Nebrija: verdad y coraje de un redomado humanista

Javier Pérez Escohotado escribe sobre el gran humanista castellano, biografiado por José Antonio Millán en 'Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad', recién publicado por Galaxia Gutenberg.

/ por Javier Pérez Escohotado /

¡De qué magnitud es el poder de la verdad, que no puede ser arrancada hasta el extremo de que no deje algunas briznas y raíces a partir de las que pueda algún día volverse a propagar [y] se le pueda seguir el rastro!

Antonio de Nebrija

Ahora que de todo hace ya cien años podría decir casi el mismo Gil de Biedma; cien desde que Joyce, cien desde que Virginia Woolf, cien desde que Eliot… Este 2022 se cumplen quinientos años y se conmemora el Quinto Centenario de la muerte de Elio Antonio de Nebrija (Lebrija, 1444-Alcalá de Henares, 1522), una iniciativa, por fin, de un Estado Unánime.

José Antonio Millán, un maestro malabar de la divulgación lingüística y la lectura, afronta el reto de servirnos una biografía de Nebrija en unos momentos, que él conoce muy bien, en los que la divulgación y el conocimiento pasan por recursos electrónicos variados que funcionan a la velocidad del rayo;1 pero tal vez estamos corriendo demasiado. A pesar de la abundancia de todos esos recursos y como reacción, ¿no habremos entrado ya en un instanteneísmo digital alfalfabeto que solo se satisface con el dedo?

Los dispositivos electrónicos y digitales han abierto una auténtica sima digital que, entre otras cosas, nos va alejando paulatinamente del pasado, aunque, en realidad, como tal herramienta, sería más que favorable para su estudio y disfrute, porque en el pasado todavía queda utopía, y, de momento, el futuro solo nos ofrece distopía.

En una versión actualizada de 2001, odisea del espacio (1968), lo que ahora lanzaría aquel primate por los aires no sería ya un hueso de tapir, sino un móvil o un ipad. En aquella odisea, después de convertirlo en herramienta y en arma contundente, aquel hueso largo de tapir nos alejaba del mono para ponernos de pie, hacernos homínidos y alcanzar un futuro tecnológico sofisticado a bordo de una nave espacial camino de la Luna. Lanzando por los aires ese otro hueso contemporáneo llamado dispositivo digital, en una larga huida hacia adelante, ¿qué nueva odisea nos estaría preparada? ¿Adónde nos llevaría? ¿A un mundo, ya entrevisto, en el que podremos leer el pensamiento de los otros gracias a los dispositivos fabricados por las neurotecnologías en una próxima civilización híbrida? Eso es el futuro, eso es ya ET, o sea, el Estado Totalitario. Para entrar en esas perplejidades y responder a esas preguntas, cuya respuesta solo está en el futuro, nada más útil e imprescindible que esta biografía del verdadero rostro de Antonio de Nebrija.

El rastro que deja una vida

Escrita con el rigor propio del investigador y con la habilidad del narrador suelto y eficaz, Juan Antonio Millán va dibujando el perfil humano y la obra de un personaje que ha dejado mucho más que un rastro, un sendero más practicable para la gramática y la traducción; y también el rastro de un filólogo empeñado en buscar y decir la verdad, y en mantenerla; también el rostro de alguien curioso, clarividente, adelantado a su tiempo, un gramático decantado en la alquitara del primer Renacimiento y la invención de la imprenta: un redomado humanista.

Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad consigue evitar varios filtros deformantes: el académico o escolar de los lugares comunes y los anacronismos y el de la historia reciente de un franquismo que trató de instrumentalizar a Nebrija y utilizar la lengua como «compañera del imperio». Se trata, más bien, de una biografía intelectual organizada en cuatro partes: la formación en Salamanca y Bolonia hasta 1470; el retorno a casa tras esta etapa de estudio y su incorporación como profesor en la Universidad, su matrimonio y sus primeras obras impresas. Tras un breve «interludio celeste», dedicado a la cosmografía —en un homenaje solapado a la pericia renacentista de Francisco Rico—, pasa, en la tercera parte, a abordar las obras de Nebrija y a ocuparse, en la cuarta, de la Biblia Políglota Complutense y el contexto editorial e inquisitorial que rodeó la obra. Las «lecturas sugeridas», propuestas antes incluso de abrir la vida de Nebrija, funcionan como un verdadero aperitivo que abre el apetito de ampliar: Félix G. Olmedo, Francisco Rico, Juan Gil, Pedro Martín2

El texto corre y circula con fluidez, saltando a veces al presente y haciendo que algunas cuestiones aterricen en la actualidad para la mejor comprensión y para demostrar que algunas cuestiones son de larga duración y no han cambiado demasiado: la oportunidad de las ayudas en el inicio de una carrera; las enemigas y envidias del mundo académico y editorial; la necesidad de unos claros derechos de autor… En la elaboración del contexto, además de la bibliografía de referencia que suena firme por debajo, Millán recurre a menudo a la literatura, a los romances, a los cancioneros, a la novela picaresca o a Quevedo para recrear el ambiente estudiantil de la Salamanca que más o menos pudo vivir Nebrija. Y el recurso me parece de un logrado y elevado nivel didáctico, pues soslaya lo marmóreo del dato y logra vivificar al personaje y trazar con seguridad su entorno.

Elio Antonio de Nebrija fue un humanista con conciencia de estar siéndolo; tras sus estudios en Salamanca, se traslada a Bolonia, al Colegio de San Clemente de los Españoles, donde, al parecer, no acaba el grado de doctor en teología, pero donde permanece entre ocho y diez años, empapándose del humanismo y absorbiendo los valores del Renacimiento en aquella universidad, cuna de los studia humanitatis, basados en valoración de los clásicos griegos y latinos; en el respeto por las lenguas clásicas, y por las de la Biblia, el hebreo, el griego y el latín, imprescindibles para el posterior desarrollo de su propia obra; allí, además, pudo comprobar de primera mano el valor de los manuscritos y la importancia de la imprenta en la nueva era que llegaba: la era de Gutenberg, en la que todavía sobrevivimos. Este mismo libro es un acto de resistencia y, para que todo encaje mejor, editado por Galaxia Gutenberg, que ya había estado implicada en la Gramática de Nebrija que con la Real Academia Española editaron Galaxia Gutenber y el Círculo de Lectores.3

Introductiones latinae. Nebrija impartiendo clase de gramática a su patrón Juan de Zúñiga.

Antonio de Nebrija vivió en muchas ciudades distintas. Sus estancias tuvieron que ver con sus estudios, con su trabajo como preceptor de gramática latina y profesor, o con la edición de sus propias obras. En Logroño, por ejemplo, que, a principios del siglo XVI, pudiera parecer una ciudad alejada de cualquier ruta humanista, había instalado su imprenta Arnao Guillén de Brocar, el impresor a quien Cisneros confiaría la impresión de la Biblia Políglota Complutense. Esta imprenta y la civilizadora obra que salió de sus prensas contó con la colaboración, tanto en Alcalá como en Logroño, de su yerno Miguel de Eguía, el divulgador en España de otro gran humanista, casi contemporáneo y hasta cierto punto competidor de Nebrija: Erasmo de Róterdam. A pesar de alguna desavenencia puntual, Brocar fue, como dice Millán, el impresor «de cabecera» de Nebrija, al que tuvo durante tiempo como autor en exclusiva. Nebrija, por su parte, ejerció de consultor de Brocar cuando el editor abordaba una obra de cierta envergadura que exigía un desembolso considerable o una complejidad tipográfica como la Biblia. Algo más tarde, el mismo papel de editor lo desempeñaría con éxito Miguel de Eguía, que no solo desarrolló el proyecto editorial de Cisneros, sino que fue el convencido difusor de Erasmo de Róterdam, que enseguida se convirtió en un autor de culto en España.

En agosto de 1507 y hasta mediados de septiembre, Nebrija vive precisamente en Logroño vigilando la impresión de una nueva edición de sus Introducciones y las renombradas Quincuagenas. De las Introducciones a la gramática latina (Introductiones latinae, 1481), compuso Brocar en Logroño hasta tres ediciones (1508, 1510 y 1514). Todas ellas, como era costumbre en Nebrija, habían sido revisadas por él mismo, que solía desplazarse al lugar donde sus obras se imprimían.4 Desde allí escribía a Juan de Sobrarias:

Yo estoy aquí entre los cántabros, y aún me detendré aquí hasta mediados de septiembre, por orden de mi prelado el Cardenal de España, dirigiendo la impresión de cierto trabajo sobre la Sagrada Escritura, elaborado parte por mí y parte por el mismo Cardenal. Por la muestra que te envío podrás ver qué clase de trabajo es éste. Te envío además parte de mis Introducciones, a las cuales he dado ahora la última mano.5

En esta misma ciudad editó su famosa Apología, que Millán y los demás biógrafos de Nebrija citan a menudo porque es un texto breve, pero de un contenido autobiográfico y un estilo vivo e incisivo, muy característico de Nebrija. Podría ser que este texto hubiera sido escrito para defenderse de los ataques que el inquisidor Deza le había preparado abriéndole un proceso, que quedó en nada en cuanto Cisneros llegó a la Inquisición. En el prólogo de esta Apología, Nebrija revela su verdadera actitud respecto a las Sagradas Escrituras: «Me llaman temerario porque con solo el Arte de Gramática me meto por todas las demás artes y disciplinas, no como tránsfuga, sino como explorador y centinela, para ver lo que hace cada uno en su profesión. Lo que hice antes con la Medicina y con el Derecho Civil, eso mismo quiero hacer ahora con las letras sagradas».6

Ese prurito por vigilar y controlar todas las ediciones de sus obras, hasta el punto de estar físicamente presente en la imprenta mientras se imprimían sus libros, se le había contagiado cuando estuvo en Bolonia, donde pudo constatar de primera mano la importancia que otorgaban los humanistas a la búsqueda de manuscritos y donde pudo tener en sus manos el primer libro impreso, llegado de la primera imprenta que se instaló en Italia, en el monasterio de Subiaco, cerca de Roma: la misma imprenta que suministraba a la Universidad de Bolonia las obras que iba editando. En Bolonia también aprendería a respetar la pureza de los textos más antiguos, clave y base de cualquier comentario posterior y toda otra investigación. Ese mismo prurito profesional fue sin duda, como vamos a ver, el mismo que le haría apartarse de la corrección última de la Biblia Políglota Complutense.

Il piccolo rifiuto

En este subtítulo, se solapan dos referencias conocidas: la histórica primera gran renuncia (il gran rifiuto) al papado de Celestino V (c. 1215-1296), cuya sombra Dante encontró en su Infierno,7 y el poema de Cavafis (1863-1933) «Che fece… il gran rifiuto»,8 que, a su vez, remite a la mención de Dante.

A algunos hombres les llega ese día
en que deben el gran Sí o el gran No
pronunciar. Al punto se evidencia quién tenía
listo el Sí: y al pronunciarlo da otro paso
en sus convicciones y en su estima.
quien dijo No no se arrepiente. De nuevo No,
Si fuera preguntado, diría. Y sin embargo por tierra le derriba
aquel No —el justo No— para el resto de su vida.

Il piccolo rifiuto se refiere a otros dos rechazos que se dieron alrededor de la gran obra de la Biblia Políglota Complutense, el de Nebrija y el de Erasmo de Róterdam, pues ambos evitaron participar en la elaboración de la Biblia Políglota Complutense. Son de los que dejan rastro; dos rechazos de distinta índole y grado, pero que definen a los individuos, pues coinciden en los temores a la persecución de su obra por arte de Inquisición y por las fuerzas vivas de algunos frailes que le hicieron decir a Erasmo en una carta que escribió a Tomás Moro: «Non placet Hispania». Lo cierto es que, al margen de otras razones expuestas por Marcel Bataillon, Erasmo, que también llevaba años consagrado al estudio de las Sagradas Escrituras, acabaría publicando su versión del Nuevo Testamento en 1516 y no quiso colaborar en una obra que podía hacer la competencia a sus propias versiones.9

Primera página de la Biblia Políglota Complutense con escudo del cardenal Cisneros

Resulta aleccionador el incidente de Nebrija al rechazar su participación en una obra de la complejidad de la Biblia Políglota y merece que le dediquemos un momento porque se trata de otro de esos rasgos de un hombre de coraje y verdad. Marcel Bataillon ya calificó a Nebrija como «un independiente» que se incorpora al proyecto de la Biblia Políglota algo tardíamente.10 Según Bataillon, cuando la Biblia Complutense está a punto de culminar su impresión, se le encarga a Nebrija «una parte importante del trabajo de revisión». En principio, acepta el reto, pero enseguida se desliga del grupo responsable y adopta una actitud crítica, aunque no se ha podido fechar con exactitud el texto en el que justifica su postura. Se cita para explicar este rechazo o rifiuto una carta dirigida a Cisneros que trata sobre «la resolución de introducir en ella [la Biblia] glosarios para las palabras pertenecientes a las lenguas semíticas». Nebrija se había despedido de Salamanca diciendo que iba a Alcalá para trabajar en la corrección de la Vulgata, que, como era opinión compartida con otros humanistas, estaba muy corrompida en relación con los textos en hebreo y griego. Cuando llega a Alcalá, comprueba que las tareas de corrección estaban ya repartidas entre conocidos hebraístas y helenistas. A Nebrija esta división del trabajo no le convence, por lo que decide retirarse del proyecto y, así, no responsabilizarse de las soluciones que se adoptaran. Cisneros había dado instrucciones de que, como criterio general, no se hicieran cambios «en las lecciones comúnmente respaldadas por los manuscritos antiguos».11 Pero el método de trabajo de Nebrija partía de la base y el principio de que si la enmienda del texto de la Vulgata latina es necesaria cuando se confronta con el texto griego o hebreo, pues debe ser corregida y razonada filológicamente. Este criterio sostenido hace que se aparte, que rehúse colaborar en aquel proyecto: il piccolo rifiuto.

Erasmo tenía serios motivos para no viajar a España, además de la animadversión de los «frailes españoles» y la permanente vigilancia sobre sus traducciones que había establecido Diego López de Zúñiga, un componente del equipo de la Políglota. La versión de Erasmo de 1516, en la imprenta de Froben, del Nuevo Testamento, a dos columnas, una para el griego y otra con su propia traducción al latín al margen de la Vulgata, suponía un camino arriesgado, pero era el que Erasmo había emprendido de acuerdo con su idea de que la Biblia era un libro sagrado, pero un texto que debía ser tratado como tal texto y, por tanto, susceptible de corrupción y necesitado de restitución. Tanto Nebrija como Erasmo, siguiendo las famosas Anotaciones de Lorenzo Valla, coincidían en que la crítica textual y la traducción de las Sagradas Escrituras es tarea propia de los filólogos, no de los teólogos. Este llamado  Nuevo Testamento o Novum Instrumentum (1516) de Erasmo se toma más de una libertad, pues, en primer lugar, prescinde de la Vulgata y, cuando le falta el texto griego, recurre a la Vulgata para retraducir al griego lo que no consigue leer en los manuscritos. El latín de Erasmo era, en palabras de Bataillon, «una nueva traducción latina revolucionaria». En cambio, la Políglota respetaba el griego y el latín porque pertenecían a una tradición «venerable».

La sostenida verdad del gramático

La mayoría de los debates o controversias de la época de Nebrija, y después, solían estar fuertemente polarizadas en dos bandos: el de los teólogos y el de los canonistas. No importaba cuál fuera la cuestión, el aborto o el alma del nativo americano, el enfrentamiento estaba asegurado, aunque los teólogos siempre exigían cierto monopolio y superioridad en la interpretación de los textos. Sin embargo, ambos bandos, dependían de la letra, del texto de referencia, de la pureza del texto primero, de su restitución, ya fuera un código legislativo o, en el caso de cuestiones de fe, la Biblia. Asimismo, los teólogos no se manejaban bien más que con el latín, y sin conocer el griego y el hebreo no había manera de interpretar correctamente la Biblia. Félix G. Olmedo sostiene al respecto que

la lectura de la Apología y el trato frecuente con Nebrija confirmó a Cisneros en sus propósitos y le hizo ver claramente la importancia de las dos grandes obras que meditaba [la Universidad de Alcalá y la Biblia Políglota]. Los teólogos españoles no estudiaban a fondo la Sagrada Escritura porque no conocían las tres lenguas, sin las cuales no es posible entender bien el texto sagrado.12

Este es el discurso que, como hilo de oro, atraviesa y cose toda la vida y esta biografía intelectual de Nebrija y donde se identifica la cuestión de fondo: la imprescindible e inevitable aportación de la filología a las demás ciencias. Este es el lugar de la verdad y este es el camino elegido por Antonio de Nebrija cuando se empeña en la restitución del texto de la Vulgata y persigue, como un sabueso, los lugares corrompidos que san Jerónimo no pudo o no supo traducir correctamente; para todo eso contrasta la versión de la Vulgata con los textos griegos o hebreos; y para eso, como los humanistas italianos (Poggio Bracciolini, por ejemplo), persigue manuscritos medievales de los autores clásicos y hasta el último papel que pudiera conservarse en un monasterio; y para eso se cita con los judeoconversos españoles que sabían hebreo, con el riesgo que eso significaba en un país que había puesto en marcha la Inquisición en 1480. Dudar de la autoridad de san Jerónimo implicaba también negar el principio de que la Biblia había sido originalmente inspirada por el Espíritu Santo, y eso no lo podía consentir ningún teólogo sin denunciarlo públicamente. Como se dice en un texto del Concilio Vaticano II, todos los libros de la Biblia «tienen a Dios por autor y como tales han sido transmitidos a la Iglesia».13

Es muy conocida, en teoría de la traducción, la carta de san Jerónimo a Pamaquio, en la que el patrón de los traductores intenta defenderse de quienes le critican una traducción: «Yo no solamente lo digo, mas aun con libre voz lo confieso, que en la interpretación de los libros griegos non curo exprimir una palabra por otra, mas sigo el seso et efecto, salvo en las Sagradas Escrituras porque allí el orden de las palabras trae misterio».14 Este misterio podía ser abordado por un teólogo o por un filólogo, pero cualquier uso posterior dependía de identificar correctamente el texto primero y más antiguo para, luego, traducirlo, y este era un trabajo propio de un filólogo, de un gramático como Nebrija.15 Por eso Nebrija, a pesar de la amistad y el apoyo incondicional que le brindó Cisneros, declinó su invitación a participar en los trabajos de la Biblia Políglota y le dijo no, porque Cisneros quería respetar la versión de san Jerónimo, pero ese no era el criterio profesional de Nebrija, que había trabajado muchos años de su vida para identificar los lugares corrompidos de la Vulgata. Esta intromisión de Nebrija en el texto de la Biblia es la razón por la que se había ganado un proceso inquisitorial, que no conocemos o no se ha conservado, pero del que se libró por los pelos y gracias al apoyo incondicional de Cisneros, que acababa de ser nombrado inquisidor general en sustitución del rigorista e intransigente fray Diego de Deza. Solo cuando Cisneros llega a la Inquisición (18 de mayo de 1507), Nebrija se siente libre para continuar su trabajo y publica entonces su tercera Quinquagena sobre cincuenta lugares de la Biblia que, en su opinión, estaban mal entendidos o mal traducidos. En la dedicatoria confesaba a Cisneros:

Todas las vigilias que durante estos diez años he consagrado a las sagradas letras, se han encaminado a limpiar algunos lugares de ellas que estaban viciados por los copistas, o a descubrir los sentidos recónditos de ciertas palabras. Pero como una orden superior [del inquisidor fray Diego de Deza] me tenía sellados los labios para que no hablase de estas cosas, en que había puesto tanto trabajo, me sometí a los superiores eclesiásticos, esperando que vendrían tiempos en que podría manifestar libremente mi parecer. […] Porque, siendo tú Inquisidor General, puede decir cada uno lo que siente con toda libertad, de manera que el temerario convicto de su temeridad sufra el castigo que merece, y el vencedor los vítores a que le hacen acreedor sus inventos.16

Todos los saberes que Nebrija adquirió a lo largo de su formación y los estudios posteriores que emprendió, todos los conocimientos sobre gramática, todas las lenguas que llegó a conocer, mejor o peor, todo lo puso al servicio de sus trabajos sobre las Sagradas Escrituras, y así lo confiesa en la dedicatoria a la reina Isabel de la tercera edición de las Introductiones latinae, que es de 1495. Pero, como también advirtió en su Apología, «lo que leemos en los libros o hay que defenderlo o hay que probar con razones y argumentos el porqué de su falsedad».17

Por debajo y por encima, en la corriente profunda y en la superficie de esta biografía de Nebrija escrita por José Antonio Millán, late una permanente reivindicación que comparto por completo: la importancia de las humanidades, que lamentablemente se van diluyendo ante opciones más rápidas, más pegadas al suelo. ¿Para qué?, pregunto yo.

Terminaré recurriendo a las palabras del profesor Emilio Lledó, tras recibir en 2015 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Respondiendo a una entrevista, se refería al grave error que todos estamos cometiendo en la actualidad al

«creer que las humanidades son algo secundario de la vida humana. Es cierto que el aspecto utilitario en las humanidades no parece inmediato como el de la tecnología, pero sin ellas no es posible nada. Nos aportan conocimiento y capacidad de reflexión crítica. La importancia y necesidad de los grandes conceptos (justicia, bien, verdad) es algo que aprendemos de leer filosofía, de leer literatura».

Alejarnos de esos principios, alejarnos de lo que nos ha hecho humanos, nos transporta, a la velocidad de la luz y sin necesidad de nave espacial, a la caverna, no a la platónica, a la caverna del primate ancestral.


1 J. A. Millán dirigió la primera edición electrónica del Diccionario de lengua española de la Real Academia.

2 Para más ampliar, acudir a <http://corpusnebrissense.com/estudios/estudios.html>.

3 Antonio de Nebrija: Gramática sobre la lengua castellana (edición, estudio y notas de Carmen Lozano), y Paginae nebrissenses, al cuidado de Felipe González Vega, Madrid: Real Academia Española; Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2011.

4 Félix G. Olmedo, S.I.: Nebrija (1441-1522): debelador de la barbarie, comentador eclesiástico, pedagogo- poeta, Madrid: Editora Nacional, 1942, pp. 36 y 96-97.

5 Ibídem, pp. 138-139.

6 Ibídem, p. 127.

7 Dante: Divina Comedia, Inferno, II, 60.

8 C. P. Cavafis: Poemas (ed. y trad. Ramón Irigoyen), Barcelona: Seix Barral, 1994 y Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.

9 El Novum Instrumentum omne de Erasmo fue publicado en 1516. El Nuevo Testamento a dos columnas, con el griego original y el texto de la Vulgata, se acabó de imprimir el 10 de enero de 1514 como tomo V de Biblia Políglota Complutense, aunque tuvo que esperar a 1522 para ser puesto en circulación. Erasmo ya había anticipado su non placet.

10 Marcel Bataillon: Erasmo y España, Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1986 (3ª reimpr.), pp. 22-38.

11 Ibídem, p. 36.

12 G. Olmedo: o. cit., p. 136.

13 Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, núm. 11.

14 Javier Pérez Escohotado: «Berceo como traductor: fidelidad y contexto en la
Vida de Santo Domingo de Silos», Livius,(1993), pp. 217-227.

15 A partir de que, en 1569, Portonariis pidió un informe para editar la Biblia de Vatablo en Salamanca y tras las deliberaciones de los expertos para el dictamen (1571), se inició la persecución inquisitorial de los llamados hebraístas salmantinos Martín de Grajal y Martínez Cantalapiedra, junto a fray Luis de León, que no es más que una variante de esta polémica que Nebrija y Erasmo libraron muchos años antes.

16 G. Olmedo: o. cit., p. 137.

17 Así en Carlos Gilly: «Una obra desconocida de Nebrija contra Erasmo y Reuchlin», en Manuel Revuelta Sañudo y Ciriaco Morón Arroyo (eds.): El erasmismo en España, Santander, 1986, p. 200.


Antonio de Nebrija o el rastro de la virtud
José Antonio Millán
Galaxia Gutenberg, 2022
208 páginas
20 €

Javier Pérez Escohotado, ensayista, poeta y crítico, es doctor en filología hispánica por la Universidad de Barcelona y profesor del Máster de Traducción Literaria del IDEC/Pompeu Fabra. Sus investigaciones se orientan hacia la gastronomía, la Inquisición y la vida cotidiana. Autor de los poemarios Laura llueve (2000) y Papel japón (2002), ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Sexo e Inquisición en España (1998), Antonio de Medrano, alumbrado epicúreo. Proceso inquisitorial, Toledo 1530 (2003), Donjuanes, bígamos y libertinos. El filo de la Historia (2005), Crítica de la razón gastronómica (2007) y El mono gastronómico: ensayos de arte y gastronomía (2014). Asimismo, ha colaborado en Poemas memorables: antología consultada y comentada 1939-1999 (1999); ha editado y prologado Jaime Gil de Biedma. Conversaciones (2002) e Inventario de disidencias, suma de calamidades (2010). Ha publicado artículos de opinión y crítica en diversos diarios y revistas.

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