/ por Rodolfo Elías /
Al oír el nombre de Agustín Lara evocamos presto la imagen del hombre enjuto enfundado en su smoking oscuro y sentado frente al piano, figura semejante a esas estatuillas de Mozart y Beethoven que se encuentra uno en los bazares. En su rostro, una expresión de melancolía, acentuada por la cicatriz que le recorre la mejilla izquierda. Ya fueran sus canciones conocidas a través de la voz de Toña La Negra, Pedro Vargas o algún cantante de fama mundial como Frank Sinatra, Bing Crosby o Plácido Domingo, Agustín Lara es hoy por hoy uno de los baluartes de la música romántica en el mundo de habla hispana, dueño también de una leyenda que se extendió más allá de su genio musical. Incluso algunas frases de uso popular en México, tales como «acuérdate de Acapulco», «para calmar sus ansias de novillero» o «un sueño guajiro», se desprenden de canciones de Lara. ¿Quién no ha oído melodías como Solamente una vez o Farolito sin asociarlas inmediatamente con el mítico Flaco de Oro?
Y debe Lara su leyenda a la combinación de varios factores, entre los cuales se cuentan su matrimonio con María Félix, su cursilería y algunas historias que se han tejido alrededor de su persona. Pero fue, sobre todo, su versatilidad musical la que lo llevó a escalar alturas insospechadas, ya que lo mismo componía épicos cantos para la fiesta taurina que desgarradoras canciones de amor inspiradas por sus femmes fatales y musas de lupanar, haciendo acopio siempre de una retórica florida o alucinada, según ameritara el caso.
Un buen ejemplo de la cursilería legendaria del Flaco lo da la anécdota que se contaba acerca de su rompimiento con María Félix, con la que estuvo casado algo así como tres años. A forma de despedida le envió flores a la Doña, con una nota que decía: «Son novecientas noventa y nueve rosas. Tú eres la número mil… y tú sabes que odio las rosas». Él mismo diría, en conversación con José Natividad Rosales para la revista Siempre!: «Soy ridículamente cursi y me encanta serlo. Porque la mía es una sinceridad que otros rehúyen… ridículamente. Cualquiera que es romántico tiene un fino sentido de lo cursi y no desecharlo es una posición de inteligencia».
Conocida fue también la afición desmedida del Flaco por las mujeres y su desaforada libido, que fuera precisamente la causa de su fracaso matrimonial con la Félix. Curiosamente, al verlo a él y a ella, uno pensaría que las infidelidades fueron por parte de ella, pero fue el Flaco quien se la pasaba incurriendo en indiscreciones, hasta colmar la paciencia de la Doña. Respecto a su carácter sensual, en la misma entrevista con Rosales, Lara acotó: «He tenido junto a mi perfil de “cara dura” a los rostros más bellos de este siglo a partir de Celia Montalván. Soy un ingrediente nacional como el epazote o el tequila… pero en el fondo soy más Werther que Dorian Gray. No soy apocado para el pecado y amar ha sido el capital de los míos».
Otros rumores son que fumaba mariguana y que él no componía todas sus canciones, sino que algunas las compraba. Esto último fue más o menos confirmado por José Chino Ibarra, uno de sus músicos, en una entrevista con la periodista Cristina Pacheco. En dicha entrevista, el Chino Ibarra dice que, efectivamente, un compositor conocido como el Chamaco Sandoval fue coautor de varias de las canciones de Lara. Lo de la mariguana nunca se confirmó oficialmente, pero el galimatías de algunas de sus letras —con sus «palmeras borrachas de sol» y sus «aromas de carabalí»— como que no deja mucho lugar para la duda. Habrá que recordar que su campo de acción era entre el cabaré y la plaza de toros, y muchas cosas podían pasar en el trayecto de un lugar a otro.
Su intérprete de cabecera fue Toña la Negra, pero hubo algunos otros que también lo interpretaron magistralmente, como el antes mencionado Pedro Vargas, Juan Arvizu, Alejandro Algara y hasta Javier Solís, quien nos diera un regalo exquisito con dos discos que grabó exclusivamente con canciones de Lara: Fantasía española y Javier Solís interpreta a Agustín Lara. Dos joyas musicales que, atreviéndome a sonar bárbaro, catalogaría yo como música mariachi-ambient o impresionista, ya que los extraordinarios arreglos musicales de ambos nos recrean muy bien la atmosfera de España y de la costa veracruzana, que son sus temas respectivos. Sobre Fantasía española, quiero resaltar la extraordinaria capacidad imaginativa del Flaco, que compuso esas piezas tan ilustrativas aun antes de visitar España. De su versatilidad y capacidad musicales, Lara decía: «El Señor de los Señores me otorgó la divina gracia de la musicalidad y, con ello, lo mismo puedo componer una “java” francesa, que un “pasodoble” español, una “tarantela” italiana, que un “lied” alemán».
La voz lánguida y desgarrada, que hacía perfecta comparsa con el violín dolido de Laurito Uranga y la trompeta ensordinada del Chino Ibarra, son un deleite del que se han perdido todos los que no han escuchado las canciones de Agustín Lara interpretadas por él mismo. Con esa combinación de elementos que daban un tono afligido y fatalista a su música, Lara representó el espíritu decadente de la época. El espíritu del amante cursi y pasional que, con el testimonio aun vivo de un Manuel Acuña, sentía la obligación de llevar la decepción amorosa a sus últimas consecuencias, como lo atestiguaba la misma cicatriz en su cara.
Fue también Agustín Lara quien hizo de la frustración amorosa un sofisticado deleite masoquista, con canciones como Solo una vez, de la que se desprende: «Por ser tu vanidad tan exquisita, con toda tu maldad y tu altivez, daría toda mi sangre muñequita porque tú me besaras otra vez», elogiando lo inasible. O versos tales como: «Arráncame la vida en el último beso de amor» y: «mis pobres manos, alas quebradas, crucificadas bajo tus pies», de Arráncame la vida y Pobre de mí, respectivamente. Versos que fueron una gráfica representación de la psique delirante de éste mártir de la pasión.
Para cerrar, quiero mencionar que, cursi o no, Agustín Lara se ganó a pulso el título de Músico Poeta, porque en su obra abunda la poesía, de lo cual dejó testimonio innegable en líneas tan hermosas como: «Veracruz, son tus noches diluvio de estrellas, palmera y mujer», de Veracruz; y en la canción Suerte loca, que dice: «Ay corazón, a un amor no te entregues entero, tras las rosas están las espinas y te acecha un puñal traicionero». Pasión musical en todo su esplendor…

Rodolfo Elías, escritor en ciernes nacido en Ciudad Juárez y criado en ambos lados de la frontera, colaboraba con la revista bilingüe digital, hoy extinta, El Diablito, del área de Seattle. Sus textos han sido publicados en la revista SLAM (una de las revistas literarias universitarias más prominentes de Estados Unidos), La Linterna Mágica y Ombligo. En la actualidad trabaja en dos novelas, una en inglés y otra en español.
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