Escenario

‘Il fare politica’, una vida por la revolución

Xavier Tornafoch reseña 'Adiós a la revolución (Il fare politica)', un documental de 2005 del director belga Hugues Le Paige que narra a través de cuatro antiguos militantes del extinto Partido Comunista Italiano veintidós años cruciales de la historia italiana y europea, los transcurridos entre 1982 y 2004.

/ Crónicas ausetanas / Xavier Tornafoch /

Adiós a la revolución (Il fare politica) (2005) es un documental del director belga Hugues Le Paige que explica la historia de Fabiana, Carlo, Claudio y Vicenzo, cuatro vecinos de Mercatale, un pueblo de la Toscana, cercano a Florencia, entre los años 1982 y 2004. En 1982, todos ellos eran jóvenes militantes del Partido Comunista Italiano (PCI). La película muestra la evolución ideológica y personal de los personajes a lo largo de veintidós años cruciales en la historia italiana y europea. De la casi hegemonía del partido-Iglesia que era el PCI a la descomposición del comunismo transalpino y la llegada al poder de un charlatán de feria como Silvio Berlusconi. Del mundo bipolar de la guerra fría, en el cual el partido comunista más poderoso de Occidente generaba miedo y respeto a partes iguales, a la caída del Muro de Berlín y la designación de otros enemigos irreconciliables. Para los cuatro amigos de Mercatale, fue un camino que les llevó de las seguridades de estar en el lado correcto de la historia a la soledad y las dudas. Una bella narración que sirve para generar más interrogantes que respuestas.

Para Fabiana, Carlo, Claudia y Vicenzo, el partido era su vida entera. Allí tenían sus amigos, allí celebraban sus fiestas, allí analizaban lo que pasaba en el mundo, allí se formaban intelectualmente. Y eran muchos. A mediados de los ochenta, el porcentaje de voto al PCI en Mercatale y las poblaciones circundantes se acercaba al sesenta por ciento, motivo por el cual esa zona era conocida como la Toscana rossa (la Toscana roja). Podría pensarse que la debacle fue consecuencia directa del hundimiento de la URSS, con la que el PCI ya era muy critico en esa época, pero fue un conjunto de circunstancias el que llevaron a la desaparición del PCI y a la orfandad política a sus centenares de miles de militantes. En primer lugar, está la descomposición del sistema político italiano en los años noventa como consecuencia de Tangentopoli, el escándalo de corrupción política que afectó a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista Italiano principalmente, pero salpicó al resto de formaciones, incluido el PCI. Después, la extensión y consolidación de las televisiones privadas, que fueron la plataforma desde la que Berlusconi se encumbró al poder. Finalmente, la desmovilización de una ciudadanía hastiada de un sistema político que no daba respuestas a sus problemas y que se refugió en su privacidad, teniendo como único compañero al patrone Berlusconi, que aliviaba su soledad con telebasura, la que ahora también domina el espacio televisivo español, con los resultados sociales que todos conocemos.

Pasados los años, estos militantes toscanos hablan desde la tristeza, no desde el resentimiento. Algunos de ellos se lamentan por haber dejado caer al principal estandarte de la clase obrera occidental, el poderoso y orgulloso PCI, el partido de Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti, el partido de la resistencia, de la lucha y el gobierno, un lema que traspasó fronteras y que fue utilizado apasionadamente por los comunistas ibéricos como una suerte de divisa de honor que interpelaba a la responsabilidad y al sacrificio. Ciertamente, tal como evidencia la película, no se podía estar a medias en la militancia comunista. La Casa del Popolo, la sede social del PCI en Mercatale, era el lugar más concurrido de la localidad y grandes fotos de Marx, Engels y Lenin presidían sus enormes salas de reuniones. Además, existía una liturgia, unos rituales que, como dice el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han, el neoliberalismo ha devastado. Las banderas rojas, los himnos partisanos, los puños alzados, el respeto por los lideres del partido, como el que sentían por el carismático Enrico Berlinguer, a cuyo funeral asistió más de un millón de personas desplazadas a Roma desde toda Italia, que gritaban algo que aún conmueve: «Siamo qui». Era lo que se esperaba del militante: que acudiera cuando el partido le necesitaba, bien para encabezar una lista electoral, bien para repartir el periódico L’Unità.

Todo eso despareció en un cuarto de siglo. Las refundaciones constantes de la izquierda italiana, la grupusculización incansable y las derrotas electorales destruyeron ese espacio político, que ahora quieren ocupar tanto Salvini y sus muchachos de extrema derecha como los centristas de Renzi. Es un bocado apetitoso porque el partido sucumbió, pero los antiguos militantes, un poco más viejos, aún están ahí, como nos muestra el documental. Desencantados y achacosos, pero están ahí. En algunos casos, conservan el espíritu militante del que en su día se sintieron tan orgullosos. Contemplan el presente con cierta estupefacción y desencanto, pero todos saben que los motivos por lo que se adhirieron al PCI continúan vigentes, e incluso que algunas de esas circunstancias se han agravado y que los motivos para continuar la lucha no han desaparecido.

En una de las últimas secuencias del documental, el director pregunta a uno de los cuatro camaradas de Mercatale si le parece bien que Fabiana colabore con la parroquia para conseguir fondos para una nueva ambulancia, a lo que responde, con una media sonrisa, que está de acuerdo con lo que hace su amiga y que en su espíritu altruista para con la Iglesia local se deja ver la herencia del PCI. Creo que ese es uno de los momentos culminantes de la película y que podría ofrecer interpretaciones diversas. En primer lugar, evidencia lo que fue una característica del comunismo italiano: su voluntad unitaria y su capacidad para tejer alianzas más allá de las siglas en diversos momentos de su larga historia. Por otra parte, a uno no se le escapa que el PCI funcionó a nivel simbólico como una Iglesia y que a sus antiguos militantes nada les podría parecer más cercano que la Iglesia Vaticana. Pero esa es quizás una elucubración sin sentido. En cualquier caso, Il fare política es un documento interesantísimo en estos tiempos de trumpismo, mentiras digitales y exaltación ultranacionalista.


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s LiteratureRevista de Historia ActualHistoria Actual On LineL’AvençAusaDovellaL’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.

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