El runrún interior

El runrún interior (65)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre un incendio en Gijón o la nueva serie 'La casa del Dragón'.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (64)

Martes, 23/8/2022. Leo una columna de Arturo Pérez-Reverte, parte de su serie «Una historia de Europa», sobre la expansión islámica en los siglos VII y VIII, que encarna bien esa paradójica islamofobia islamofílica que es habitual en las ultraderechas de hoy: detestarlos pero, a la vez, admirarlos como gente expeditiva y con las cosas claras. «Qué burros son, pero allí no hay irenes montero», por así parodiar.

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Leer, en una columna sobre el nuevo proyecto constitucional chileno, esto: «¡Pobre Chile! Si los revolucionarios tienen éxito y logran que se apruebe […] la nueva Carta Magna […] caminará a pasos agigantados hacia el totalitarismo». Fijarse en el nombre de la columnista: Vanessa Olimpia Kaiser Barents-Von Hohenhagen. Entender.

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Leo en Alquimistas del malestar, un libro de próxima publicación en Trea, cuyos autores son Martín Alonso Zarza y Francisco Javier Merino Pacheco, que el periodista David Rohde, conocido por sus piezas sobre la masacre de Srebrenica, registró en una ocasión esta conversación, perturbadora y elocuentísima, entre un capitán serbio y un casco azul holandés:

«“Me recordáis a los nazis”, dice este [el casco azul holandés]. “No me llames nazi, mi padre luchó con los partisanos contra los nazis”, replica furioso el capitán. “Reacciona así porque es judío”, media aquiescente un compañero del teniente holandés. A lo que remata el capitán serbio refiriéndose a las operaciones de deportación: “Entiendo su preocupación, pero no entiendo por qué está armando este alboroto. [… E]stos no son judíos, son musulmanes».

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Jónatham Moriche: «Intuición difícilmente operacionable desde el análisis político convencional: quizás estemos atravesando el umbral definitivo entre una política atravesada por guerras culturales, pero aún condicionada por la realidad, y una política plena, integralmente hauntológica o espectral».

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Leo que van ya seis muertos este año en los bous al carrer valencianos, festejos bárbaros y lamentables, que mi querida Esther López Barceló denunciara en sus tiempos de diputada autonómica, sin ningún éxito y con toneladas de incomprensión y ataques. Seis. Hay maneras heroicas, honrosas, mediopensionistas, calumniosas y vergonzosas de morir y luego, por debajo, en el último sótano de la entrega oprobiosa de cuchara, está que tus días se acaben así; extraviar el don precioso de la vida y dejar viudas y huérfanos en semejante bacanal de bruticie soez y paleta. Las corridas de toros, al menos, atesoran una innegable —y no por ello justificadora de su crueldad, ni atenuante del deber civilizatorio de abolirlas— dimensión artística, que confiere alguna dignidad y alguna épica a la muerte del matador en la plaza. Aquí, en cambio, hay toda la crueldad y nada del arte; solo una barbarie primigenia y descarnada. Desuela y asusta compartir nacionalidad con estas gentes.

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Vemos el primer episodio de La casa del Dragón, una nueva serie ambientada en el legendarium de Juego de tronos, con los Targaryen como protagonistas, casi dos siglos antes de Daenerys. Nos aburre y nos decepciona. La sensación es que, en lugar de tirar de los hilos audaces que la conclusión de Juego de tronos facilitaba, han optado por lo muy conservador y pretenden repetir el éxito de aquella ciñéndose al sota, caballo y rey de las claves de su éxito, pero cuando han pasado once años y la impresión ya no va a ser de refrescante novedad, sino de algo trillado, ya visto, recalentado, predecible. Reyes atribulados en tiempo de zozobras, consejeros honestos, taimados o ambiciosos, escenas descarnadas de violencia, culos y tetas, atrezo medieval genérico, un feminismo superficial. Todo ello, con actores carentes del encanto de aquellos; algo así como cuando los presentadores de los programas de éxito de la tele y la radio se van de vacaciones y son reemplazados por becarios sin carisma. Y con esa oscuridad que se ha vuelto característica de las últimas series y películas de fantasía o ciencia-ficción, algunas de las cuales ya bordean el tener que proporcionar gafas de visión nocturna a sus espectadores, incapaces de descifrar las tenues fluctuaciones de una negrura insondable. El asunto es que los efectos especiales son más baratos cuanto menos luz. Y la cosa va ahora de gastar poco y ganar mucho: por mala que resulte ser, La casa del Dragón va a amasar con total seguridad millones de espectadores, movidos por la nostalgia de la desaparecida Juego de tronos. Los hambres retrómanas son fáciles de satisfacer.


Miércoles, 24/8/2022. Me llega publicidad de un libro que se titula Impacto positivo, y cuyo subtítulo dice: La mentalidad y el framework Purpose Launchpad para mejorar tu start-up, tu organización y el mundo. Se acuerda uno de aquellas parodias de Moratín de la manía galicista de su época, que redundaba en una suerte de ridículo franceñol. Los zoquetes de hoy hablan spanglish.

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Descubro una palabra preciosa: enalbar. Así la describe el DRAE: «Caldear y encender el hierro en la fragua hasta que parece blanco».

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Un asunto semántico curioso del que me acabo de dar cuenta y al que estaría bien sacarle punta, aunque no se me ocurre cuál: en política hay «halcones»; en economía, «tiburones».

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Esa gente que, en Ucrania, ve ucronazi hasta al apuntador, pero cuyo sensibilísimo radar de detección de nazis, por lo que sea, no consigue captar a Aleksandr Duguin, que lleva militando en círculos neofascistas desde los setenta, venera a Evola o Thiriart y vino a España en 1993 a conocer a León Degrelle.

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Leo que Éric Zemmour justificaba así hace unos años la bajada de impuestos masiva que preconizaba: «No se puede abrir cincuenta frentes al mismo tiempo. Si llego al poder, será para ocuparme de un tema: el choque de civilizaciones. En cuanto a la económica, no habrá revolución». La receta elemental del fascismo: desviar hacia las iconomaquias de un supuesto apocalipsis cultural la atención que, así, no se presta al afán de distribución de la riqueza.


Jueves, 25/8/2022. Tres citas de Alquimistas del malestar. Sebastian Haffner: «Hay pocas cosas más extrañas que la tranquilidad […] con la que […] contemplamos el inicio de la revolución nazi en Alemania como si estuviéramos en el palco de un teatro, viendo un proceso cuyo objetivo era, al fin y al cabo, borrarnos de la faz de la tierra».

Stefan Zweig: «Nosotros, unos jóvenes […] inmersos en nuestras ambiciones literarias, reparábamos poco en los peligrosos cambios que se producían […] Las masas se levantaban y nosotros escribíamos versos y discutíamos de poesía. No veíamos las señales de fuego en las paredes».

Viktor Klemperer: «Hasta junio de 1914 había considerado producto de la imaginación todo cuanto se escribía sobre la posibilidad de volver a situaciones medievales, y tomaba por situaciones medievales todo lo que resultaba incompatible con la paz y la cultura».

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Me topo con una referencia a un artículo sobre Podemos, escrito en 2016 en la revista de la American Political Science Asociation, que llevó este sublime título: «Daenerys Targaryen at IKEA: left-wing populism in Spain».

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Nueva víctima mortal en los bous al carrer: una mujer corneada en Alicante. Van ya siete. Es para no creérselo. Como malicia Antonio Maestre, «al final se extinguen antes los seguidores que los toros».

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Se anuncia una secuela de Ally McBeal, célebre serie de los noventa. Últimamente, todo son remakes y secuelas. La retromanía de la que Simon Reynolds hablara en relación con el pop afecta también a la televisión. Monetizar la nostalgia.

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Leemos hoy que el Atlético de Madrid, el AC Milan, el Sevilla y el Benfica han firmado un acuerdo con una app llamada Momento Market, por el cual, tras los partidos, los jugadores ya no podrán regalar sus camisetas a los fans: estos tendrán que pujar para comprarlas a través de la app. Un nuevo estacazo en el corazón del fútbol; una nueva brizna resistente de romanticismo arrancada sin piedad por los ávidos mercachifles que se han adueñado de este deporte que un día fue bello. También nos roban el fútbol, escribió el gran Ángel Cappa. ¿Hasta cuándo nos dejaremos seguir desvalijando?


Viernes, 26/8/2022. Jordi Roca: «La cocina debería ser una asignatura obligatoria. Comemos tres veces al día. Nos repercute a nivel de salud, a nivel cultural, a nivel intelectual incluso». Suerte que no declaran asignatura obligatoria cada cosa que alguien clama que debería ser asignatura obligatoria, porque entonces las jornadas escolares durarían dieciséis o diecisiete horas.

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Este titular que acabo de toparme es de 2019, pero contiene un palabro que me parece que podremos utilizar bastante en los próximos años: «The Ulsterization of British politics is accelerating – and the new tribal divide will be increasingly difficult to break». O sea: «La ulsterización de la política británica se está acelerando, y la nueva división tribal será cada vez más difícil de romper». Lo que pasó en Irlanda del Norte tiene características singulares que creo que se parecerán mucho a aquello a lo que estamos abocados, que no es exactamente una balcanización, sino más bien esa ulsterización. Pienso en la división —no propiamente bélica— de sociedades avanzadas en dos bandos irreconciliables que se disputen la totalidad de un mismo territorio con empleo de violencia terrorista —pero no militar—, vigorosos despliegues estéticos y convocatoria obsesiva de espectros historicistas. Y en que el conflicto de clase esté presente, pero de una manera secundaria, sorda y equívoca, tal como en los Troubles la marginación social y laboral de los católicos en el apartheid protestante que era Irlanda del Norte desencadenó el conflicto, pero también hubo proletarios protestantes muy humildes en el lado lealista.

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Me pasan de la editorial una carta dirigida a mí en la que, al abrir, descubro nada más que una hoja de papel con dos citas escritas, sin mayor explicación. Una (mal escrita: sobra el the), de Oscar Wilde: «There is no sin except the stupidity» («No hay mayor pecado que la estupidez»). La otra, de Luis Cernuda: «Lo cretino en ti/ no excluye lo ruin,/ lo ruin, en tu sino,/ no excluye lo cretino./ Así pues eres, en fin,/ tan cretino como ruin». En el sobre no hay remite (bueno, sí: pone «Innúmeros»), aunque sí un matasellos de Santiago que me hace sospechar de quién se trata. Muchos tienen haters en la era digital, pero ¿cuántos tienen un hater analógico, artesanal, despacioso y cortés, que se moleste en escribir a mano sus improperios, en comprar un sobre para trasladárselos, en pagar a Correos por que se los envíen? Estas cosas hacen ilusión.

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Publica un digital un cotilleo sobre la princesa Leonor, que parece que se ha echado novio: un hipster brasileño-estadounidense que, además, ha pasado unos días con la familia real al completo. Y dice así la información: «Fuentes entendidas en el tema aseguran que la familia real, y el “boyfriend” de la primogénita, habrían elegido la costa italiana para disfrutar de unos días de descanso. Unas vacaciones “íntimas” en un yate de un amigo. Un plan como el de cualquier otra familia». Las tipiquísimas vacaciones de todo hijo de vecino recorriendo la costa italiana en el yate de un amigo. Nosotros íbamos a Benidorm con el coche a reventar, pero porque nos atraía el kitsch desarrollista.


Sábado, 27/8/2022. Leo el titular de que «Gijón bate el récord de escanciado simultáneo de sidra con 9796 personas». La manera de contarlo me hace mucha gracia: «Gijón gana», como si hubiera decenas de otras ciudades compitiendo por este récord y estuvieran ahora mismo furiosos en Pretoria o en Kaiserslautern, frustrados por haber juntado solo a 9795 escanciadores.

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Ayer hubo un incendio terrible en un inmueble de la avenida de Portugal, en Gijón. Y me entero ahora de que un puñado de valientes, entre los cuales se encontraba el hermano mayor de uno de mis mejores amigos, se lanzaron adentro del edificio a salvar a un anciano, y alguno de ellos —no el hermano de mi amigo— está ahora ingresado y grave. No hay muchas noticias, últimamente, que lo reconcilien a uno con el género humano, pero he aquí una que nos muestra que, en este tiempo de sequías pavorosas, no se han agostado aún los veneros del heroísmo, del valor, de la generosidad desinteresada. No todo estará perdido mientras tengamos conciudadanos así. Pero una pregunta inevitable trunca la sonrisa de la primera lectura en una mueca de azoramiento: ¿qué habría hecho yo? ¿Hubiera acudido yo también en ayuda de aquel anciano, si las circunstancias me hubieran colocado en esa calle a esa hora; hubiera estado dispuesto a jugarme la vida por él? Más aún, ¿estaría yo a la altura de un tiempo de altas y peligrosas exigencias éticas? A todos nos gusta imaginarnos como miembros de la Resistencia, pero, ¿cuántos seríamos más probablemente el ciudadano que no mató ni delató a nadie, pero miraba para otro lado cuando hombres uniformados se llevaban al vecino comunista o judío?

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Me topo en Twitter con esta cita genial de El pianista, de Manuel Vázquez Montalbán: «Es curioso. Casi en cada mesa una cara conocida. La generación que está en el poder: de treinta y cinco a cuarenta y cinco años. Los que supieron dejar de ser franquistas a tiempo y los que supieron ser antifranquistas en su justa medida o a su justo tiempo. Si callaran el pianista y las vicetiples cúbicas, podríamos entre todos escenificar veinticinco años de historia de una resistencia estética».


Domingo, 28/8/2022. Comparte Fruela Fernández este grafiti visto en Riañu (Langreo): «Ya que tamos aquí, vamos a intentar no dejalo peor». Un lema bueno y realista.


Lunes, 29/8/2022. Leo de Fran Hervías, ex de Ciudadanos, ex ya también del PP, que lo ha despedido, que prepara un «libro bomba» sobre Ciudadanos. Gente que vendería a su madre por la calderilla que alguien encontrase entre los cojines del sofá.

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Anuncia Albert Boadella un libro de próxima publicación titulado Joven, no me cabree: contra el infantilismo progresista de la sociedad actual, con prólogo de Cayetana Álvarez de Toledo. Me produce dolor pensar en esas decenas de miles de árboles que han sido talados en los últimos años para producir las cantidades ingentes de papel que este colectivo de narcisistas insufribles necesita para escribir una y otra vez el mismo mediocre libro.

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Publica el infame panfleto Periodista Digital un bulo sobre las intenciones de Irene Montero de prohibir las series de Netflix y HBO por incluir actrices demasiado guapas. Y Carmen Porter, esposa y colaboradora de Iker Jiménez, supuesta «periodista de investigación», la difunde dándola por buena. La paradoja de la extrema credulidad de gente que hace gala y carrera de su supuesta incredulidad.

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El moribundo Ciudadanos anuncia que, este viernes, Inés Arrimadas y gran parte de la ejecutiva del partido irá a manifestarse a Alsasua. Qué aburrición de gente. Esperemos que los alsasuarras sean un poco listos y pasen olimpiquísimamente en lugar de darles lo que buscan. Dejarlos más solos que la una, pegando voces al aire ante la más absoluta indiferencia general, y que esa imagen de ya no importarle a nadie sea el último clavo en su ataúd.

El runrún interior (66)


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Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

3 comments on “El runrún interior (65)

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  2. Agustín Villalba

    Errata: se ha hechado novio

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