadora de estas historias. Incluso la arquitectura, tendente a lo gótico, es imponente y reduce a los personajes a meros paseantes entre monumentos colosales. La búsqueda de la luz, es decir, del conocimiento, se metaforiza, y los estudiantes buscan el conocimiento absoluto y trascendente sin acercarse a él. Y en el entretiempo, se involucran en crímenes. Ora et labora, supongo. Se ha hablado también, y con razón, de cómo el conocimiento, su búsqueda y su estética están conectados al lujo, la riqueza material y el poder. Las secuencias de inspiración narcoticoromántica de Allen Ginsberg en Kill your darlings se representan descontextualizadas, pero deben estar sostenidas por la riqueza familiar o por una red de seguridad. ¿Quién paga las facturas de esos bohemios?

En consecuencia, es natural que la mayoría de estas novelas se ambienten en escuelas o espacios formadores de todo pelaje: la búsqueda de conocimientos y la exploración de la sabiduría y la belleza van acompañada de la falta de responsabilidades relacionales o económicas. Las humanidades, como decíamos, son un lujo. Y este es un tema complejo que se plantea directamente: ¿solo las personas no sometidas a los rigores del sistema pueden buscar la sabiduría, el honor, la verdad? ¿Unos se hunden en trabajos alienantes para que otros puedan realizarse en la exploración del conocimiento? ¿Es una marca de poder ser capaz de preocuparse por esos asuntos trascendentes e inútiles? Es muy significativa, a este respecto, la reacción de los protagonistas de Secret History cuando, tras una bacanal, asesinan a un granjero. Uno de ellos prefiere ver su muerte como una mera «redistribución de la materia». Otro se justifica y señala que «el hombre al que matamos no era precisamente Voltaire».

El estilo finisecular en cuanto a la moda es, como señala Rowan Ellis en The problem with Dark Academia, quintaesencialmente tory: blazers, chalecos, tweed, pana, cardigans… vestidos vintage de gente con pasta. La pregunta es, al final, si la corriente internaliza algunos de esos sesgos elitistas y si hace a la estética colonizadora y dominadora demasiado atrayente. Al fin y al cabo, el campus, la arquitectura gótica y la cultura clásica parecen eternas, pero son históricamente contextualizables. Han incorporado, por ejemplo, elementos racistas y de envidia continental entre Estados Unidos e Inglaterra. ¿Quién dice que la búsqueda de conocimiento debe suceder en Edimburgo y no en Manchester? ¿Por qué esa presentación de los académicos como guardianes de la llama civilizatoria de la cultura occidental, término terrible, y de la herencia grecorromana?

Como no podía ser de otra manera, la corriente se basa en personajes y tradiciones europeas, blancas, coloniales, clasistas y secuenciales en cuanto a la idea de progreso: asumen que vamos siempre a mejor. R. F. Kuang, que no ha podido dejar de notarlo, le hace un traje a estas ideas y escribe, en Babel (2022), un historia sobre la necesidad de la violencia contra las estructuras colonialistas y el imperio. Hay belleza en las historias nostálgicas y trágicas, y en los anhelos revolucionarios que nunca se cumplen.

De hecho, Babel, parte de la meritoria clase de narraciones que son protagonizadas por traductores o filólogos, es uno de los cúlmenes del género que muestra, de forma muy clara, sus posibilidades transformadoras.

Encontramos en ella las características que hemos ido viendo: la idealización nostálgica de Oxford, el amor por el conocimiento inútil, en este caso la etimología, que está en la base de su sistema de magia y tiene consecuencias temáticas, la ambientación en escuelas, los personajes ricos, el protagonista racializado y vulnerable, las sociedades secretas, el estilo gótico y finisecular y la problematización de la historia. La novela habla muy claramente de qué haces cuando tienes una sociedad ya construida sobre un sistema depredador. ¿Reforma o revolución? Desde una perspectiva poscolonial, se pregunta si es posible que haya alianzas entre las personas racializadas y no racializadas. Babel explora y explota las relaciones entre conocimiento y sociedad de forma admirable: sus personajes (alegóricos, en gran medida) son necesarios, por su tradición cultural, para que el imperio avance y se benefician de la destrucción de sus culturas de origen. Babel está acompañada de paratextos (citas antes de cada capítulo y notas al pie de página que corrigen a sus personajes o amplían el relato), como buen relato academicista.

Literariamente, la ascendencia de la dark academia es sugestiva. Natàlia Vila, en The rise of the Dark Academia Genre (2023), señala como precedentes la novela de campus, que ya tocaba la toxicidad y disfuncionalidad de la academia (los temas son la obsesión, profesores moralmente grises, sobreexplotación y el coste personal de sobrevivir en ese ambiente) y el bildungsroman, ya que uno de los motivos recurrentes es el de un personaje ajeno al ambiente académico que, en su etapa de maduración, se ve afectado por él. Por supuesto, la dark academia deriva casi directamente del movimiento literario romántico (con su ennui, elitismo, la libertad como eje temático, héroes birónicos, énfasis en la obsesión, sublimidad, trascendencia y base de cultura histórica). Otras fuentes, en términos generales, son el Fausto (1808-1832) de Goethe (con la idea de que la inteligencia y la belleza sin una columna ética se vuelven monstruosas), Thoreau, Whitman, Shelley, Oscar Wilde, las Brontë, Edgar Allan Poe, Kafka, Frankenstein… Tirar del hilo de la relación entre literatura, identidad y lifestyle nos llevaría lejos. Si estudias lo suficiente, te explotas a ti mismo lo suficiente y consumes la suficiente cafeína llegarás a algo que tenga trascendencia, sentido. No es de extrañar que una idea con tantos tentáculos y tan predominante haya cristalizado en literatura y nos visite de vez en cuando.

Ejemplos de caracterización y moda darkacadémica

Existe, como hemos visto, potencial emancipatorio en la dark academia. ¿Cómo no va a existir, en textos que examinan la relación entre conocimiento, clase, poder y sociedad? Para muestra, un botón:

La trilogía, enfocada a un público más bien juvenil, de la Escolomancia, de Naomi Novik, hace un uso gozosamente cruel de alguno de estos tópicos: la escuela en la que los niños-magos estudian busca asesinarlos activamente. Su misión, en un principio, era la de ofrecer santuario a los niños dotados del mundo; su lema es «en la sabiduría, refugio», pero el mismo sistema que promete protegerlos los devora cruelmente. Es una metáfora clara que, además, reflexiona (siguiendo a Aquellos que se marchan de Omelas, el cuento de Ursula K. Le Guin) sobre si es posible construir una sociedad buena sobre una base cruel y trabaja con alegría las posibilidades narrativas de una novela sobre una academia de magia. Lo más interesante es que, en el último libro, la protagonista sale de la escuela al mundo y descubrimos con ella que las estructuras de las instituciones del conocimiento y de las instituciones sociales no son idénticas, pero riman. Para que la sabiduría sea un refugio y las escuelas sirvan de santuario no basta con reformarlas: hay que reformar todas las instituciones.

En muchos sentidos, la dark academia es una corriente antonímica (cuánto ayudan y qué daño hacen las dicotomías) del cottagecore. Esta otra corriente, popularizada en la misma época, de 2017 para acá, se caracteriza por un bucolismo modernizado y una vuelta a lo pastoril (que no lo rural). Otra corriente afín, como es el solarpunk, también se interesa por la vuelta al medio natural integrando, además, la tecnología. Un videojuego como Stardew valley es la continuación histórica de Thoreau, de Garcilaso, de Horacio y hasta de los hippies, si me apuras. El cottagecore tiene un claro cariz ecológico, suave, burbujeante y optimista, que contrasta con la nostalgia voraz de la dark academia y su representación, problematizada, de la historia, del poder y del conocimiento. Está por escribir todavía el libro que los analice sistemáticamente, encontrando sus calas y hurgando en sus recovecos: baste, por ahora, decir que el núcleo de esta estética académica es, al tiempo, utópico y nostálgico, moral y lleno de rechazo a la moral, individual y desesperadamente comunitario, comercial y añorantemente trascendente. Quizá el artículo de Lara López en Contratexto (2022) sea uno de los estudios más acabados, hasta el momento, al respecto.

Mucho habría que hablar, también, sobre los vínculos de la dark academia con la mitología y la tragedia. ¿No es una refundición mitológica como La canción de Aquiles partícipe también de la misma nostalgia, de la misma añoranza de Verdad, de Honor, de Belleza, de Sabiduría? También queda pendiente el examen de su conexión estilística con artistas como Florence and the Machine, Taylor Swift o Hozier, que participan de la estética de forma más tangencial.

Las estéticas digimodernistas se fundan en una idea de comunidad. En un artefacto cultural como Juego de Tronos oíamos que «el amor es la muerte del deber», es decir, que los impulsos individuales están en conflicto con las estructuras de la sociedad. Y vencen. Si ahí oíamos eso, en los textos de la dark academia pasean personajes cuya base psicológica en la pérdida de la identidad, la consunción en algo trascendente que vaya más allá de ellos: la sabiduría, el honor, la belleza, el amor. Pensemos en El club de los poetas muertos y en Robin Williams instando a sus alumnos a que no vean la poesía como algo útil, sino como algo identitario, integral, eterno.

Recorre a este modo una profunda corriente irracionalista y, por ello, dionisíaca, sublime, salvaje. No es casual que los protagonistas de Secret History organicen bacanales en el bosque que rodea a su escuela de élite. Y su recepción es perfectamente consciente de esta oposición. Zoe Robertson, en The Scholarship of sexy privilege (2020, bookriot), señala con mucha agudeza que es normal preferir sumergirse en Oda a una urna griega o en una representación de Las Bacantes porque no nos da la gana de dejar nuestras pasiones para hacer un turno humillante en el curro.

El pasado siempre ha sido más complicado que las historias que nos contamos sobre del pasado. El saber y la belleza siempre han sido más excluyentes, más terribles que las historias que nos contamos sobre ellos. Aun así, incluso en los textos más críticos encontramos un barniz de fascinación hacia el conocimiento por sí mismo, un aire de mundos distintos, una brizna de antiutilitarismo. Tan solo eso ya es transformador.

Queda la duda de si la nostalgia conecta necesariamente con una emoción o un estado cultural conservador, de reacción, de miedo. La dark academia esconde mucha nostalgia y belleza. Y contra lo terrible y lo cínico el arte y la belleza proponen la emoción y el entusiasmo; sugieren la capacidad de buscar motivo y trascendencia en la belleza que nos ha sido (injusta, problemáticamente) legada. Esta corriente ahonda en ello con todas las herramientas narratológicas a su disposición. Quizá su potencial para la transformación consista en unir una búsqueda fenomenológica, una crítica a las instituciones del conocimiento, con algo que se parece a la búsqueda de lo eterno, a la fascinación por (algunos) monumentos a la sabiduría humana. La belleza renueva el mundo. La belleza, afirmó Dostoyevski con lucidez, salvará al mundo.

Y que no se nos olvide: en último extremo, la capacidad más escondida de la nostalgia es la revelación de las utopías.


1 «Existe la vida, y la identidad […] la poderosa obra continúa, y tú puedes contribuir con un verso».

2 «[Juró] dejar a un lado todo lo que no era vida…».

3 Libremente traducido «un zapatero no tendría que juzgar (lo que esté) sobre el zapato». Plinio nos pide que no seamos todólogos y no nos metamos en berenjenales. Plinio ha sido y es tristemente ignorado.

4 En varias lenguas, además: Lumières, Enlightenment, Aufklarung, Iluminismo, Luzes…


Fran Liñeira (Compostela, 1992) es investigador, escritor y docente. Estudió una serie de cosas, la mayoría nutritivas, otras no tanto. Lee con interés a muertos y muertas, pero no desprecia a los vivos. Ha publicado artículos en torno a la crítica cultural y la literatura especulativa en Contrapunto o Amberes. Actualmente prepara una tesis sobre fantasía, mitología e ideología en La Rueda del Tiempo.

2 comments on “De las formas extrañas de belleza y nostalgia en ‘dark academia’

  1. Agustín Villalba

    Si «Belleza es terror», como puede leerse al principio de ese texto muy confuso, sorprenden luego las afirmaciones «contra lo terrible y lo cínico el arte y la belleza proponen la emoción y el entusiasmo» y sobre todo «La belleza renueva el mundo. La belleza, afirmó Dostoyevski con lucidez, salvará al mundo.»

    ¿Debemos comprender que el terror además de producir «emoción» y «entusiasmo» capaces de luchar «contra lo terrible» logra «renovar» el mundo y va incluso a «salvarlo»? ¿El terror, que es precisamente lo contrario de la belleza?

  2. j m ferrandez

    Hay una nostalgia muy gorda en mi de entender lo que se lee
    Ah los tiempos en que uno se enteraba de le mitad de las misa
    Con tantos idiomas es más duro explicarse bien

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