Calendario

Llanto, lamento, afán, temor

Avelino Fierro escribe una nueva página de su diario, melancólica esta vez y que presta atención al Tiempo que todo lo desmorona, pero también al Arte que nos sirve de consuelo congelando instantes de la vida que perece y deteniendo a veces las agujas del Reloj.

Querido diario

Llanto, lamento, afán, temor

/por Avelino Fierro/

¿Para qué tanto desvelo, ansia y el correr de la sangre si el tiempo no sabe que existimos? ¿Quién maneja esa maquinaria de ruedas dentadas, poleas y péndulos donde nacen las horas? Alguna vez, en alguna noche desvalida intuí esas amplias estancias en las que se fraguan los días sucesivos; ingenios de hierro, humaredas y gases, brillos del fuego; una cinta transportadora a la que van a parar los minutos y segundos recién creados, que luego se desperezan y salen en tropel por todos los rincones, dispuestos a renovar a los cansados o enfermos.

Sí, así sucede: nacen los minutos y al instante se acaban, mueren igual que nosotros. Ejército veloz, sin memoria, sin destino. Mueren también. No tenemos embajadas en sus ciudades en el aire amurallado. Y nunca se han parado a parlamentar, no ven la bandera blanca de nuestras vidas. ¿Por qué no han enviado emisarios celestes, o ujieres cansados, o un operario cualquiera con las manos grasientas de ajustar los engranajes de la maquinaria de la eternidad? No hay misericordia, no hacen prisioneros. El tiempo nos traspasa.

La tristeza anida ahora en estos campos yermos. Es invierno. Veo pasar a mi lado a un grupo rezagado y brusco de minutos embozados por las cunetas de este día gris. Un gris de nieblas blanquecinas como aquel humear en una de las primeras casas del pueblo. A veces, intermitente, bate el viento los hierbajos. En lo alto del árbol sin hojas está vibrando la punzante mirada de un ave rapaz. Quizá sea la única onda que palpita en este espacio, no hay nada más: ni fiebre en el aire, ni siquiera ha quedado de la noche del sábado encendido un mínimo rescoldo de las palabras que más han ardido: las del amor.

A esta hora no hay nadie más en esta carretera y en los caminos. El color del coche es muy adecuado para estos instantes murrios, gris eclipse. Voy despacio. Recuerdo que en la casa del pueblo había un trofeo que ganó mi padre, muy joven, en las fiestas. Una carrera de lentitud en bicicleta: ganaba quien llegaba el último sin apoyar los pies en el suelo y sin salirse del carril marcado. Hasta no hace mucho, en los veranos él montaba en bici —la última se la había regalado Fernando—. Se recogía los bajos del pantalón con un alambre y se acercaba a la huerta dando una vuelta, quizá por Fombuena o por los caminos altos de las bodegas.

Yo lo miraba alejarse viendo cómo el aire inflaba un poco su camisa a cuadros. Seguro que su frente brillaba más en aquellos momentos en que palpitaban los recuerdos de su niñez, en la que todo es tiempo detenido y libertad; el sol en los trigales, y a veces una luz azabache en las noches y el flamear de un pañuelo de algodón.

Pero un día tropezó con los coágulos en el aire muerto. Tuvo sin duda un encuentro que luego no supo explicar: una cuadrilla de minutos, una partida incontrolada de desertores comandados por las horas mercenarias. Lo han rodeado, abrumado, haciéndole sentir una asfixia en los pulmones y un dolor punzante en la sien. Volvió a casa con la mirada de vidrio y repitiendo las mismas frases.

Luego he visto más veces esa luz acuosa en sus ojos, que sobreviene cuando uno no reconoce su propia sangre. Está tranquilo; camina a veces con dificultad. Voy a visitarlo a la residencia de mayores. Seguro que al verme se pondrá a llorar. Hablaremos a veces con calma; a veces nombrará pájaros o las antiguas sementeras o tareas del campo; quizá.

A la vuelta se ha metido la niebla. Afuera, un vacío silencio. Sigue este día absurdo y feo. Contra las horas pelearán, a favor de los hombres, legiones celestiales. Mas en esta zona, por estos parajes, el resultado es incierto: sólo velan por nosotros ángeles de cartón. Algunos están diseminados en las tierras, como espantapájaros. Si los acaricias, en los dedos quedan prendidas motas de azulete y purpurina.

He puesto música. Una cantata de Bach, interpretada por el Bach Collegium Japan. La número 12, Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen. Cuando ha sonado el aria para bajo con acompañamiento de trompeta barroca comienza a habitar en la tierra un nuevo vigor; una nueva túnica viste ahora estos páramos, aunque traiga también cosidos algunos pespuntes dorados de tristeza. He detenido la marcha en el último pueblo antes de llegar a la ciudad, a la entrada, donde siempre está el viejo transformador de luz que me gusta tanto. Ahí lo veo, casi sin contornos, como un centinela insobornable. Ojeo el librito que acompaña al disco y leo a Masaaki Suzuki, el director:

Ahora, en el cincuentenario de la segunda guerra mundial, empezamos este nuevo proyecto discográfico propio aquí, en el Lejano Oriente. Tengo la esperanza de que nuestra empresa pueda demostrar de algún modo que la música de Bach contiene un mensaje que puede conmover el corazón humano, independientemente de la nacionalidad y la tradición cultural, colmando a los espíritus hambrientos y extendiendo la paz interior.

Suena ahora una coral que acompaña como una fanfarria a las huestes que lucharán contra nuestro destino.

Si el Tiempo todo lo desmorona, sólo el Arte nos sirve de consuelo congelando instantes de la vida que perece y deteniendo a veces las agujas del Reloj. Ya está en los versos de Horacio: «Non omnis moriar».


Avelino Fierro (Chozas de Arriba [León], 1956), licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y fiscal de Menores de León, es escritor de diarios, poemas, dibujante y coleccionista de libros. Sus textos diarísticos han visto la luz en tres volúmenes: Una habitación en Europa (2010-2012), Ciudad de sombra (2013-2014) y La vida a medias (2015-2016), todos ellos publicados por la editorial Eolas.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

0 comments on “Llanto, lamento, afán, temor

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: