La tecnología, mediante el 3D, lo virtual o el holograma, genera obras que invitan a replantear, no sin cierta inquietud, qué es eso a lo que se llama realidad y hasta qué punto no es eso a lo que llamamos realidad otra copia. La literatura y las artes de todos los tiempos han visitado estas cuestiones, pero nunca como hoy habían hecho de ellas su sede.
Hologramas (Trea, 2017), ensayo de Teresa Gómez Trueba y de Carmen Morán Rodríguez, propone una reflexión sobre la forma en que las nociones de especularidad, mise en abyme o simulacro presiden nuestro tiempo, imponiendo su signo sobre nuestras producciones culturales y, en definitiva, sobre nuestra manera de estar en el mundo. La narrativa española contemporánea no es ajena a esta corriente, presente en autores y obras muy diferentes entre sí.
Aparentemente poco tienen que ver las autoficciones de Vila-Matas con la experimentación intermedial de Jorge Carrión, la reflexión sobre la Historia como relato que propone Javier Cercas con el fragmentarismo rizomático que practica Agustín Fernández Mallo, el agudo compromiso de Isaac Rosa ante el mundo con el cinismo de Alberto Olmos ante el espectáculo, o la impostura de las identidades nacionales reducidas a souvenir que plantea Mercedes Cebrián con esa escritura-río de Manuel Vilas que siempre desemboca en España. Y, sin embargo, todos ellos representan, de distintas maneras y a distintos niveles, la conciencia, a veces obsesiva, de la distinción entre la realidad y su relato —una cuestión de incalculables implicaciones estéticas, metafísicas e incluso políticas.
A través de la lectura de la actual narrativa española —concebida esta de manera más amplia de lo que algunas estrategias comerciales han querido vender—Hologramas aborda cuestiones como la creación literaria en Internet, la polémica consideración de la Historia como un relato más, o esa fascinación por las omnipresentes pantallas que inevitablemente nos lleva a una reflexión metarreferencial: quizá la realidad no sea sino un nivel más de representación, en una mise en abyme que nos contiene.
El Cuaderno, en colaboración con Teresa Gómez Trueba y Carmen Morán Rodríguez, propone un cuestionario en cinco entregas sobre la (in)distinción entre realidad y relato a Jorge Carrión, Mercedes Cebrián, Agustín Fernández Mallo, Cristina Gutiérrez Valencia, Ricardo Menéndez Salmón, Vicente Luis Mora , Francisca Noguerol e Isaac Rosa.
En las últimas décadas, buena parte de la narrativa ha seguido el camino de los experimentos intermediales entre la página y la pantalla (búsqueda de conexiones e interferencias entre los discursos literario, cinematográfico, televisivo, cibernético, etc.) Paralelamente, la crítica —pero también el receptor— se interesa cada vez más por los procedimientos compositivos —retóricos, cabría decir— de formas como las series televisivas o los videojuegos. ¿Significa esto que es pertinente un concepto de narrativa que rebase lo literario y comprenda también otras formas, como las mencionadas? ¿Es únicamente una cuestión de moda o de influencias extraliterarias que no modifican el concepto de literatura heredado y vigente hasta el siglo XX?
Jorge Carrión (Tarragona, 1971).— En todas las épocas la literatura se ha adaptado a los nuevos contextos y las nuevas tecnologías. Y ha negociado con ellas. Y las ha violentado, cuestionado o refutado. O se las ha apropiado. Entre Homero y Herodoto, por ejemplo, hay un cambio en la transmisión de la literatura: de ser memorizada a ser leída. Y en el Quijote aparece una forma literaria, la novela moderna, que no se entiende sin la imprenta (y la imprenta aparece, en los capítulos de don Quijote en Barcelona). Y Juan Ramón, Döblin, Benjamin, Borges o Cortázar incluyen en sus obras el teléfono, la fotografía, el cine, el collage o la prensa. Lo natural, en la gran literatura, siempre ha sido la inclusión de los nuevos lenguajes. Nuestra época no debería ser una excepción.

Mercedes Cebrián (Madrid, 1970).— Interpreto que formar parte de los elegidos para responder a este cuestionario quiere decir que de algún modo en mi escritura se detectan estas influencias extraliterarias que mencionáis. No soy muy consciente de ello porque creo que al escribir desde mi época (como si retransmitiera en directo desde este siglo), es inevitable que estas influencias aparezcan. Habría casi que forzar la escritura para ser inmune a ellas. Ahora bien, como lectora he tenido ante mis ojos textos en los que percibía un entusiasmo algo ingenuo hacia las nuevas tecnologías (textos que reproducían chats, conversaciones por email etc), y creo que en algunos casos se trata de un experimento con lo novedoso, ni más ni menos. En mi opinión, los textos que envejecerán mejor no serán los que imiten el formato de un chat o de unos posts de Facebook, sino los que den cuenta del cambio de hábitos y mentalidades que la presencia de la tecnología ha supuesto para nosotros.
Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967).— No creo que tenga que ver con modas sino con los modos de generar ficciones –es decir, fantasías verosímiles— propios de cada época. Y en esta época son las redes, y no me estoy refiriendio a las redes digitales sólo, sino a al asunción de que la propia realidad se articula espontáneamente en redes analógicas y digitales, y que estamos circulando por ellas. Es por ello que lo que los modelos verticales o arbóreos del pasado hace al menos 30 años han dejado paso a los modelos rizomáticos —o como diría Nicolas Bourriaud, en las artes, modelos Radicantes—. No es cuestión de moda o no moda sino de que nuestro conocimiento del mundo y de, por lo tanto, sus estructuras fundamentales, ha cambiado; en justa correspondencia cambian los métodos de uso ficcional de ese mundo. Pero, con todo, para mí el cambio fundamental no es de herramienta (cambio de papel por pantalla) sino de concepto. Por ejemplo, antes, en una sociedad del conocimiento extremadamente jerarquizada, estaba muy claro qué era información y qué era conocimiento, pero hoy, ambos conceptos se funden y no es posible separarlos del todo. Antes el autor tenía muy claro que sobre unas bases que eran mera información, construía una obra que pasaría a formar parte de algo mucho más valorizado llamado “conocimiento”. Hoy el autor maneja una información que ya es lo suficientemente compleja como para que en sí misma, en origen, podamos considerarla conocimiento, y eso lo cambia todo. De modo que las redes han cambiado ese modo de distribuir los campos literarios, sociales y de prestigio.
Cristina Gutiérrez Valencia (Donostia-San Sebastián, 1986).— Desde mi punto de vista ese concepto no sólo es pertinente, sino que está asociado a un término que está en boca de todos desde hace un tiempo. Es el Storytelling, que además de referirse a una narrativa realizada con cualquier materia (palabra, imagen, video, etc.), nos sirve tanto para la estética o las ficciones como para la realidad: política, historia, noticias, proyección personal o corporativa, marca en redes, etc. Otra cuestión es si todos los discursos son igual de válidos, o si son enjuiciables con los mismos criterios los realizados con palabras, con imágenes, los mixtos, etc. Creo que no debemos confundirnos en este sentido, si bien me parece que estética y narrativamente hay cosas excelentes en discursos ficcionales de uno y de otro tipo, también creo que hay que delimitar qué es cada cosa, para no valorarlo todo por el mismo rasero. Ni una obra literaria es mejor o más original, incluso, por introducir imágenes o jugar con ese otro medio (recordemos el Ut pictura poesis horaciano, los caligramas griegos o la clásica écfrasis), ni podemos “leer” las series de TV como libros, pero sí podemos, como hacen Antono J. Gil, o Carlos Alberto Scolari, estudiar las peculiaridades de las nuevas estéticas mixtas y los traspasos entre artes (que no dejan de ser una modalidad de fanfiction pero transmedia). A la vez creo que nuestra manera de leer y entender la literatura está cambiando por estos nuevos formatos e hibridaciones. El cine aprendió a contar de la literatura, y las series de la literatura y el cine; ahora la literatura está cambiando el sentido del círculo y hay un nuevo retorno a la imagen, incluso un nuevo pensamiento en imágenes, como diría José Luis Molinuevo, que nos lleva a una experiencia poliestética.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971).— No considero que sea algo coyuntural, sino un hecho sustancial. Y lo es porque la literatura, y en especial la novela, tiene la capacidad de canibalizar su entorno y aproximar a sus procedimientos lo que está sucediendo en otros ámbitos. En ello radica no sólo su éxito como recipiente comunicativo, sino su extraordinaria resistencia a desaparecer, algo que periódicamente se profetiza pero que, década tras década, los narradores se encargan de refutar. Si la realidad es el anfitrión, la novela es el huésped por antonomasia. Su capacidad de cambiar no es otra cosa que su capacidad para nutrirse de cuantos procedimientos creativos existen. Al fin y al cabo, todo, a la postre, admite ser traducido a relato.
Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970).— El concepto de narrativa, en el sentido de acto de contar una historia, es muy anterior al nacimiento de la literatura, término que apela a la decantación o sofisticación retórica de algunos modos de contar acaecidos en los últimos tres milenios -y que se acuña como lo que hoy entendemos por literatura hace pocos siglos-. Son también narrativos algunos fenómenos (comunicativos, artísticos, judiciales, etcétera) que no tienen que ver con la literatura de un modo estricto. Lo narrativo es más antiguo y más amplio que lo literario, y una de las líneas de fuga de la literatura actual (especialmente de la narrativa, pero también de la poesía), entra en colisión directa con otras formas de narratividad, sobre todo audiovisual. Este proceso es paralelo al que ya atisbara Horacio respecto a la poesía y la pintura, hace 2050 años, nada menos. Son evoluciones lógicas, en las que los sectores más avanzados de la literatura se cuestionan, se autocritican, se ponen en crisis e intentan dilucidar su situación respecto a otras artes de su tiempo. Ha pasado siempre y es normal que suceda ahora de nuevo.
Francisca Noguerol (Sevilla, 1967).— Las experiencias intermediales constituyen un rasgo definitorio y nada trivial en la poética de muchos narradores actuales; especialmente, en la de aquellos pertenecientes a la denominada “segunda edad de los medios (Mark Poster, 1995), nacidos a partir de los años sesenta y setenta del pasado siglo, quienes prefieren -por la libertad que conlleva- asumir para su obra el concepto de “escritura” por encima del de “literatura”, y que deben ser analizados desde planteamientos que rebasan los límites estrictamente filológicos. Como subraya Alessandro Baricco en Los bárbaros. Ensayos sobre la mutación, “ningún libro puede llegar a ser algo (…) si no adopta la lengua del mundo. Si no se alinea con la lógica, con las convenciones, con los principios de la lengua más fuerte producida por el mundo. Si no es un libro cuyas instrucciones de uso se hallan en lugares que NO son únicamente libros. (…) La lengua del mundo, hoy en día, sin duda alguna se gesta en la televisión, en el cine, en la publicidad, en la música ligera, tal vez en el periodismo. (…) Está formada por un léxico, por una determinada idea de ritmo, por una colección de secuencias emotivas estándar, por algunos tabúes, por una idea concreta de velocidad, por una geografía de caracteres. (…) El libro, en sí mismo, no es un valor: el valor es la secuencia”. 2008: 90).
En una cultura que ya no pretende ser representativa de la realidad cartesiana, sino “presentativa” de múltiples realidades que coexisten con ella paralela o virtualmente (Román Gubern, 2007), estos escritores apuestan por la polifonía y la heteroglosia, narrando universos marcados por los referentes mediáticos, subvirtiendo los límites genéricos y amalgamando sin empacho elementos considerados hasta ahora de difícil acuerdo en las obras. Esto explica que, para acercarse a estas producciones, se hayan acuñado términos que no podemos ignorar como lit(art)ura (Laura Borrás, 2008), narrativa del ensamblaje mediático (Johnston, 1998), literaturas ergódicas (Espen Aarseth, 2004), pangeicas (Vicente Luis Mora, 2006) o afterpop (Eloy Fernández Porta, 2007), entre otros. Todos ellos se encuentran motivados por la apuesta por una experiencia sinestésica del texto o, en palabras de José Luis Molinuevo, por una apreciación poliestética del mismo, lo que prueban desde las novelas hiperfónicas de Doménico Chiappe -en las que se combinan literatura y música, literatura y arte, literatura e informática- a textos donde la imagen resulta fundamental tanto a nivel estructural como discursivo, y entre los que puedo citar, por elegir tres títulos, la trilogía Nocilla (2006-2009) de Agustín Fernández Mallo, la de Jorge Carrión constituida por Los muertos, los huérfanos y Los turistas (2010-2015) o, en el campo de la literatura del otro lado del Atlántico, la imprescindible 80M84RD3R0 (2008-2010), de César Gutiérrez.
Jorge Carrión. Escritor y director del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF de Barcelona. Sus últimos libros publicados son los ensayos narrativos Librerías (Anagrama, 2013) y Barcelona. Libro de los pasajes (Galaxia Gutenberg, 2017); y las novelas Los muertos, Los huérfanos y Los turistas (Galaxia Gutenberg, 2014-2015). Colabora regularmente en La Vanguardia y The New York Times en Español. Ha sido traducido a diez idiomas.
Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) ha publicado narrativa, ensayo y poesía. Su último libro es el poemario Malgastar (La bella Varsovia, 2016). Sus relatos, poemas y ensayos han aparecido en Revista de Occidente, Letras Libres, Eñe-revista para leer, Gatopardo, Diario de Poesía, Quimera y Poetry London, y en antologías como Cuento español actual (Cátedra, 2014) y Pequeñas resistencias 5 (Páginas de Espuma, 2010). Colabora asiduamente con los suplementos El Viajero y Babelia de El País y Cultura/s de La Vanguardia. Asimismo, ha traducido al castellano a Georges Perec, Alan Sillitoe y Miranda July. Ha sido becaria de literatura en la Residencia de Estudiantes de Madrid y en la Academia de España en Roma, así como escritora residente en el Civitella Ranieri Center y en la Casa de los Escritores de Belgrado. Tiene un Máster en Estudios Hispánicos por la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.).
Agustín Fernández Mallo. Licenciado en Ciencias Físicas, acuña en el año 2000 el término Poesía Pospoética —conexiones entre la literatura y las ciencias—, que ha quedado reflejado en los poemarios Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001, reedición 2012), Creta lateral travelling (2004, premio Café Món), Joan Fontaine odisea (2005), Carne de píxel (2008, premio Ciudad de Burgos de Poesía), y Antibiótico (2012). Su libro, Postpoesía, hacia un nuevo paradigma, ha sido finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2009. En el 2006 pone en marcha el Proyecto Nocilla, y publica su primera novela, Nocilla Dream, que fue seleccionada por la revista Quimera como la mejor novela del año, por El Cultural de El Mundo como una de las diez mejores, y en 2009 fue elegida por la crítica de Quimera como la cuarta novela, en español, más importante de la década. A ésta le siguieron Nocilla Experience (2008, elegida mejor libro del año por Miradas 2, TVE, y Premio Pop-Eye 2009 a la mejor novela del año, incluido en los Premios de La Música y La Creación Independiente) y Nocilla Lab (2009), elegida por la crítica del suplemento cultural Babelia como la tercera mejor novela en español de 2009. En 2011 publica El hacedor (de Borges), Remake. En 2013 Alfaguara publica el Proyecto Nocilla en un solo volumen. En 2014 publica la novela Limbo. Sus libros se han traducido a varios idiomas.
Cristina Gutiérrez Valencia. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad del País Vasco y en Teoría de la Literatura por la Universidad de Valladolid. Ha sido investigadora en formación y profesora asociada en la Universidad de Valladolid, y actualmente ultima en la Universidad de Oviedo su tesis sobre “Procesos de configuración autorial en el Siglo de oro: el caso de Lope de Vega”. Fue miembro desde su llegada a Valladolid de COLMO Colectivo, asociación organizadora durante varios años del Festival de la palabra versátil.es. Ha realizado estancias de investigación en The University of Iowa (EE.UU), Université de Poitiers (Francia) y Università deglo studi Roma Tre (Italia). Editó el volumen Arde el sol sin tiempo. Artículos y literatura en pequeñas dosis, de Manuel Vilas. Sus intereses literarios más importantes son la narrativa norteamericana contemporánea, la poesía española y la narrativa actual en español. Es colaboradora habitual de El Cuaderno.
Ricardo Menéndez Salmón. Su novela La ofensa (Seix-Barral, 2007) recibió el Premio Qwerty de Barcelona Televisión a la revelación del año y el Premio Librería Sintagma a la mejor novela de 2007, además de ser considerada por la revista Quimera como la mejor obra de narrativa publicada en 2007. Por su parte, Derrumbe (Seix-Barral, 2008) fue escogida por el diario El País como la mejor novela en español publicada en 2008 por un autor menor de cuarenta años y recibió el Premio de la Crítica de Asturias a la mejor novela publicada en ese año. En 2009 recibió el Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao en reconocimiento a la trilogía compuesta por La ofensa, Derrumbe y El corrector. En 2010 su obra Asturias para Vera (Viaje sentimental de un padre escritor) obtuvo el V Premio Llanes de Viajes; ese mismo año su novela La luz es más antigua que el amor (Seix-Barral, 2010) mereció el Premio Cálamo «Otra mirada». Su décima novela, Niños en el tiempo, recibió el V Premio Las Américas concedido por el Festival de la Palabra de Puerto Rico, que acredita a la mejor novela iberoamericana publicada en 2014. En 2016 su novela El Sistema obtuvo el Premio Biblioteca Breve. Ha sido writer in residence de la Bogliasco Foundation y Premio a la Excelencia Artística del Gobierno de Baviera en la Internationales Künstlerhaus Villa Concordia de Bamberg. Su obra está traducida al alemán, catalán, francés, holandés, italiano, portugués y turco.
Vicente Luis Mora. Ha sido galardonado con el Premio Torrente Ballester por su novela Fred, Cabeza de Vaca (Sexto Piso, 2017), el I Premio Málaga de Ensayo, el Premio Andalucía Joven de Narrativa en 2005 y el Premio Arcipreste de Hita en 1999. En su conocido blog Diario de lecturas realiza crítica cultural, explorando nuevos géneros de análisis interartístico como la videorreseña, el pasadizo cultural o la hipercrítica. Doctor en Literatura Española Contemporánea, gestor cultural, ha dirigtido el Instituto Cervantes de Albuquerque (Estados Unidos) y el de Marrakech. Colabora en revistas y suplementos culturales como Ínsula, Animal sospechoso, Clarín, Mercurio o Quimera. Publicó los poemarios Nova, Construcción o Tiempo; la novela Alba Cromm; y los ensayos Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura o El lectoespectador.
Francisca Noguerol. Profesora Titular de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Ha sido profesora visitante en diferentes universidades americanas (Estados Unidos, Colombia, México, Brasil) y europeas (Francia, Italia y Alemania). Doctorada con una tesis sobre Augusto Monterroso, fruto de la cual fue su libro La trampa en la sonrisa (1995), es autora asimismo de Los espejos las sombras, Mario Benedetti (1999); Augusto Monterroso (2004); Escritos disconformes: nuevos modelos de lectura (2004), Contraelegía. La poesía de José Emilio Pacheco (2009) y de la coordinación del monográfico Contra el canto de la goma de borrar: asedios a Enrique Lihn (2005). Así mismo, es autora de más de 130 trabajos de investigación publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales, en los que se manifiesta su especial interés por los imaginarios culturales, la crítica genológica, las relaciones entre imagen y literatura y, especialmente, la minificción, sobre la que ha publicado los siguientes trabajos
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