Escenario

Un realizador «clásico» por descubrir: ‘Hugo Fregonese. Cine por doquier’

Javier Mateo Hidalgo glosa a un cineasta argentino que llegó a Hollywood, recorrió Europa y retornó a su país natal, protagonista de una biografía reciente de Carlos Aguilar.

/ por Javier Mateo Hidalgo /

Como regalo navideño, el final del año 2021 deparó a los cinéfilos más exquisitos un libro único en su especie. Más allá de la biografía de un autor inclasificable por irrepetible, se trataba de un acto poético de justicia: la puesta en valor de Hugo Fregonese (1908-1987), cineasta argentino que en su empeño por impresionar fotogramas de celuloide llegó a la alta cima hollywoodiense, recorrió Europa y retornó a su país natal, recibiendo una triste acogida como hijo pródigo luminoso. Dicen que nadie es profeta en su tierra y este es sólo un caso más que lo corrobora. Un ejemplo sangrante, pues Fregonese fue el primer director de cine en triunfar en Estados Unidos durante los años dorados del séptimo arte.

Huelga decir que dicho volumen no habría podido ser posible sin un autor dotado de sensibilidad para valorar el trabajo de un cineasta de esta categoría, así como de habilidad para sembrar la semilla de la curiosidad en el público lector a través de su escritura. Nos estamos refiriendo a Carlos Aguilar y a su obra Hugo Fregonese: cine por doquier, publicada por Calamar Ediciones (2021).

En estos dos últimos años, Aguilar no ha dejado de sorprendernos con su prolífica y variada producción bibliográfica: junto a su mujer la escritora Anita Haas publicó Flamenco y jazz: historia de un amor (Quatermass Ediciones, 2021), un título que no es sino la representación de la admiración que ambos profesan por dos géneros musicales aparentemente distintos, aunque unidos íntimamente. En su faceta como autor de ficción, vio la luz la segunda de sus novelas desarrolladas en la época del Far West, titulada Los hijos de la furia y de la noche (Quatermass Ediciones, 2021) —la anterior en este género fue Un hombre, cinco balas (2013), mientras que su novela Coproducción. Una novela de cine (Valdemar Ediciones, 1999) se ambienta en el rodaje de un western—; con Eurosexy: voluptuosidad y delirio en el cine europeo, 1956-1973 (Quatermass Ediciones, 2021) recorre casi dos décadas de celuloide dominado por la belleza, sensualidad y erotismo de sus intérpretes, en gran parte femeninas; recientemente Aguilar publicaba su último trabajo de investigación titulado Julio Diamante y el jazz: All Blue(s) (Calamar Ediciones, 2022), llevando a cabo un interesante y sorprendente análisis en torno a la relación de este cineasta gaditano con dicho género musical. Así pues, con su monografía sobre Fregonese, Aguilar completa otro de los incomprensibles vacíos en el estudio del séptimo arte.

Decimos que Fregonese formó parte de los años dorados del cine por cuanto, en palabras de Aguilar, «pertenece a esa singular y egregia raza de cineastas clásicos, extinta por completo tiempo ha». No obstante, sus inicios no pudieron ser menos cinematográficos, pues si bien se consideraba en su ámbito privado un cinéfilo sin reservas, «durante su juventud porteña nunca pensó dedicarse al oficio fílmico». Así pues, tras estudiar ciencias económicas y trabajar posteriormente en el campo con caballos, se inicia como periodista deportivo y siente interés por el sector publicitario. Esto le llevará a Nueva York entre 1935 y 1936, entablando amistad con el productor cinematográfico Sacha Genen, a través del cual se iniciará definitivamente en el ámbito fílmico. Tras participar como asesor en un proyecto que resultó fallido —Way of a Gaucho (ambientado en la Pampa de mediados del s. XIX)—, germina en la mente de Fregonese la idea de poder convertirse en cineasta. Para ello se formó como profesional y entabló relación con los circuitos de Hollywood durante dos años. Así, trabajó como actor y técnico para realizadores como John Ford, tras lo cual regresó a Buenos Aires. Allí progresó dentro de la industria cinematográfica, avalado por su experiencia en Norteamérica, llegando a codirigir Pampa bárbara (1945) junto a su maestro, Lucas Demare. Con una estética similar al western, el filme recrea el hecho histórico verídico acontecido durante la campaña del desierto argentina (s. XIX): la captación de decenas de mujeres para su traslado «a un fortín remoto poblado tan sólo por militares, ávidos de compañía femenina». Tras este éxito, iniciará Fregonese su andadura en solitario, dirigiendo tres películas argentinas «insólitas, de concepto (y solventes, en su plasmación)», revelando «una creatividad artística y un dominio del lenguaje fílmico infrecuentes en un debutante»: Donde mueren las palabras (1946), Apenas un delincuente (1948) y De hombre a hombre (1949). En ellas brillan las influencias estéticas y conceptuales —principalmente provenientes de sus admirados Orson Welles y Nicholas Ray— que dominarán el universo personal de Fregonese: en el primer caso destaca el «barroquismo de la imagen y el gusto por la profundidad de campo, la valoración estético-dramática de la escenografía y de los objetos» o el «sentido del claroscuro». En el segundo, el «gusto por los personajes masculinos y con quienes resulta difícil empatizar, si bien tampoco cuesta respetarlos». A todo ello habría que añadir con el tiempo «la apetencia por matizar el dramatis personae desde una perspectiva afín al melodrama, de lo cual brotan personajes femeninos por lo común atormentados y harto interesantes»; también tramas donde el desarraigo, geográfico y mental despuntan «de forma marcada» o el «equilibrio entre los arranques de violencia y los interludios poéticos».

Convertido ya en cineasta y con los elementos embrionarios de su estilo interiorizados regresará a Hollywood iniciando una estela de filmes protagonizados por algunos de los cineastas más valorados de su tiempo y auspiciado por grandes productoras. En todos ellos Fregonese hará gala de su capacidad para intercalar distintos géneros, enriqueciendo con esta mixtura cada trabajo: desde el cine de gangsters o thriller con One Way Street (Murallas de silencio, 1950) —producido por la Universal y protagonizado por James Mason— o Black Tuesday (Martes negro, 1954) —producido por la United Artists y protagonizado por Edward G. Robinson—, pasando por westerns como Untamed Frontier (1952)—con Joseph Cotten y Shelley Winters—, Blowing Wild (Soplo salvaje, 1953) —producido por la Warner Bros e interpretado por Gary Cooper, Barbara Stanwyck y Anthony Quinn— y The Raid (1954) —uno de sus mejores films, producido por la 20th Century Fox y protagonizado por Van Heflin, Anne Bancroft y Lee Marvin—, el suspense con Man in the Attic (1953) —cuyo personaje principal, interpretado por Jack Palance, se inspiraba en Jack el Destripador—, las aventuras de capa y espada con Mark of the Renegade (El signo del renegado, 1951) —en la estela de los personajes de El Zorro y El Coyote e interpretado por Ricardo Montalbán y Cyd Charisse— o la crítica social en My Six Convicts (1952) —producido por Stanley Kramer y con distribución de la Columbia Pictures—. A pesar de estos múltiples hitos, su país natal continuaba dándole la espalda a través de la crítica, mientras que en España muchas de estas películas no llegaron a estrenarse: de ahí, en parte, se explica que el cineasta sea todavía desconocido en este país.

Durante los cuatro años referidos, Fregonese trabaría amistad con quien está considerado uno de los mejores guionistas españoles y que, como el argentino, también se encontraba probando suerte en Hollywood: el asturiano Carlos Blanco, autor de libretos para películas como Locura de amor (Juan de Orduña, 1948), Los ojos dejan huellas (José Luis Sáenz de Heredia, 1952) o Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955). Juntos emprenderían algunos proyectos fílmicos, buscando la producción principalmente de Samuel Bronston, como aquel inspirado en Don Quijote —titulado El caballero de la triste figura y que finalmente Blanco llevó a la gran pantalla bajo el título de Don Quijote cabalga de nuevo (Roberto Gavaldón, 1973)—, Rey de reyes —que finalmente escribió Philip Yordan y dirigió Nicholas Ray en 1961– o el que tenía por protagonista a Horatio Nelson. El enfoque de los mismos destacaba por una gran originalidad, sin duda debido al carácter único de ambos creadores, por lo que su definitiva irrealización resulta de lamentar. A su vez, el libro de Aguilar aporta un importante documento: las declaraciones que Fregonese realizó en torno al origen de estos proyectos —en concreto sobre Don Quijote y Rey de reyes—. Dichas versiones de los hechos entran en confrontación con las que esgrimía Blanco. Un punto este sin duda polémico, pues el guionista se atribuía la concepción de ambos proyectos —lo que resulta difícil, pues en el primer caso Fregonese conoció a Gary Cooper (que iba a encarnar a Don Quijote) antes que Blanco (durante el rodaje de Blowing Wild), mientras que en el segundo caso Fregonese incluyó a Blanco en el proyecto y ya tenía una idea de cómo lo iba a enfocar.

La aventura hollywoodiense de Fregonese encontró no pocos obstáculos, principalmente el fallecimiento prematuro de dos de los productores con los que tenía mayor vínculo —el gran Val Lewton, por ejemplo—. Fuera por esto o por su peculiar y cambiante personalidad —similar, como apunta Aguilar, a los de muchos de sus personajes de ficción—, lo cierto es que en los años siguientes Fregonese se instalará en Europa, iniciando con ello un periodo como cineasta plagado de altibajos. Si bien títulos como I girovaghi (Los vagabundos, 1956) constituyen uno de los mejores ejemplos de cine italiano de aquella época, o Seven Thunders (1957) y Harry Black (1958) renuevan el concepto de cine de aventuras o bélico, el alemán Die Todesstrahlen des Dr. Mabuse (1964) no se encuentra a la altura de los previamente realizados por Fritz Lang sobre esta saga del personaje creado por el luxemburgués Norbert Jacques —aunque Fregonese supere con su trabajo al de distintos cineastas que también contribuyeron a esta serie—. Incluso se da el caso de algunas cintas de las que se desconoce la responsabilidad concreta de Fregonese —como los casos de Marco Polo (1962) o F.B.I. operazione Baalbeck (La moneda rota, 1964)—. En España, podrá realizar el remake de Pampa bárbara —que, recordemos, supuso su bautizo tras la cámara—: Pampa salvaje, protagonizada por Robert Taylor en 1966.

Los últimos veinte años de vida de Fregonese supusieron su declive personal y profesional, coincidiendo con su regreso a Argentina. Si bien antes de su fallecimiento pudo asistir al comienzo de la puesta en valor de su cine, todavía queda mucho por hacer a este respecto. Sin duda, la encomiable labor de Aguilar con la aportación de este título supone un paso decisivo en su reconocimiento.


Hugo Fregonese: cine por doquier
Carlos Aguilar
Calamar, 2021
224 páginas
28 €

Javier Mateo Hidalgo (Madrid, 1988) es doctor en bellas artes por la Universidad Complutense de Madrid (2019), donde cursó sus estudios de licenciatura en la misma especialidad (2012); titulado asimismo en sucesivos másteres en formación del profesorado en la especialidad de artes plásticas y visuales, guion cinematográfico y lenguajes y manifestaciones artísticas y literarias. Ha publicado diferentes artículos en revistas académicas como Archivos de la Filmoteca, Femeris, Aniav, Re-visiones, Asri o Síneris, así como pronunciado conferencias en espacios como el Instituto Cervantes, las universidades de Salamanca, Huelva, Valencia o la Universidad Complutense y la Autónoma de Madrid, ejerciendo asimismo como profesor de educación plástica, visual y audiovisual y dibujo artístico en varios colegios de Madrid. Debido a su formación multidisciplinar, su trayectoria ha abarcado diversos ámbitos relacionados con la cultura, tales como el arte, el cine, la música, la escritura o el teatro.

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