/ una reseña de Jennifer Road /
La editorial Lastura, con la cooperación de la poeta Isabel Miguel, ha tenido la excelente idea de editar la obra Cada vez que muero, que atesora la poesía compilada completa de Mario Pérez Antolín, reflejo de varias décadas de escritura exquisita. Su estructura abarca trescientas sesenta y seis páginas y cada una de ellas presenta un fragmento poético. El estilo es directo y surge de una idea primigenia que va tomando forma a través de los diferentes párrafos y se desarrolla de modo filosófico y reflexivo.
La obra se terminó de imprimir el 20 de noviembre del año pasado, fecha que casualmente coincide con la conmemoración del nacimiento de Rimbaud, poeta surrealista y transgresor tal como el poeta que nos concierne.
Pérez Antolín nació en Stuttgart, Alemania, el 3 de noviembre de 1964 y reside actualmente en Ávila, donde se desempeña actualmente como director de la Residencia Universitaria Arturo Duperier. Como ejemplos de su vasta trayectoria escritora, podemos nombrar la publicación de varios artículos relacionados con temas concernientes al análisis sociopolítico, y conferencias en numerosas ciudades del mundo. Es coautor de más de cuarenta antologías, artículos publicados en revistas culturales y la publicación de varios libros de aforismo (de hecho, le gusta llamarse a sí mismo aforista). Además, le debemos el resurgir de este género en España. Sus textos forman parte de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
En cuanto a la poesía, podemos comentar con admiración que desde adolescente escribía poemas. Al primero lo llamó «Ensoñación», influido por el poeta Vicente Aleixandre. A partir de entonces, Pérez Antolín sigue publicando varios libros de poemas, tales como Semántica secreta, Yo eres tú, De nadie, entre otros.
Nos expresa con convicción que: «No soy un poeta con un campo semántico o temático reducido. La mía es una cosmovisión amplia desde una ética personal, porque al final hay una búsqueda de una voz propia, que en mi caso me ha llevado de forma natural al aforismo, que es un género fronterizo entre la filosofía y poesía».
«Hacia los peñascos de la trascendencia» (Fernando Pessoa).
Los invito a realizar un viaje cósmico, imaginario, a través de su poemario. El poeta, con gran generosidad, nos ha entregado una llave forjada en hierro macizo con el fin de que podamos adentrarnos en una exploración donde el destino final no será lo más importante, sino la transformación, el arjé, que nos permitirá reencontrarnos con nosotros mismos y probablemente ganarle tiempo a la muerte.
Apenas empezamos la marcha, nos encontramos con un hombre de galera en lo alto de una escalera en una base poco firme. La representación de esta imagen nos hace tomar conciencia de la necesidad de mantener el equilibrio en la difícil supervivencia de la vida cotidiana.
Traspasamos el umbral y contemplamos a tres autores que Pérez Antolín ha querido destacar como referentes: Blas de Otero, autor marxista; Fernando Pessoa, quien a gritos nos pide ficción; y César Vallejo, escritor comprometido con lo social y político de su época.
Nos adentramos ahora en la obra propiamente dicha y descubrimos que hay varios temas recurrentes en el autor que hoy nos ocupa: el amor, la muerte y la naturaleza, todos con una gran emotividad, unidad estética y estilista.
Damos unos pasos más, y nos introducimos en el túnel del tiempo: algunos personajes mitológicos, tales como Eros, Cronos, Neptuno y Zeus, entre otros, nos esperan, sí, pero no se ocupan ni preocupan por nosotros, pues tienen nuestras mismas debilidades y destinos fatídicos. A ellos los salva, como a nosotros, la ataraxia y la libertad. Así nos muestra su afinidad con Heráclito, en «Armonía de los Contrarios», el panta rei, que nos insta a armonizar entre contrarios sabiamente.
Visualizamos ahora La Mancha y nos duele ver a un Rocinante maltrecho, aunque muy valiente, con una hidalguía que nos conmueve: el autor siempre está impregnado del espíritu cervantino.
Hemos llegado a Gredos para maravillarnos con los fotogramas, y allí en un rincón solitario nos encontramos con el autor, en plena contemplación, observando la naturaleza, donde las grullas lo encandilan, le hacen sentir su propia impotencia de volar con ellas al infinito a través de una libertad casi inalcanzable. Ya no cabe dudas: «La naturaleza lo es todo y fuera de ella no existe nada» (Nietzsche).
«Mater Dolorosa», según sus propias palabras, es «uno de mis poemas más logrados. Nace de un sentimiento sincero, y eso se nota», concluye el escritor. Un regressus ad uterum a través del cobijo de la madre: «Quiero decirte, sin más que te debo todo lo bueno que pasamos juntos». El temor a la pérdida se vislumbra de modo intenso…
Y ya en la mitad de la travesía, cómo dejar de hablar del amor y de la muerte; no es casual el título del libro. Una vez que arribamos a este sombrío lugar, nos desorientamos y no sabemos qué camino toma. Un sendero transversal nos desvía e intentamos averiguar cuál es el pensamiento del autor de Oscura lucidez.
No debemos seguir esa carretera que todos cogen para llegar… ¿más rápido? No: los caminos son ya más intrincados y no convencionales. El mito del amor romántico es solo un mito y probablemente el amor para siempre tampoco exista: el sufrimiento está impregnado en casi toda su narrativa, aunque existen algunas excepciones como «La Bella Durmiente», «Desde siempre» o «Pondré tu nombre a una estrella», que nos dan algo de tregua y una estética refinada de la pasión. Luego nos encontramos con voces como yugular, sarcófago, odio, ceguera, decepción, impotencia, pero nunca indiferencia sobre lo efímero del vínculo amoroso propiamente dicho: un ejemplo de eso es «Amor tantálico».
La muerte se manifiesta trágica como una melodía dramática, en fuerte tensión, aunque, por momentos, se acerca a una catarsis o redención. Como el filósofo nihilista, autor de Así habló Zaratustra, Pérez Antolín vislumbra al ser que todo destruye para volver a construir: un hombre que deja de ser amo y señor del mundo para formar parte del devenir, un hombre dionisíaco-metafísico que, sin embargo, no está exento de las formas trágicas de la existencia. El suicidio es analizado en uno de sus poemas como un catalizador de una vida sin sentido, «una existencia que agoniza», un «vivir por no vivir», en un interesante juego de palabras contrapuestas.
Por último, sus tres odas inéditas —oda pelágica, oda metafísica y oda musical— fueron un gran reto para el escritor, por sus largos versículos escritos de modo hermético y muy original. Las compuso en sus vacaciones estivales en Finisterre: su espíritu marinero, su conocimiento como geógrafo y conocimiento musical—se reconoce como melómano— han impregnado un ritmo y una cadencia exquisitos. Sin darnos cuenta ya de la vastedad del oleaje, frente al mar, nos estremecemos y no contemplamos el mar: el mar nos observa a nosotros.
Pérez Antolín nos interpela en Cada vez que muero a meditar sobre el trayecto final de la vida con valentía y entereza. Nos propone un disfrute profundo de lo que podemos alcanzar, sin culpas, sin miedos, nos imprime una receta de Tetrafármaco, tal como lo hizo Epicuro. Casi siempre coquetea con el caos que es nuestro, autárquico, que nos pertenece, y en él la realidad del alma se ve materializada.
Y, como escribió Dante Alighieri en La Divina Comedia: «Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma», no llegamos a destino. Esta travesía que Mario Pérez Antolín nos propuso en Cada vez que muero no nos ha dejado indemnes, nos ha cambiado la mirada, ya no somos los mismos que al comienzo del itinerario. Más sagaces y con una concepción más exquisita, hemos salido, seguramente, más fortalecidos.

Mario Pérez Antolín
Lastura, 2021
366 páginas
18 €
“La obra se terminó de imprimir el 20 de noviembre del año pasado, fecha que casualmente coincide con la conmemoración del nacimiento de Rimbaud, poeta surrealista…”
Rimbaud nació un 20 de octubre y se murió más de 30 años antes de que el surrealismo apareciera.
Muy conmovedora la poesía de este reconocido poeta Mario Pérez Antolín , por la variedad abordada en su temática y por el vuelo lírico de su poesía ,saludos y felicitaciones !!!
“Y, como escribió Dante Alighieri en La Divina Comedia: «Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma»”
Esas frases no tienen nada que ver con Dante. Son versos de Rimbaud, del poema “Sensation”, desordenados:
Je ne parlerai pas, je ne penserai rien…j’irai dans les sentiers…Mais l’amour infini me montera dans l’âme
Sensation
Par les soirs bleus d’été, j’irai dans les sentiers,
Picoté par les blés, fouler l’herbe menue :
Rêveur, j’en sentirai la fraîcheur à mes pieds.
Je laisserai le vent baigner ma tête nue.
Je ne parlerai pas, je ne penserai rien :
Mais l’amour infini me montera dans l’âme,
Et j’irai loin, bien loin, comme un bohémien,
Par la Nature, – heureux comme avec une femme.
Extraño artículo firmado con un extraño pseudónimo (el nombre de una prisión americana – “The Jennifer Road Detention Center (JRDC) is the County’s maximum security intake and pretrial detention facility) y que contiene elogios tan exagerados como íntimos que hacen sospechar lo peor.