/ un artículo de Vicent Yusá /
Hay un tiempo lineal y un tiempo circular. El primero pertenece a los jóvenes, la novedad perpetua, el segundo a los mayores, el retorno. A medida que envejeces se hace más patente la veracidad del verso de Azorín: «Vivir es ver volver». No es que no haya descubrimientos, o que ya se haya arrojado la toalla en un gesto de renuncia a seguir sorprendiéndose o entusiasmándose. No: ocurre que uno es más sensible, percibe con mayor crudeza los ciclos, las pautas, las vueltas, el eterno retorno. Pero lo que más impacta son los regresos de situaciones, de cosas olvidadas, esas que habían perdido intensidad intrínseca o quizá había menguado tu disposición para percibirlas. Regresan más potentes, más irritantes, menos asumibles, fundamentalmente porque tu intransigencia se ha acrecentado. No todo se pierde a medida que envejeces: se gana en intolerancia ética, que es como un fanatismo bueno, una virtud.
Es el caso de las corridas de toros, o más ampliamente el todos los «espectáculos taurinos». De nuevo omnipresentes este verano en calles y plazas y en todos los medios de comunicación: una cornada de no sé cuantos centímetros; una mujer corneada por una vaquilla que se escapó del pueblo vecino donde hacían bous al carrer; los forofos taurinos de Morella tratan de impedir hacer fotos a la barbarie del toro embolado; nombran a un director general de toros; los toros vuelven a Gijón; aumentan las subvenciones de la Administraciones a las escuelas taurinas; se organizan «chiquiencierros» en un pueblo de Murcia, que definen como «simulación para niños de los sanfermines»; la escuela taurina de Salamanca multiplica sus cifras de festejos mientras la ONU estudia cerrarla porque «menores de ocho años aprenden a maltratar un toro». Este verano de nuevo, y con más potencia, ha regresado la barbarie, han vuelto los toros.
Los medios de comunicación, los locales y los de referencia progresista como El País, siguen impasibles jaleando la «fiesta nacional» y sus derivados. Las peñas están enardecidas, y la tarjeta de presentación al mundo de la crueldad patria, los sanfermines, siguen dispersando por el exterior nuestra verdad negra. Cabría preguntarse si es una propensión biológica, si existe un «gen español» proclive a la crueldad animal (dejo a los biólogos moleculares la respuesta). Pero, aunque esa propensión a la tortura no sea mayoritaria, sí lo es la indiferencia con la que la sociedad lo tolera, incluso lo vota.
Las piruetas retóricas con las que se suele respaldar esta defensa a ultranza de la tortura animal son de dos tipos: «es un patrimonio cultural tradicional» y «es arte», apelando a insignes pintores como Goya o Picasso. No creo que merezca la pena tratar de dar argumentos racionales para rebatir estos reiterados lugares comunes. Cualquier tradición debiera pasar un filtro ético basado en el respeto a la dignidad humana y el valor y respeto exigido a los animales y a la naturaleza. Excluir a los animales de cualquier consideración moral, negarles, como mínimo, que son valiosos y que es un deber humano no dañar a los seres que tienen capacidad de sufrir, es sencillamente inmoral. Bien, acepto que a alguien le pueda gustar el cuadro La corrida de toros de Picasso, pero eso no tiene la menor relevancia en orden a considerar como arte las corridas de toros. Como no es arte lo que ocurre en un burdel, aunque nos gusten Las señoritas de Avignon. Pero, más allá de los toros, lo que se debate realmente es qué tratamiento merecen los animales (y la naturaleza) por parte de los humanos. ¿Cuáles serían los mínimos éticos que una sociedad democrática debería tener presente en relación con los seres con capacidad de sufrir?

Las éticas tradicionales actuales, aquellas que inspiraron el gran hito moral de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, tienen su fundamento en la dignidad humana. Las personas tienen un valor absoluto y son un fin en sí mismo, es decir: tienen dignidad. Y esa dignidad es el fundamento de la moralidad. Estamos frente a un paradigma antropocéntrico. ¿Es posible desde ese paradigma apoyar la protección y los derechos de los animales, o es necesario un cambio de paradigma?
Nos encontramos con tres tipos de respuestas. La que se mantiene desde la ecología profunda, que aboga por un cambio de paradigma, pasar del antropocentrismo al biocentrismo. Para este movimiento filosófico, la naturaleza tiene valor en sí misma al margen de la consideración humana. Consecuentemente, la comunidad moral no es la humanidad, sino la naturaleza toda (las plantas, los animales, el suelo, el aire, …), y en ese sentido proponen una ética de la responsabilidad y del cuidado de la naturaleza, incluyendo a los animales. Por otro lado, tenemos a los movimientos animalistas que acusan al modelo antropocéntrico de especista por conceder preponderancia moral y jurídica a la especie Homo sapiens sobre las demás especies, y proponen ampliar el paradigma antropocéntrico para incorporar los derechos de los animales, puesto que son seres sintientes, con capacidad de sufrir.
La tercera respuesta sería la de aquellas éticas que se mantienen fieles a la tradición occidental, en gran parte derivadas de las éticas kantianas, que se fundamentan en la dignidad de la persona humana, que es autónoma, y por lo tanto puede y debe definir su propia vida moral, que es lo distingue a las personas de los seres no racionales. Para estas éticas fieles al paradigma antropocéntrico, sólo las personas tienen derechos, pero los animales tienen valor interno, no instrumental, y por lo tanto existen obligaciones morales de los humanos para con los animales. Obligaciones de respetar lo valioso, de no dañarlo. Por lo tanto, es exigible educar a las personas en la actitud de proteger y no maltratar a los animales.
Sea cual sea la opción que se elija, existen unos mínimos éticos que reclamarían tratar a los animales como seres sintientes, a los que se debe proveer de protección y bienestar, sin maltratos ni agresiones. Del mismo modo, cuando un animal es criado para la alimentación humana, debe garantizarse su bienestar en todas las etapas de la vida. Estos mínimos éticos quedan recogidos en la Declaración Universal de los Derechos del Animal de 1978, que en gran parte ha inspirado la reciente Ley 7/2023, de protección de los derechos y el bienestar de los animales. Lamentablemente, y a pesar de los buenos propósitos de «regular la protección de la dignidad de los animales derivada de su naturaleza de seres sintientes, y garantizar sus derechos», quedan fuera de la misma los animales utilizados en los espectáculos taurinos y los perros de caza. Precisamente el ámbito donde es más evidente el maltrato animal. Se ha impuesto la razón estratégica sobre el deber moral.
Este verano han vuelto los toros. Creí que estaban en proceso de disolución, o quise creer que lo estaban. Pero ahora vuelven con chulería y arrogancia, respaldados activamente por la extrema derecha, que los enarbola como una «seña de la nación española». Aseguraban los ilustrados que el progreso sería lineal e imparable. Quizá tenían razón en lo referente al progreso científico-técnico, pero no tanto en lo referente al progreso de la razón. En demasiadas ocasiones la razónmoral retrocede a etapas aparentemente superadas. Este retorno de la capa y el estoque no augura nada bueno, ni útil. Pero no nos resignamos, seguimos en la brecha en este tiempo ya circular.

Vicent Yusá es doctor en química, investigador en las áreas de seguridad alimentaria y ambiental, y profesor asociado en la Facultad de Química de la Universidad de Valencia. Ha dirigido los laboratorios de salud publica de la Generalitat Valenciana y ha participado en diferentes proyectos nacionales e internacionales. Tiene un gran número de publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Actualmente realiza estudios de filosofía.
Totalmente de acuerdo.
Muchas gracias.
Saludos
No tengo la menor afición a los toros
Pero pienso que si torear es malo también debería serlo comer pollo o cordero o conejo o vaca etc
Hay posiciones éticas que así lo consideran.
Mi posición sería más antropocéntrica, y en ese sentido a los animales criados para la alimentación humano hay que garantizarles el bienestar animal, de acuerdo con las legislación europea, y según señala la Declaración Universal de los Derechos del Animal de 1978.
Pero las corridas de toros y similares, son pura brutalidad y ensañamiento. No son necesarias para la supervivencia de los humanos.
Gracias por su comentario José Manuel.
Muchas gracias, Vicent por tu escrito pues parafraseando a Machado y adaptándolo a tu situación, te debemos cuanto escribes ya que con tu dinero pagas.
Totalmente de acuerdo con el respeto a la vida y dignidad de los animales, aunque mi postura sea antropocentrista y nunca confundiré a ningún animal con los seres humanos que sufren las guerras y la brutalidad de fanáticos.
En lo que no estoy totalmente de acuerdo es en los resquicios del texto y así no creo que exista un “fanatismo bueno” ni una” intolerancia ética”. Pero en lo que más disiento es en que no creo en las adhesiones incondicionales y así, no acabo d e entender eso de que El País sea una “referencia progresista” ni que se ponga el acento en las corridas de toros como “seña de la nación española” y se olvide la defensa del maltrato de los toros en la calle, defendida en Cataluña como una fiesta popular.
En lo que sí coincido es en que detrás de la defensa del maltrato animal hay un tufillo de extrema derecha, tanto en la Cataluña separatista e intolerante como en el resto de España y por eso no salgo de mi asombro cuando la televisión pública, pagada con los impuestos de todos nosotros, califica al cóctel que prepara el Sr. Sánchez con partidos claramente de derechas como el PNV o Justs per Cat, y movimientos que apoyaron el terrorismo sin fisuras y promueven en la actualidad la marginación de quien no comparte su ideario, como Bildu o la autodenominada ERC, de alternativa de progreso.
En el fondo tendrás razón y hay demasiadas cosas que regresan ; pero no comparto que debamos sentarnos a verlas venir, ni aceptarlas sin rechistar o sin criticar a quienes dicen representarnos y solo velan por sus intereses.
Un fuerte abrazo desde la disensión, más parcial que otra cosa
Gracias Miguel por tus comentarios. Quizá sea un cierto abuso del oximorón lo del “Fanatismo bueno” /“intolerancia ética”, pero creo que se pueden defender causas nobles y correctas (libertad, democracia,…) con contundencia.
Creo que es generalmente aceptado que EL PAÍS es el periódico de referencia (más leído, influyente) de las corrientes progresistas en España. Crítico que siga manteniendo las crónicas y las informaciones de corridas de toros, ya que choca con la sensibilidad contraria al maltrato animal de sus lectores.
La alternativa de Sánchez es de progreso ( ver programa), aunque no todos los partidos que puedan apoyarlo sean de izquierda. Sobre todo es de progreso si se compara con la alternativa, que niega el cambio climático y la violencia machista ( por poner 2 ejemplos).
Un fuerte abrazo progresista
La posición antopocéntrica, Vicent, según yo la entiendo, es aquella en que el hombre decide qué es el bien y qué es el mal.
En el caso de los animales, es el hombre quien dice cuando es bueno disponer de sus vidas y cuando es malo
No me parece que en los toros exista ensañamiento con el animal, aunque puede haber brutalidad relativa
No es lo mismo picar y banderillear a un animal Bravo y poderoso que a otro débil y por naturaleza menos aguerrido, de la misma manera que no es lo mismo dar un bofetón a una mujer que a un boxeador de 100 kilos
Por qué está permitido matar para comer y no lo está para torear, es una cuestión que la ética antropocéntrica sólo puede resolver haciendo lo que tú mismo expones, una declaración universal llevada a cabo por un grupo de hombres y mujeres que examinan la cuestión y dan una respuesta basándose en el sentir de determinado número de personas
Pero un sentimiento, por extendido que esté, no es una razón absoluta como quería Kant con su famoso imperativo
Quiero decir lo que ya dijo Dostoyevski acerca del tema
Si Dios no existe entonces todo está permitido
Pues no puede existir ninguna razón moral que sea absoluta y cuyo origen sea el ser humano
Esto creo que es evidente
Muchas gracias J.M. Fernández por tus comentarios y apreciaciones. Planteas temas de gran interés y que no tienen, según lo veo, respuestas sencillas. La posición antropocéntrica parte de considerar que sólo el hombre tiene un valor absoluto, es un fin en sí mismo, tiene dignidad. Por supuesto es el hombre quien define los contenidos morales, ya que es la única especie racional.
En nuestras sociedades existe una pluralidad moral, pero hay contenidos morales que partiendo de la dignidad del hombre señalan principios Intersubjetivos ampliamente aceptados, podemos decir universales (los derechos humanos), que son fruto del consenso internacional.
Las morales seculares no tienen a Dios como fundamento (morales heterónomas), sino que son autónomas, parten de la autonomía del hombre(Kant) y de procesos de diálogo intersubjetivo.
Los derechos de los animales deben consolidarse siguiendo estos procesos de diálogo. Los animales tienen valor, aunque no sea absoluto, y deben protegerse.
Respecto a si existe o no ensañamiento o brutalidad en los toros, y que éste tiene grados, deberíamos esclarecer el significado de los términos, y establecer una escala del daño infringido. En cualquier caso no veo justificación moral y racional para que se siga con estas prácticas de maltrato animal.
Saludos cordiales.