Escenario

Vida y ficción: documental

"Vida y ficción", dirigido por el escritor José Ovejero y con guión del propio escritor y de Edurne Portela, se proyecta hoy en el Centro Interncional Niemeyer de Avilés.

En una nueva cita del Ciclo Palabra, el Centro Cultural Niemeyer de Avilés (Asturias) acoge hoy lunes 19 de febrero la proyección del documental Vida y ficción, dirigido por José Ovejero y con guión del propio Ovejero y de Edurne Portela. El documental plantea de inicio el interrogante «¿Por qué seguimos escribiendo?» e indaga posibles respuestas en la vida real de dieciséis escritores en lengua española que discurren ante la cámara en aquellas localizaciones que mejor se adaptan a su personalidad. Entramos como espectadores a sus casas, a sus habitaciones, a sus terrazas, o nos vamos con ellos a las afueras de todo para compartir una espontaneidad que nos acerque a la persona que normalmente subyace bajo el personaje mediático. Un documental, en definitiva, sobre la gente que escribe.

Los escritores que intervienen en Vida y ficción son Cristina Fernández CubasMarta Sanz, Luisgé Martín, Sergio del Molino, Fernando Royuela, Antonio Orejudo, Rosa Montero, Rafael Reig, Juan Carlos Méndez Guédez, Aixa de la Cruz, Manuel Vilas, Ana Merino, Sara Mesa, Hipólito G. Navarro, Andrés Neuman y Juan Gabriel Vásquez. Sus realizadores, José Ovejero y Edurne Portela, charlan en El Cuaderno  acerca del propósito y realización del proyecto.


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Cartel diseñado por David Sueiro

José Ovejero: «Quería reivindicar ese deseo, ese esfuerzo, y entender por qué seguimos ahí, qué nos da la escritura, pero también podríamos decir qué nos da la lectura, que la vuelve insustituible»

Edurne Portela: «Este documental, a pesar de que parte de ese estado de conciencia ante la precariedad de la profesión, no se queda en absoluto en la queja»

 

Jaime Priede.— Esta primera pregunta es para ambos. Los dos sois escritores y el eje que relaciona las diferentes intervenciones gira en torno a la pregunta «¿Por qué seguimos escribiendo?» Lo que me gustaría saber en vuestro caso es  desde qué inquietudes surge esa necesidad de reivindicar la escritura,  cómo surge la idea del proyecto, con qué finalidad.

José Ovejero.— El proyecto surge hace unos dos años. Yo estaba dándole vueltas a rodar un documental sobre precisamente ese asunto. Escribir o, más bien, lo que rodea a la escritura, se ha vuelto muy frustrante. No sólo porque quien pretende hacer un trabajo serio se encuentra mezclado, en ferias y también en las páginas de los suplementos de cultura, con cocineros y famosos que presentan un libro normalmente no escrito por ellos, sino también porque el trabajo del escritor ha ido perdiendo peso, creo, en la consideración del público y también en el mercado: en periódicos, festivales y congresos se espera del escritor que trabaje gratis o por honorarios ridículos. Esto último es preocupante, pero no es más que un síntoma de algo más amplio: la literatura se ha devaluado. Y sin embargo, ahí seguimos, contra viento y marea. Y yo quería, no entonar una queja, sino reivindicar ese deseo, ese esfuerzo, y entender por qué seguimos ahí, qué nos da la escritura, pero también podríamos decir qué nos da la lectura, que la vuelve insustituible.

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José Ovejero (Madrid, 1958)

Edurne Portela.— Yo vengo del mundo académico, en el que, por muchos años, he vivido algo similar a lo que comenta José: las humanidades se han ido devaluando en el ámbito universitario, los estudios literarios y culturales cada vez reciben menos fondos, se crean menos puestos, se cierran departamentos. Y por muchos años vi el peligro de quedarnos en la queja, sin abordar una reflexión profunda sobre el valor de las humanidades en la educación. Al pasar al mundo literario, creo que voy de mal en peor, oigo los ecos de aquellas frustraciones: la falta de apoyos institucionales, la seria precariedad a la que nos condena este modelo de crisis perpetua que afecta de forma brutal a la cultura, la decreciente presencia de la literatura en el ámbito público, etc., etc. Pero este documental, a pesar de que parte de ese estado de conciencia ante la precariedad de la profesión, no se queda en absoluto en la queja. Lo que me gustó desde el principio es que el documental es una propuesta de resistencia ante esa realidad, una reivindicación de la escritura como forma de conocimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, y una defensa de la literatura como un acto comunicativo que nos une a los demás.  Además, la idea de elaborar un guión que me permitiera escarbar en la obra de todos estos autores me pareció muy atractiva, una mezcla de investigación y creación que me resultaba irresistible.

Edurne Portela (Santurce, Bilbao, 1974)

J. P.—  José, tú has asumido la dirección del documental. Hay una escena inicial con el escritor Fernando Royuela en el que todo empieza de una manera y, de pronto, se da un giro inesperado que marcará a partir de ahí el tono de todo el documental. Es un recurso sorprendente, muy explícito de lo que pretendías conseguir…

J. Ovejero.— Sí, quería dejar claro desde el principio, con un juego, que lo que yo pretendía era acercar lo más posible la imagen pública a la imagen privada. No por un deseo de curiosear en la intimidad de los escritores, tan propio de nuestros días, sino porque deseaba encontrar en los autores la máxima sinceridad a la hora de hablar de lo que de verdad les interesa al escribir. Por eso no les informábamos con anterioridad del tema del que queríamos que nos hablasen. En realidad, queríamos lograr algo muy difícil: una espontaneidad que no cayese en lo banal. Lo primero lo conseguíamos gracias a la atmósfera de confianza entre nosotros y a que no estaban preparados, lo segundo porque buscábamos un tema tan central en su obra que enseguida encontraban cómo hablar de él.

J. P.— ¿Cuál era tu experiencia previa detrás de una cámara?

J. Ovejero.— Ninguna. Jamás había usado una cámara. Pasé unos meses aprendiendo a usarla. Sabía a pesar de todo que no podría rodar como un profesional y que no iba a contar con los medios para ello. También porque, para generar esa atmósfera de confianza de la que hablábamos, no acudíamos a la entrevista acompañados de técnicos de luces y sonido o con una segunda cámara. Teníamos que enfrentarnos a cada situación, a veces extremas, como rodar bajo un vendaval en el desierto o con un sol en el parque del Retiro que se empeñaba en crear contrastes imposibles de enfrentar sin un equipo más sofisticado. Pero nuestro interés principal era combinar un resultado digno en lo técnico, con una narración fluida y sugerente tanto en el texto como en lo visual. Por eso ni siquiera me importó en algún momento grabar con un móvil si me parecía que podía aportar un contenido significativo al documental, una imagen reveladora, un juego interesante.

J. P.—  Edurne, a la hora de elaborar el guión, ¿seguiste algún criterio para la selección de los autores? Vista la línea de autenticidad y el clima de confianza que se crea en cada intervención,  ¿resultaba  más conveniente echar mano de autores a lo que ya conocíais a nivel personal o fueron otros criterios, buscando un cierto contraste, por ejemplo?

E. Portela.— Sí, por supuesto, hubo un criterio de selección muy meditado en el que participamos José y yo. La intención no era presentar un panorama de la literatura escrita en España, ni mucho menos, pero sí tener un elenco de escritores y escritoras que nos permitieran explorar una variedad de temas desde diferentes perspectivas. Por eso quisimos tener autores y autoras de diferentes generaciones, desde Cristina Fernández Cubas a Aixa de la Cruz, y con aproximaciones radicalmente distintas a la literatura, desde el juego de Fernando Royuela al compromiso explícito de Rafa Reig, y también que ofrecieran una variedad temática que cubriera algunos de los temas que nos parecen fundamentales en la literatura contemporánea, como por ejemplo el cuerpo en Marta Sanz, la muerte en Rosa Montero, la memoria en Juan Gabriel Vásquez, etc. Otra cuestión que tuvimos presente en la selección es que queríamos hablar con escritores que escribían en España, que pertenecieran al ámbito literario español, pero no necesariamente españoles. Por eso contamos con la participación de Andrés Neuman, Juan Carlos Méndez Guédez y Juan Gabriel Vásquez quienes, además, exploran temas relacionados, pero al mismo tiempo desde puntos de vista muy distintos.

En cuanto al clima de confianza que se transmite en el documental, es cierto que conocíamos bien a algunos autores, pero no fueron seleccionados por esa amistad. Lo que sí hicimos fue rodar con ellos primero porque imaginábamos que, si metíamos la pata, iban a ser más pacientes con nosotros, como de hecho lo fueron. A otros participantes apenas les conocíamos e incluso a un par les conocimos en persona el mismo día de la entrevista, pero fueron tan abiertos y generosos que creo que ni se nota. También tengo que decir que en la lista inicial teníamos más de 30 y que fue muy doloroso tachar tantos nombres. Algunos de ellos son amigos o gente muy cercana, con lo que la dificultad era aún mayor.

J. P.— Al hilo de la pregunta anterior, el guión se articula en torno a una secuencia temática hilvanada: infancia y memoria; muerte y vida; compromiso e intimismo; el yo como una voz colectiva o la experiencia personal como algo difícilmente transferible. Son los grandes temas de la literatura, del arte en general. Han cambiado los formatos, los registros, pero se mantienen las mismas inquietudes…

E. Portela.— Sí, así es. Son grandes temas, pero cada autor o autora añade una singularidad, un punto de vista íntimo que crea un matiz, o lo plantea de tal forma que rompe el cliché, o te conmueve cuando, ante la cámara, relaciona ese tema que le obsesiona con una experiencia personal que ha marcado su vida. En este sentido, la articulación del guión fue parte de un proceso muy bonito. Al principio teníamos una idea de qué podía aportar cada uno de los escritores, basándonos puramente en su obra, que leíamos en profundidad para preparar cada tema. Después de grabar a cada uno volvíamos a casa con un montón de material (les dejábamos hablar todo lo que quisieran del tema propuesto) y nos dábamos cuenta de que esa primera intuición al concebir el documental funcionaba y que además se ampliaba con sus testimonios. Las transiciones entre un escritor y el siguiente las íbamos escribiendo entonces y era como ir montando el puzle de una imagen que has imaginado, pero que al sumar cada pieza va tomando nitidez, una forma concreta.

J. P.— José, como director planteas de inicio la intención de acercar esas dos personas que hay en todo escritor cuando concede una entrevista y cuando escribe. ¿Ha sido fácil con una cámara delante? ¿Fue necesario crear una atmósfera determinada para lograrlo?

J. Ovejero.— Resultó mucho más fácil de lo que temía. Tanto con los escritores con los que ya existía una amistad previa, como con aquellos con los que no había hablado jamás. Yo creo que un escritor se siente a gusto cuando tomas en serio su trabajo, cuando se da cuenta de que lo has leído a fondo y le preguntas sobre asuntos que son esenciales para él. Tengo que decir que fue no sólo fácil, sino a ratos entrañable y a ratos muy divertido. Era importante, claro, no entrar a rodar directamente. Conversar antes, intercambiar impresiones, explicar también nuestro trabajo, por ejemplo decirles por qué escogíamos esos contextos algo extraños (el desierto, la cama, un pueblo en ruinas) y hacerles ver que no queríamos ponerlos en situaciones disparatadas sino que tenía un sentido. Todo ello es parte esencial de la entrevista, aunque no se vea.

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Sergio del Molino durante el rodaje.

J. P.— En toda obra artística hay un componente de artificio y obviamente también en el documental. ¿Cómo se prepararon las diferentes localizaciones? Unos escritores aparecen en sus casas y otros no. ¿Cómo ha sido el trabajo en la sala de montaje?

J. Ovejero.— Decidíamos las localizaciones pensando en la obra del autor o en asuntos autobiográficos, pero no buscando que la imagen fuese una mera ilustración. A veces, la imagen es una metáfora. Por ejemplo, nos fuimos con Antonio Orejudo a rodar al desierto porque nos parecía que él asumía una postura marginal, que no era fácil de meter en un conjunto o grupo. A veces establecíamos una relación visual, pero eso sólo nos bastaba si había algo más: a Juan Gabriel Vásquez le grabamos en los billares de un hotel, no sólo porque en la cubierta de una de sus novelas sale un hombre jugando al billar, también porque nos parecía que la atmósfera sosegada, sin estridencias, de ese espacio encajaba bien con su literatura. Y que la imagen de cubierta de una de sus novelas y la suya propia coincidieran, también hace alusión al entramado de ficción y autobiografía que encontramos en su obra. Entonces hacemos un fundido de la cubierta con Juan Gabriel en la misma postura jugando al billar… Para el espectador puede que no sea más que una imagen, pero detrás hay siempre una idea. Que a veces, es verdad, se nos ocurre espontáneamente: como cuando me doy cuenta de que en un cuadro que muestra a la madre de Cristina Fernández Cubas la postura y la forma de la cabeza es la misma que la de una foto de Cristina cuando era adolescente: y Cristina está hablando de que somos prolongación de lo que fuimos, está hablando de recuerdos de infancia; entonces se me ocurre fundir las dos imágenes y jugar durante el montaje de la entrevista con distintas versiones de esa continuidad. Un último ejemplo: a Marta Sanz la queríamos sacar en su casa, rodeada de sus libros. Pero como su marido está muy presente en su literatura, nos parecía evidente que él debía aparecer también por allí, en segundo plano, a veces reflejado en un espejo, pero como una fuerte presencia en el espacio de Marta.

Así que yo hacía un montaje aproximado —tuve también que aprender— de lo que queríamos, y después trabajaba con un montador que aportaba su pericia técnica y también alguna idea muy buena.

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Andrés Neuman durante el rodaje

J. P.— Os pregunto de nuevo a los dos. Aixa de la Cruz plantea una cuestión interesante, a mi modo de ver. El planteamiento previo a su intervención se abre con el interrogante ¿porqué escribe hoy un hombre o una mujer joven? y Aixa plantea un cierto hartazgo de la ficción, su acercamiento al ensayo, que quizá podamos ampliar, de forma más generalizada, como acercamiento a los géneros de no ficción: la crónica narrativa, el ensayo, el documental,… ¿Se percibe un cierto cansancio de la ficción, sobre todo entre los escritores más jóvenes? Ella misma termina su intervención relacionando la literatura con el mundo académico…

E. Portela.— A Aixa de la Cruz fue a la única que le hicimos la pregunta «¿por qué sigues escribiendo?» directamente. Por una parte, ella señala que su vida está totalmente ligada a la escritura y que no tiene intención de dejar escribir, pero por otra parte muestra un escepticismo hacia la capacidad de la ficción literaria para llegar a un público general, frente a por ejemplo la capacidad que tiene la ficción de las series televisivas para hacerlo. Creo que el hartazgo no es tanto con la ficción en sí misma, sino tal vez con el género de la novela. En el ámbito literario, sí creo que el ensayo está ganando un nuevo terreno, aunque no sé si es exclusivo de las generaciones más jóvenes. No el ensayo académico, sino un tipo de ensayo personal, que evalúa alguna problemática actual desde la interrogación, no la tesis. Esto lo explica muy bien Sergio del Molino en el documental y en varios textos suyos. Y su libro La España vacía es un excelente ejemplo de este nuevo tipo de ensayo en el que no hay pretensiones de objetividad, ni de sentar cátedra. También es cierto que hay un boom del documental que puede estar relacionado con esta nueva mirada, una nueva forma de intentar entender la realidad que no recurre a la ficción, ni para procesar ni para comunicar esa comprensión. De todas formas, yo creo que ese hartazgo no está, ni mucho menos, generalizado. Hay una multiplicidad de herramientas de investigación y de comunicación. La ficción en general, esa elaboración imaginativa de la realidad, y  la novela en particular, junto al cuento, su forma literaria, siguen estando muy vivas y muy presentes. Los autores que escribimos ensayo también usamos la ficción y la novela como forma de acercarnos a la realidad. No son fórmulas excluyentes, sino que dependen de qué genero pide cada tema que abordamos.

J. Ovejero.— No tengo nada que añadir a lo que dice Edurne. Coincidimos por completo.

J. P.— Edurne, sorprende la intervención de determinados autores porque proyectan una imagen diferente a la mediática. En unos casos es más ajustada porque quizá no haya tanta diferencia entre ambas, pienso, por ejemplo, en Sergio de Molino, Hipólito G. Navarro, Sara Mesa, Ana Merino, Marta Sanz… Pero en otros casos, sorprende la imagen vulnerable, diferente a la que transmite su propia literatura o sus intervenciones públicas, como Fernando Royuela, Manuel Vilas, Rafael Reig, Antonio Orejudo…

E. Portela.— No había pensado en ello, la verdad, y supongo que la impresión que se lleve cada espectador será en este sentido diferente porque está basada en un conocimiento o desconocimiento previo de los autores, dependiendo si conocen su vertiente pública o si, por el contrario, sólo han accedido a su literatura. Algunos espectadores tampoco conocerán a todos los autores, por lo que su primer acercamiento será este documental. A mí , personalmente, me da la impresión de que todos ellos hablan desde una honestidad muy palpable y que lo vital y lo íntimo surge, entrelazado y entremezclado, con sus ideas sobre la literatura. Esta relación intricada e inseparable entre lo personal y lo literario, entre vida y ficción, al fin y al cabo, es algo que estábamos deseando mostrar y, en ese sentido, creo que es uno de los logros del documental.

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Sara Mesa e Hipólito G. Navarro en una secuencia del documental

J. P.— Pensando también en el documental Generación Kronen de Luis Mancha, estamos ante una nueva forma de aproximarnos al escritor como personaje que, en cierto modo, lo  acerca al patio de vecinos. Un personaje que tiene algo que contar en la cocina. en la habitación o en la terraza, fuera de su mesa de trabajo.  Una historia propia más allá de su propia literatura. El documental permite un gran angular, abrir campo con  la distancia necesaria para abrir una perspectiva plural, un paisaje colectivo con numerosos contrastes y sintonías. ¿Qué valoración final hacéis de vuestro trabajo? ¿Qué aspectos cambiaríais si pudierais abordarlo desde la experiencia actual?

J. Ovejero.— Lo que yo cambiaría tiene que ver con lo que he ido aprendiendo durante el rodaje. Primero, haría siempre muchas más tomas de las que considero necesarias, porque después sólo sirven algunas, o sirven pero son banales, o no te convencen por algún motivo, y te encuentras con problemas durante la edición. Segundo, llegaría a los lugares de rodaje mucho antes que los autores. Porque los preparativos (audio, luces) no deben durar mucho cuando el autor está presente si se quiere mantener esa atmósfera distendida, de complicidad; y sin embargo cada espacio exige un trabajo complejo para que el audio y la imagen, luz, balance de blancos, contraste…, sean óptimos.

E. Portela.— Creo que los dos estamos en general muy satisfechos con el trabajo que hemos hecho, a pesar de que somos conscientes de que no es un producto perfecto. Nos da la sensación de que ofrecemos un documental con un contenido interesante, de mucha calidad y nivel cultural, pero al mismo tiempo nada pretencioso y en muchos momentos divertido y entrañable. También creo que el esfuerzo que hemos hecho para propiciar situaciones originales e inesperadas, el riesgo que hemos tomado al valorar la espontaneidad sobre otros factores, y el tiempo invertido en el trabajo de preparación han dado muy buenos frutos. Todo esto hubiera sido imposible sin la participación de este elenco maravilloso de escritores, por supuesto. ¿Qué cambiaría? Pues lo que dice José: todo lo que concierne a la parte técnica ha sido un proceso de prueba y error. Hemos aprendido mucho y eso lo llevaríamos a la práctica si tuviéramos la oportunidad de hacer otro documental.

Antonio Orejudo en una secuencia de “Vida y ficción”

J. P.— ¿Os ha llegado ya alguna  valoración de los protagonistas tras el primer visionado?

J. Ovejero.— Sí, claro, aunque todavía no todos han podido ver el documental. Yo creo que los autores han visto que los hemos tratado con interés y afecto. Mi impresión es que se han sentido comprendidos en su trabajo y, por lo que han dicho, les ha parecido que hemos editado bien sus palabras y les hemos puesto en un contexto sugerente.

E. Portela.— Ana Merino dijo algo durante la rueda de prensa que a mí me conmovió mucho, y es que se notaba que había mucha ternura en el proyecto. Y es verdad. Hemos intentando ser muy respetuosos con los testimonios que estos escritores han compartido con nosotros y, en el proceso de leerles, entrevistarles, estudiar las grabaciones, editarlas, hemos desarrollado una especie de relación íntima con ellos, de la que, por otra parte, ellos posiblemente no sean muy conscientes. Pero ese afecto, esa ternura de la que habla Merino, creo que sí se destila en el tratamiento que damos a cada uno de ellos.

J. P.— ¿Quedan ganas de repetir? La fórmula tiene mucho recorrido más allá de esta primera entrega.

J. Ovejero.— Sí nos quedan ganas. Tenemos la impresión de haber aprendido muchísimo, hemos disfrutado, ahora contamos con el equipo imprescindible. Pero antes de lanzarnos a un nuevo trabajo queremos, aparte de descansar un poco, intentar recuperar parte de la inversión. No quisimos depender de nadie ni esperar a que alguien se decidiese a financiar nuestro proyecto, eso exige una paciencia de la que carecemos, así que hemos incurrido en gastos considerables para nosotros. De todas formas, ahora tenemos que dedicar nuestra energía a que el documental se vea, en festivales, en eventos literarios, en centros culturales… y si fuese posible que lo programase una televisión en abierto, para que lo pueda ver el mayor número de espectadores.


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