[Réplica de Josemanuel Ferrández Verdú a este artículo de Antonio Costa Gómez]
El magnífico y, sin duda, bien documentado artículo del señor Costa Gómez acerca de la persona y la obra de Salinger es todo un ejemplo de lo que se debe hacer a la hora de intentar demoler la reputación literaria o artística de cualquier hombre o mujer que haya realizado alguna obra relevante. En primer lugar porque se nota, tanto en su prosa como en el tono con que está escrita, que ha sido elaborado tras larga reflexión y con la cabeza muy fría, como debe hacerse en tales empresas, sin duda complejas y llenas de dificultades cuando se trata de escritores notables, como en este caso. Y no hablemos ya de la enorme cantidad de bibliografía y demás documentación utilizada acerca de aquello que se desea, por un motivo u otro, desenmascarar como un bluf o falacia universalmente aceptada Menos mal que de vez en cuando surgen voces como la del señor Costa Gómez, que arrojan luz donde había oscuridad y confusión y con los que, gracias a un notable esfuerzo de desvelamiento, podemos alcanzar la verdad y descorrer el velo de lo aparente.
En el caso de Salinger, uno de los escritores americanos más leídos, sobre todo por su novela El guardián entre el centeno, el artículo no puede ser más ejemplar. Un compendio de las virtudes que este tipo de escritos debe poseer. Su eficacia se basa sobre todo en la coherencia de su discurso, puesto que sigue una línea argumental tan sólida y convincente que nadie en su sano juicio se atrevería a intentar contrariarla en lo más mínimo, dada la eminencia con que ha sido elaborada. Una de las cosas que afirma con más contundencia y justa ferocidad acerca de su víctima es que no tenía idea de nada, cosa harto sabida y que la crítica había obviado hasta la deshonra. En efecto, Salinger era un analfabeto y un cazurro. Un palurdo que un día se puso a escribir y por pura chiripa le salió su famosa novela; sonó la flauta por casualidad. Además, Salinger tuvo la estúpida idea de escribir acerca de la adolescencia, que es el período más oscuro de la raza humana, como el propio Costa Gómez afirma con notable acierto. Sólo a Salinger —dice el señor Costa Gómez—se le puede ocurrir idealizar la adolescencia. ¡Ah! Qué gran verdad. Otra más que llevarnos a nuestro pobre entendimiento, atascado con tantas necedades como se dicen por ahí.
No señores, la adolescencia debería ser borrada por completo de la literatura, ya que el señor Costa Gómez lo ha demostrado con argumentos tan concienzudos que se necesitaría toda una enciclopedia para exponerlos. A continuación explica, para todo aquél que desconozca esta bella circunstancia, que fue junto a un cementerio de Cartagena de Indias donde tuvo la dicha de leer la biografía que lo pondría al corriente de todos los desmanes y falsedades del tontaina de Salinger, y fruto de esta lectura es la visión de la verdad que lo derribó del caballo, como a san Pablo, deslumbrándolo y mostrándole las auténticas claves de todo el turbio asunto.
Después de enunciar lo malo que era el escritor con las chicas al ir ligándolas por turno para ir dejándolas luego abandonadas a su suerte, pasa a desvelar el secreto oculto de su personalidad. Ahí va: «En esa novela protesta contra todo el mundo de los adultos. Le parecen todos falsos y postizos. Pero él no sabe qué quiere, no tiene sangre en las venas. Es solo un adolescente malcriado que no sabe cómo ponerse». Por fin accedemos al vergonzoso y oculto núcleo de la novela de Salinger: que protesta contra todo el mundo y que además el propio autor no es más que un adolescente que no sabe cómo ponerse.
Atribuir a Salinger la personalidad de Holden Caulfield es una obviedad tan palmaria y evidente que la crítica se ha llevado las manos a la cabeza al descubrir cómo no se había dado cuenta antes de la verdad enunciada por Costa Gómez. Claro, como Flaubert dijo que Madame Bovary era él, y Luis XIV dijo que el Estado era él, de estas dos ilustres citas, seguramente, el señor Costa Gómez ha sacado tan escondida y brillante consecuencia. ¡Qué capacidad de síntesis! Así Cervantes es Don Quijote, Goethe es Werther, Ian Fleming es James Bond, Galdós es Fortunata y Jacinta juntas, etcétera. Además, Salinger era un adolescente que no sabía cómo ponerse: de pie, sentado o en cuclillas.
Pero sus maldades no terminan aquí. El deshonesto Salinger siguió cometiendo pecados cada vez más gordos, y quizá el mayor de todos fue el siguiente:
«Quiere que lo vean para poder decir: no me mires. Como un niño malcriado. Patalea porque lo miran, pero quiere que lo miren.
»En la biografía nos cuentan cómo pataleaba sin fin para que no lo entrevistaran, para que no lo fotografiaran. Contestaba furioso a las preguntas, ponía cara de ogro. Pero levantaba casas ostentosas rodeadas de murallas y alambradas. Si yo quisiera de verdad que nadie me siguiera no levantaría una casa chillona en un lugar tranquilo. No gritaría sin cesar: no quiero saber nada».
Esto ya es el colmo de la desfachatez. Construirse una casa grande donde a uno le parezca bien sin consultar con la crítica especializada, con la brigada paracaidista, con el Ejército de Salvación y ni siquiera con el señor Costa Gómez, y todo ello solo para llamar la atención de la prensa, como esas señoritas que se visten enseñando grandes porciones de su anatomía para ser miradas, y encima no quieren que las violen, habráse visto cosa igual. Ante argumentos tan contundentes uno no tiene más remedio que decir: sí señor, eso es razonar como dios manda, y no lo que hacía Aristóteles y todos los de su ralea.
En fin, todavía le queda munición al señor Costa Gómez para lucir su acerada sintaxis contra la obra del infame escritor adolescente, malcriado, ignorante y caprichoso, quien aunque estuvo en primera línea de fuego de la guerra, se portó como un imbécil intentando que no lo mataran. Entre otras cosas afirma con buen tino que muchos creen que los cuentos del borracho de Salinger son los mejores del mundo. Ah, como da en la diana esta vez con esa habilidad suya para acertar en el centro de la misma.
Para terminar de examinar este horrible caso de malentendido hay que admitir, no sólo con el señor Costa Gómez, sino con todos aquéllos que piensan como él (que ya van siendo legión) que va siendo hora de exigir que los artistas de todo el mundo demuestren sobradamente, antes y después de realizar alguna obra meritoria, un comportamiento ejemplar mediante la oportuna expedición de un certificado de buena conducta emitido por la Guardia Civil o el titular de la parroquia a la que pertenezcan, ya que cada día más gente no está dispuesta a admitir a tipos como Woody Allen, tan despreciables y degenerados, capaces de casarse con una mujer joven y bella y de soportar que dos estudios independientes de dos instituciones importantes eviten que se le juzgue por algo de lo que se le acusa en unas circunstancias tan confusas que es imposible que dicha acusación sea mentira.
Si le apetece al señor Costa Gómez seguir demoliendo falsas reputaciones, le recomiendo la de James Joyce, cuya biografía escrita por Ellman puede leerse junto a cualquier cementerio de indias o no, y en la que hay tantos motivos o más que en la de Salinger para destruir al más pintado y escribido de los poetas de Irlanda.
No entendiste nada.
Y con tu sublime ironía solo vas como Vicente donde va la gente y alabas el vestido del rey desnudo. Grandioso equipaje solo para ir al pueblo de siempre.
Y que los textos haya que escribirlos con frialdad te lo habrá dicho el boticario frío y vicentino de tu pueblo.
Por cierto vivo a Joyce mucho mejor que tú, porque él no escribía con frialdad.
Antonio Costa Gómez
Según su argumento, alabar a Cervantes también sería ir a donde va Vicente y aplaudir al rey desnudo, ya que todos lo hacen
No es usted el primero que ataca a Salinger, pero lo hace más al hombre que a su obra
Deberíamos por tanto desacreditar la obra de todo artista que como hombre no haya sido un modelo de bondad y buen comportamiento
Habría que rechazar la Teoría de la Relatividad por el hecho de que Einstein se portó muy mal con su mujer, y se atribuyó méritos de ella
O la Tierra Baldia porque Eliott abandonó a su esposa en el manicomio
O el Contrato Social porque Rousseau dejó a sus cinco hijos en un horfanato
O El Retrato del artista adolescente, porque Joyce se aprovechó de su hermano mientras pudo, era un borracho, daba sablazos a todo el mundo, era un crápula que se gastaba lo poco que ganaba en beber y desatendia a su familia, etc
E infinidad de casos semejantes
No hay necesidad de confundir el arte con la santidad ya que la Iglesia Católica, de momento, no exige a sus Santos ser además artistas
Sobre lo de escribir con frialdad, entiendo que la pasión no tiene por qué conducir a la improvisación, ni debe excluir, en cuestiones de crítica, los argumentos basados en sólidas razones
Pero rasgarse las vestiduras no significa estar en la verdad
Y no sé qué tiene de malo el pueblo de siempre
A mi los pueblos siempre me han gustado,
Le agradezco sinceramente su elogio al calificar de sublime mi articulo
No creo que sea para tanto
Usted escribe bien, por eso ha ganado varios premios
Pero eso no le autoriza a ser injusto en su evaluación del Guardián
Ya me explicará algún día lo que tiene que ver en todo esto el noble oficio de boticario y que significa lo de vicentino
José Manuel Ferrandez