/ Crónicas ausetanas / Xavier Tornafoch /
La evolución de la Cataluña contemporánea tiene datos curiosos. Algunos explican los cambios sociales, económicos y políticos que han operado en España en los últimos ochenta años mucho mejor que sesudos análisis estadísticos. Estas trayectorias demuestran cómo se ha transformado este país, aun cuando queden rémoras y actitudes que nos retrotraen a un pasado no precisamente glorioso. Efectivamente, la sombra del franquismo era muy alargada. Uno de estos recorridos históricos tiene que ver con una conocida familia catalana: los Tusquets.
Esta historia empieza con Joan Tusquets Terrats (1901-1988), pedagogo catalán, sacerdote e hijo de un banquero barcelonés que, según cuentan, tenía orígenes judíos. Movido por una pronta llamada vocacional, ingresó en el Seminario Conciliar de Barcelona a los diecisiete años, completando su formación en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), en la Universidad Pontificia de Tarragona y en la Universidad de Valladolid, ya en plena guerra civil. Tusquets se doctoró en pedagogía en Madrid a mediados de los años cuarenta. Inicialmente, el joven sacerdote se adhirió al pujante movimiento catalanista y se acercó a las tesis de la conservadora Lliga Regionalista de Francesc Cambó y Enric Prat de la Riba, pero un viaje a Múnich en 1929, en pleno periodo de la República de Weimar, condicionó una visión política mucho más radicalizada que la que había sostenido hasta ese momento. El laicismo de Weimar, que la joven república quería también trasladar a la educación alemana, le pareció un ataque sin precedentes a la civilización cristiana y un peligro para la propia existencia de la Iglesia católica.
Con la proclamación de la Segunda República en 1931, los temores de Tusquets parecieron materializarse. El régimen recién implantado en España seguía el mismo camino que Weimar y se proponía implantar la laicización del Estado y de la educación. Condicionado por estos dos sucesos, el viaje a Alemania y la victoria republicana en España, escribió un libro que se hizo muy popular en los ambientes reaccionarios de los años treinta: Los orígenes de la revolución española (1932). La tesis fundamental de esta obra era que la República española era una dictadura a la sombra de la cual estaba la masonería, a la que convirtió en el chivo expiatorio de todos los males del país. Su obsesión llegó a tal extremo que armó una célula de espionaje junto a otro sacerdote catalán, Joaquim Guiu Bonastre, sita en una farmacia propiedad de una tía suya en la calle Avinyó de Barcelona, justo enfrente de la principal logia de la ciudad, para espiar a los masones y confeccionar una larguísima lista de sus miembros, información que después de la guerra civil sería usada para la represión franquista.
Este truculento episodio de la vida de Tusquets lo explica con todo detalle el historiador Paul Preston en una obra de reciente aparición: Los arquitectos del terror (2021). Según el académico inglés, este libro, ferozmente antisemita y antimasón, influyó en las posiciones políticas del general Francisco Franco antes, durante y después de la guerra civil. Así pues, Preston sitúa a Tusquets como uno de los intelectuales a los que el dictador tenía en más aprecio. Un referente al que había que tener en cuenta.
En cualquier caso, animado por el tremendo éxito de su obra, Tusquets volvió a Alemania en 1933 invitado por la Asociación Antimasónica Internacional. Las autoridades nazis llevaron al sacerdote catalán a visitar el campo de concentración de Dachau, una visita que le entusiasmó, pero sobre la que años más tarde dijo tan solo que le había resultado muy sorprendente. Pasó la guerra civil en Burgos, donde fundó las Ediciones Antisectarias, especializándose en la producción y difusión de obras de carácter antimasón.
Al acabar la contienda, se trasladó a Barcelona y rehusó cualquier cargo político, aunque Ramón Serrano Súñer se lo ofreció con insistencia. Se refugió en la docencia y en sus tareas sacerdotales. Incluso traspasó la editorial, que ahora se llamaba Lumen y se dedicaba a la edición de textos religiosos, a su hermano Magí. Colaboró estrechamente con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y formó parte de la Academia de Buenas Letras de Barcelona. Se jubiló de la universidad en 1971, aunque continuó escribiendo y ofreciendo conferencias sobre pedagogía y apologética. En esta última etapa, retomó su obra literaria en catalán y se vio afectado por una extraña amnesia que lo llevó a olvidar su pasado antisemita y antimasón. Como afirma Paul Preston, Tusquets fue eximido de cualquier responsabilidad en la creación del ambiente intelectual y socialmente tóxico que emponzoñó la vida pública española durante los años treinta del siglo pasado, a pesar de los textos incendiarios que escribió y publicó en aquella época. Murió en 1998, a los 97 años de edad.
Por su parte, los continuadores de Lumen, fundada inicialmente en Burgos por Tusquets para editar panfletos antimasónicos, la convirtieron en una de las grandes editoriales españolas. El hermano de Joan Tusquets la cedió a su hija Esther, que la traspasó al grupo Bertelsmann en 1996 después de consolidarla como una referencia literaria en la que vieron la luz obras de Virginia Woolf, Pablo Neruda, Jaime Gil de Biedma o Rafael Alberti. También se encargó de editar y comercializar los libros de viñetas de la entrañable e irreverente Mafalda, del caricaturista argentino Quino. La propia Esther Tusquets (1936-2012) fue una escritora prolífica que publicó numerosas novelas, ensayos, memorias, biografías y relatos para adultos y para niños. Su hermano Óscar, junto a Beatriz de Moura, fundó en 1969 Tusquets Editores, conocida en su momento por editar a escritores latinoamericanos como Octavio Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez.
Fue precisamente en una colección de ensayo de esta editorial que apareció en 1977 un libro del historiador y pedagogo Per Solà: Las escuelas racionalistas en Cataluña (1909-1939). El sobrino de Joan Tusquets difundía una rigurosa obra histórica que trataba de todo aquello contra lo que había luchado su tío durante los terribles años treinta del siglo pasado. El libro hablaba de Ferrer i Guàrdia, de la Escuela Moderna, por la que murió fusilado en 1910 en los fosos del castillo de Montjuich acusado de ser el instigador de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909); de los colegios laicos y racionalistas que florecieron por toda Cataluña, animados por republicanos y anarquistas; de la masonería, los enemigos mortales del viejo Tusquets.
La cuestión es que esta voltereta histórica se dio repetidamente en la sociedad catalana. Este tránsito del catalanismo al franquismo, para después abrazar la democracia, fue muy habitual en amplios sectores de la burguesía local. Creo que esto sucedió tan a menudo, no solo por el interés acomodaticio de ciertas personas, aunque también pudiera deberse a esta circunstancia en determinados casos, sino porque, bien entrado el siglo XX, las circunstancias históricas abrieron los ojos a mucha gente, incluso a aquellos que provenían de ambientes que el régimen había privilegiado. Aquello no podía continuar. Como afirma un amigo mío, muchos se dieron cuenta que el franquismo no era el orden y la prosperidad: al contrario, era el desorden y la miseria, algo que las clases subalternas ya sabían desde hacía mucho tiempo.

Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.
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