El runrún interior

El runrún interior (94)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre un pasaje de Orwell o la visión del ensayo de un paso de Semana Santa.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (93)

Martes, 14/3/2023. Transcribo una larga entrevista biográfica a Cándido González Carnero, sindicalista del naval, y vuelvo a escuchar este pasaje que me parece precioso. El orgullo obrero, que era el orgullo de la lucha, pero también el del trabajo; el del mérito de las cosas que se hacían y que se combatía por seguir haciendo:

«Sí que teníamos mucho orgullo profesional. Eran trabajos complicados, con mucho mérito. Un barco no lo hace cualquiera. Llegamos a trabajar en unos barcos muy difíciles, sobre todo a última hora: aquellos barcos quimiqueros, que no eran nada fáciles y en los que no teníamos experiencia. Los hicimos bien. Nos fuimos adaptando a todo. Nos adaptamos a trabajar en acero inoxidable, nos adaptamos a sus exigencias, nos adaptamos a las medidas de seguridad que exige el acero inoxidable, en temas de toxicidad y demás. Estábamos en condiciones de construir cualquier tipo de barco. Y cuando veías salir un barco del astillero era… Ibas a verlo con la familia. Se botaba el barco y decías: “Oye, en este barco trabajé yo. Yo participé en su construcción”. Te sentías orgulloso. Yo, cuando firmo algún artículo de opinión por ahí, siempre pongo “sindicalista del sector naval”, y me siento orgulloso de haber sido sindicalista, de haber luchado por defender miles de puestos de trabajo tanto directos como indirectos, pero también de haber trabajado en el sector naval. Los astilleros sacaron muchos profesionales adelante. En la época de los aprendices, entrabas como aprendiz o como ayudante, aprendías un oficio y salías siendo un trabajador muy cualificado, en condiciones de trabajar en otras empresas. De hecho, cuando el conflicto de los eventuales, la gente a la que se despidió fue a trabajar a otros sitios, y ahora está por el mundo ganando muchísimo dinero, en soldadura y en otras cosas, porque se especializaron, y son muy buenos».


Miércoles, 15/3/2023. Decía Xandru Fernández años ha que la condición de «muleta del PSOE» tiene dos versiones: la muleta para que el PSOE se apoye y la muleta para atizarle. En ambos casos, el PSOE es referencia de la identidad propia; uno se construye a su sombra. Ojalá algún día logre la izquierda española salir de ese bucle.

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Escucho en Spotify un anuncio del Ministerio de Igualdad sobre hacerlo con la regla o tocarse a los sesenta. Que me aspen por retrógrado, pero yo, a esto de hacerlo con la regla (pareciéndome estupendo que a quien le guste lo haga), tampoco le veo ninguna necesidad. A tocarse a los sesenta, sí: con eso, a tope. Toda campaña de concienciación sobre las bondades de tocarse a cualquier edad es poca. Viva la autogestión sexual.

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Ossorio, un consejero madrileño del que se acaba de descubrir que percibe una ayuda para familias vulnerables, siendo millonario, se defiende diciendo: «Tengo cuatro hijos y recibo las ayudas que existen para este tipo de familias […] Esto es un dinero de Pedro Sánchez, dinero del Gobierno de España. Voy a recibir y aceptar todas las ayudas». Lo dice bien Jorge Dioni: en ese «voy a recibir y aceptar todas las ayudas» se resume el liberalismo español.

De todo este asunto, merece una reflexión algo a lo que apunta Carolina del Olmo, que cuenta que ella, que tiene familia numerosa y no tiene tanto dinero como Ossorio, no se había enterado de esa ayuda hasta esta polémica. Se pregunta Carolina: «¿Es que viven rastreando la legislación y con mil alertas de Google a ver si pueden arañar algún euro más o qué?». En efecto, viven así. O ni siquiera ellos viven así, sino que pagan a alguien, un asesor financiero o lo que sea, para que lo haga, lo que por supuesto no puede permitirse una familia trabajadora, no digamos ya una familia en riesgo de exclusión.


Jueves, 16/3/2023. Germán Huici: «La forma de representación más veraz de un fenómeno pasa por una cierta deformación enfática. Dan más impresión de realidad los cuadros de Toulouse-Lautrec que los de Antonio López; la literatura de Kafka que la de Zola; la literatura de Kafka que mi vida».


Viernes, 17/3/2023. En Granada, veo a un artista callejero que, delante, además del típico sombrero para echarle monedas, tiene un cartel con un código QR para hacerle una transferencia por Paypal, y su número de móvil para hacerlo por Bizum. O tempora, o mores. Perroflautismo digital.


Sábado, 18/3/2023. Me topo, en Granada, con el ensayo de un paso de Semana Santa, y me paro a mirar con curiosidad. Cofrades mujeres, curiosamente. Es la primera vez en mi vida que veo una cosa de estas en directo. Nunca he visto una procesión: ni siquiera las —antiguas y afamadas— de mi pueblo. Y tengo que reconocerlo: me impresiona hasta un punto que me hace entender algo que antes solo respetaba, pero sin entenderlo. La cosa, ciertamente, tiene algo (¡y eso que era solo un ensayo!).

Racionalizo perfectamente qué es lo que tiene. La impresión que produce la sincronización de los pies, el hecho de solo ver pies y no las caras tapadas por los ornamentos del armatoste, ese bosque anónimo de piernas que transmite la disolución de la personalidad de cada cofrade en un solo cofrade colectivo. El sobrecogimiento del esfuerzo físico, de la incertidumbre de si van a levantar el paso bien. La estampa entrañable del anciano regordete que —acompañado por un chaval que mira lo que hace, supongo que aprendiendo para ser su relevo en el futuro— dirige a las cofrades y les da las mismas palabras de ánimo que debían de darse hace trescientos años. La saeta que suena… El conjunto redondea una noción de lo comunitario, de una suma de individualidades cuyo resultado es mayor que el número de las mismas, que tañe fibras profundas en el espectador; reconditeces de nuestra antropología en las que se preserva la necesidad de un sentido de trascendencia, de formar parte de algo más grande y más perenne que nosotros.

El Jesús o la Virgen de madera (no sé qué figura es: está tapada con un plástico) que las cofrades cargan a hombros son un macguffin, una excusa, una contingente superestructura de la vocación de unirse, de hermanarse, de permanecer unidos, hermanados, a través de los años. La procesión se ensaya, supongo, durante todo el año, y ese ensayo permanente amarra lazos comunitarios entretejidos, también, de una idea de tradición: hacer lo mismo que hacían los ancestros. De ahí los llantos cuando el paso no sale porque llueve: el esfuerzo malogrado, el hype frustrado. Hay quien desprecia estas efusiones de fervor colectivo. Yo las despreciaba, pero ya no. Tampoco las ensalzo. Me parecen, simplemente, fieramente humanas. Esas fibras que la Semana Santa toca, también las puede tocar un partido de fútbol, claro. O una manifestación del Primero de Mayo. Pero en un partido de fútbol o una manifestación del Primero de Mayo puede resonar el estruendo de cien años, no el de quinientos, o mil…

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Escribe Hugo Cuevas sobre lo de Ossorio —que ahora también es lo de Mónica García, porque se ha descubierto que la líder de Más País también percibe la ayuda— esto tan interesante:

«Ahora que estamos hablando de lo de Ossorio, Mónica García, el bono social y los problemas de acceso a ayudas sociales, voy a hablar de un factor que prácticamente nunca se tiene en cuenta cuando se habla de la barrera de acceso que supone la clase social: la indefensión aprendida. Lo típico es hablar del estigma, de brecha digital, la complejidad de los trámites… pero en mi caso y el de algunas personas que he observado a mi alrededor una razón para no movilizarnos en busca de prestaciones es, sencillamente, la desidia. Asimilamos como propia y natural a nuestra existencia un grado de precariedad que nos lleva a la inacción, no es pereza, es desgana. Es la consideración de que para qué vamos a estar realizando esfuerzos si al final del día vamos a seguir siendo unos perdedores. Esto se ve en la actitud con la que las clases medias recurren multas o exigen becas, con esa autoridad que parece que dios les ha dado, cargados de razón, indignadísimos. Por contra, muchos de nosotros nos sentimos muy cansados como para pelear o rogar por otro trámite. Antes que pasar por ese conflicto yo muy a menudo prefiero perderlo. No reclamo multas, no pido ayudas, no cambio de compañía o los tramos de la luz, no me quejo cuando un paquete de correos no me llega, no devuelvo ropa que no me viene… Qué más da, solo es otra pequeña derrota.

Un ejemplo: mis goteras. llevamos cuatro años con goteras en la vivienda pública, este verano se llenó de cucarachas el edificio, los del bajo tenían humedades por cañerías rotas y años sin ascensor. Eso pasa en un bloque con inquilinos de clase media y se meten a denunciar y a liarla. En los once bloques que teníamos ese problema de goteras, ni un solo vecino hemos sido capaz de denunciar a la Junta de Castilla-La Mancha. Cuatro años con goteras y ni una denuncia, yo he llamado cuatro o cinco veces, una vez al año. Esa desidia, esa dejadez es indefensión aprendida. Se trata, creo, del mismo mecanismo por el que un pijo en un restaurante de lujo pediría que le cambiaran el plato de comida porque tiene un pelo mientras que nosotros, pues ea: es solo un pelo, y a comer».


Domingo, 19/3/2023. En la tienda del Palacio de Aranjuez, veo camisetas rosas que dicen «Yo la Reyna», con la caligrafía de Isabel II. Doctores tiene la monarquía, y hoy saben que toca maquillar la cosa con cosméticas feministas.

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Jónatham Moriche: «Las disputas de la interna son el equivalente político a los robos de cobre: el valor de lo sustraído apenas termina equivaliendo a una minúscula fracción del coste de los destrozos cometidos para sustraerlo».

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Tuitea Adrián Barbón que «Asturias es la única dueña de sus destinos. Y asturianos y asturianas, los responsables de decidir ese futuro. Por eso, como pueblo orgulloso de su identidad, historia y cultura que somos, no admitimos que nadie de fuera nos diga qué debemos hacer, qué ser y qué decir». Un buen ejemplo de la cháchara identitaria vacua, inconcreta, nunca traducida en nada contante y sonante, en la que el presidente de mi región se desenvuelve tan bien. Un discurso de dignidad insobornable que se compadece mal con su disposición a que cada 8 de septiembre, en Covadonga, el infame arzobispo ultraconservador que padecemos le eche la bronca en una misa a la que en ningún caso debería ir, y menos en este.

Hay a quien entusiasma este asturianismo de bolsa de patatas fritas que dice Silvia Cosío, mucho aire y pocas patatas: yo no lo soporto. Me parece barato, tramposo. Como Enrique Castro, sueño «con acorralar un día a uno de estos y empezar en plan niño de tres años: ¿y por qué? ¿Y cómo va a funcionar? ¿Y eso por qué? ¿Y qué vas a hacer? ¿Cómo lo vas a hacer? ¿Cuándo lo vas a hacer? ¿Falta mucho? ¿Cuándo empiezas? ¿Cuánto tardará?».


Lunes, 20/3/2023. Pablo Elorduy: «A una mesa de confluencia no se debe ir a negociar sentimientos, ni a cantar los agravios, se va a hacer números, a rellenar un Excel».

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Leo, compartido por Daniel Arjona, un pasaje muy bonito de Orwell, con el que de algún modo me identifico, porque a mí me pasa. El escritor había satirizado con saña al poeta Stephen Spender, pero un día lo conoció y le cayó simpático. Sorprendido, Spender le preguntó por carta por qué había sido tan cruel con él. La respuesta de Orwell —la última frase es genial— fue la que sigue:

«Me preguntas cómo es que te ataqué sin haberte conocido, y por otra parte cambié de opinión después de conocerte [… Anteriormente] yo quería utilizarte como un símbolo del bolchevique de salón porque a) los versos no significaban mucho para mí; b) preveía una especie de persona de éxito a la moda, también un comunista, o simpatizante comunista, y yo he sido muy hostil al Partido Comunista desde 1935 aproximadamente; y c) porque al no haberte conocido podía mirarte como un tipo y también como una abstracción. Aunque no hubiese sucedido que cuando te conocí me agradases, de todas maneras debería haber tenido que cambiar de actitud, porque cuando conoces a alguien personalmente te das cuenta enseguida de que es un ser humano y no una especie de caricatura que encarna ciertas ideas. Es en parte por esa razón por lo que yo no frecuento mucho los círculos literarios, porque sé por experiencia que una vez que he conocido a alguien y hablado con él, nunca volveré a ser capaz de mostrarme intelectualmente brutal con esa persona, aunque creyese que debería hacerlo, como esos parlamentarios del Partido Laborista a los que los duques les dan unas palmaditas en la espalda y ya están perdidos para siempre».

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Guacamayo aprende a decir «cantonalismo», «torre de Babel» y «reinos de taifas» y se le asigna columna fija en diario conservador. Qué gente tan insufrible y destalentada.

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Leo en Jesús y John Wayne: cómo los evangélicos bancos corrompieron una fe y fracturaron una nación, de Kristin Kobes du Mez, pasajes muy interesantes sobre la frustración de algunos pastores evangélicos que, en el momento del ascenso de Donald Trump, clamaban contra el entusiasmo de algunos de sus feligreses hacia el magnate neoyorquino, alguien cuya vida (divorcios, escarceos con actrices porno, etcétera) no podía ser estar más alejada de los principios familiares y la moral reaccionaria a los que se sujetan estas iglesias. En muchas de ellas, se produjo una fascinante rebelión que dice mucho sobre nuestra época. «Es la cosa más asombrosa que he visto nunca —escribió el activista evangélico Randy Brinson—. Es como si el papel del pastor y el rebaño se hubiera invertido». Los congregantes amenazaban con abandonar sus iglesias si sus pastores se oponían a Trump. Protestantes del protestantismo…

El runrún interior (95)


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Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

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