Estudios literarios

La ocasión fugaz

Toni Montesinos reubica y actualiza en 'La ocasión fugaz' una confluencia cada vez más reclamada: la de poesía española e hispanoamericana.

La ocasión fugaz —título tomado de Hipócrates— incluye un conjunto de ensayos del crítico literario Toni Montesinos que reubican y actualizan algunos de los textos poéticos más importantes de la poesía en lengua hispana.

El volumen se estructura en tres apartados: el primero responde a novedades bibliográficas que reactualizan la presencia en el canon de un poeta determinado, desde Rubén Darío a Pere Gimferrer, pasando por Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Luis Cernuda o Blas de Otero. El segundo propone un acercamiento a la trayectoria vital de autores menos divulgados en España, como José Antonio Ramos Sucre, Luis Palés Matos o Luis Rogelio Nogueras. Finalmente, en el tercer y cuarto apartado se integran artículos de fondo que estudian textos como el Cantar de Mio Cid, poemas de Francisco de la Torre y Francisco de Quevedo o la obra poética de autores claves en la poesía hispana del siglo XX como Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Jorge Guillén y Ángel Crespo.


La fusión del sentir y el pensar

/ por Toni Montesinos/

A veces creo que hay que poner al revés el famoso aforismo de Hipócrates «La vida es breve, el arte largo, la ocasión fugaz, la experiencia engañosa, el juicio difícil». El arte es lo realmente breve, qué poco decimos, qué corta se queda la obra al lado de lo que podríamos haber hecho, cuán poco trascendente es, en la mayoría de los casos se extingue con el aliento del autor; y la vida…, la vida es larga, muy larga, es infinita en cada instante, es eterna hasta la muerte, eterna mientras estamos viviendo; las ocasiones de cazar algo al vuelo y no perder oportunidades en todos los aspectos del vivir son igualmente innumerables si uno está atento; las experiencias no engañan, nos endosan su bofetada de realismo con la que aprender el complejo y simple a la vez arte de la resignación y la paciencia; y es tan fácil, lo hacemos todo el rato, emitir juicios y creernos en posesión de la verdad.

En todo caso, el centro de esos cinco elementos que nombra el científico griego es el que más me inspira a relacionarlo con este ámbito que ocupará las siguientes páginas, el de la poesía, más en concreto la española e hispanoamericana: creo que no hay mejor manera de definir un verso que como una ocasión fugaz. En menos de un segundo podemos leer algo inolvidable, que se grabe con fuego en nuestra mente para siempre; y los poetas que se irán asomando en esta recopilación de ensayos pueden ciertamente haber despertado tal cosa en multitud de lectores.

Presento aquí lo que han generado mis diferentes intereses poéticos, a lo largo de los últimos veinticinco años, desde mi faceta de crítico literario atento a la actualidad, a través del ahondamiento en algunos de mis poetas preferidos en lengua española, o como resultado del descubrimiento azaroso de otros que han ido surgiendo y han captado mi atención. En suma, estamos ante el «resultado de la pasión y de la casualidad», como describió Octavio Paz su labor como traductor en Versiones y diversiones, donde recogía textos volcados en español de autores anglosajones, franceses, portugueses e incluso orientales.

En el que es para mí su ensayo más hermoso, La llama doble (1993), el escritor mexicano apuntó algo que resulta pertinente traer aquí, en toda situación que implique lectura y análisis poético, combinado con la aproximación a la trayectoria vital del poeta de turno: «Para mí la poesía y el pensamiento son un sistema de vasos comunicantes. La fuente de ambos es mi vida: escribo sobre lo que he vivido y vivo. Vivir es también pensar y, a veces, atravesar esa frontera en la que sentir y pensar se funden: la poesía».

La ocasión fugaz, también retomando las palabras de un Paz que hablaba de su entrega a la traducción poética como de un «trabajo disperso pero continuo», estaría lejos de declararse un libro sistemático y no se propondría demostrar nada en particular a partir de su muestrario de algunas opciones poéticas que se cruzaron por mi camino, tanto en mis estudios académicos y ediciones de libros como en mi labor semanal como crítico literario en la prensa; son lecturas donde el sentir y el pensar se han fundido en frecuencias y gustos literarios que he acabado por estructurar en tres apartados en función de cómo y por qué fueron concebidos sus ensayos correspondientes.

Así, la primera sección responde a novedades bibliográficas interesantes que reactualizaban la presencia de un poeta determinado en un momento concreto; el segundo está pensado para mostrar la trayectoria general de diversos escritores a modo de introducción a su obra y vida; y el tercero y cuarto consisten en ensayos de más prolongado aliento (una primera mirada desde el Medievo hasta el Siglo de Oro, y una segunda contemporánea) en los que profundicé en aspectos en torno a la obra de poetas en los que me sumergí intensamente, en los que aún de alguna manera estoy sumergido, siquiera con el recuerdo instantáneo de algún verso fugaz que, a veces, por sí solo, justifica una breve vida y su largo arte, una engañosa experiencia y su difícil juicio.


Pere Gimferrer: la reinvención amorosa

/por Toni Montesinos [extracto]/

La vida alimenta la obra, y ésta cobra forma poética y autobiográfica. Una experiencia amorosa reciente, la recuperación de una antigua amistad que termina en matrimonio, conduce a Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) a reinventarse literariamente; a unir intimidad con literatura. El fruto de todo ello son dos libros, uno en poesía y el otro en prosa, Amor en prosa e Interludio azul (Seix Barral, 2006) que exploran el sentimiento del enamorado y la memoria común con la mujer anhelada.

Pregunta.- ¿Hasta qué punto Interludio azul y Amor en vilo son complementarios y cuáles han sido las circunstancias de su creación?

Interludio azul es un libro escrito en catorce días; constituye un cuerpo cerrado y, al mismo tiempo, deliberadamente lo que en él se narra queda en suspenso, porque se propone sólo, por así decirlo, describir una situación, sus precedentes y sus planteamientos iniciales. Después, con la diferencia de unos dos meses, empecé a escribir poemas, no con la idea de escribir uno o ciento cincuenta y uno, que son los que escribí al cabo. Si miramos esto desde el punto de vista de la relación entre lo narrado y la escritura, el libro en verso continúa el libro en prosa, pero los dos son autónomos.

P.- Interludio azul, al remitir continuamente a citas, ¿podría considerarse unas memorias como lector?

En el libro se acentúa mucho una tendencia que estaba en otros textos míos pero que aquí adquiere mucho protagonismo: el hecho de que hay muchas equivalencias y correlaciones no sólo literarias, sino también relacionadas con la pintura y el cine. Tiene una función parecida a lo que Eliot llamaba «el correlato objetivo», y casi prescinden de categorías artísticas e incluso puede haber otras referencias, como por ejemplo una sobre la Constitución americana.

P.- Enric Bou escribió sobre usted: «Se siente atraído por aquellos artistas para los que es esencial la sustitución de la vida por el arte, y practican una entrega total a la actividad artística».

Yo me siento atraído por esos artistas, no creo ser uno de ellos.

P.- En Interludio azul se evoca el año 1969, la compañía de Jaime Gil de Biedma, la pasión por el cine. ¿Cómo era aquel ambiente literario y que significó para usted?

Había otros ambientes, el de los pintores, el de la gente de cine, que también frecuenté. Este mundo consistía, en gran medida, como digo en Interludio azul, en actuar como si fuéramos gentes ilustradas del San Petersburgo de las novelas de Tolstói. Unos personajes, como los de Guerra y paz, poco europeizados.

P.- En cuanto a Amor en vilo, dado que la pasión amorosa es el tema principal, ¿su habitual reflexión sobre la poesía, retomando la frase que tanto aprecia de Stevens (el tema de la poesía es la poesía) ahora es secundaria?

Esto es verdad, y al mismo tiempo hay otro aspecto de forma latente que está en otra zona del libro, la cantidad de variedades métricas y estróficas que uso, lo que tácitamente remite a la historia de la literatura. Los sonetos, por ejemplo, son muy variados y no todos ortodoxos, y hay también verso libre, endecasílabo y alejandrino blanco, estrofas de mi invención, intentos de estrofas que se acercan a la poesía trovadoresca provenzal. Hay muchas cosas que remiten a la propia poesía; todo está implícito. También, en otro sentido, en muchos títulos de Amor en vilo, los cuales remiten a citas, aunque el lector no tiene por qué identificarlas. Esa es la razón por la que muchos títulos están en idiomas diversos.

P.- Mucho tiempo atrás, en una entrevista que le hiciera Víctor García de la Concha, reconoció ser un poeta anticonfesional. Con estos dos libros, de carácter tan íntimo, pareciera cambiar de actitud literaria, partir del yo profundo.

Sí, hay una parte de mi poesía, muy extensa, que no es confesional, sino deliberadamente impersonal, pero esto queda alterado en gran medida por el mero hecho de que Amor en vilo es mi libro más largo con mucha diferencia, una especie de diario poético. La confesión de todas maneras no sé si es la palabra. Al hablar de confesión la gente piensa en poetas que yo admiro y respeto mucho, como Gil de Biedma, pero el tipo de mi poesía es muy distinto.

P.- ¿Lo que se llamó poesía de la experiencia?

Poesía de la experiencia es algo que se ha usado impropiamente. No es lo que algunas personas dicen, sino que es un libro británico perfectamente identificado, muy conocido y hasta traducido. En los años en que traté a Gil de Biedma, jamás me habló de este libro y de esta reflexión. Lo que él me hacía leer era también un libro británico, en inglés, porque no se tradujo nunca, Siete tipos de ambigüedad, de William Empson. De esto es lo que me hablaba, no de la poesía de la experiencia, ni de la palabra ni el libro, aunque no digo que no lo conociera.

P.- Ha ido alternando la poesía en castellano y en catalán. Su último libro en esta lengua fue El diamant dins l’aigua (Columna, 2001), con cuartetos en los que hacía gala de su dominio del verso eneasílabo, con secciones dedicadas a un cineasta japonés, de tinte amorosos, otra con sonetos sobre asuntos sociales (Sarajevo, Lasa y Zabala y la muerte de Maria-Mercè Marçal) más otra donde apuntaba la evocación de la juventud perdida y el paso del tiempo. A su debido tiempo ha ido explicando el motivo de elegir una lengua u otra. Pero ¿es porque se siente observado o presionado por el entorno intelectual y político?

Esa explicación me parece que es totalmente ajena a cuestiones políticas. Me ocurre una cosa muy sencilla: como desde el 69 me preguntan por qué escribo en catalán, ahora preveo que me preguntarán lo contrario, y entonces me adelanto a esta pregunta. Y otra cosa: aunque ni entonces ni ahora mi elección de lengua responde a motivos políticos, es evidente que, a efectos de la sociedad, no es lo mismo escribir en catalán en el año 70 que en castellano en el año 2006. La situación política es distinta.

P.- Considerando lo que, en la aludida entrevista de García de la Concha, dijo respecto de su vocación de «ser varios escritores simultáneos: en verso, en prosa, en distintas modalidades», ¿cómo definiría Interludio azul?

Es una prosa autobiográfica de no ficción con elementos de ensayo y algún elemento aislado de poema en prosa. Desde luego no es una novela, ni unas memorias, sí un texto autobiográfico elaborado narrativamente.

 P.- Y hablando de narrativa, en la suya hay un marcado acento vanguardista, como cuando escribió en 1969, y durante su servicio militar en Palma de Mallorca, la novela corta La calle de la Guardia Prusiana (Ediciones del Bronce, 2001). Vicente Aleixandre, en dos cartas que también se reproducían, destacó las virtudes de este texto, a caballo entre el «divertimento» y el «pastiche», según usted mismo (el libro estuvo en su momento a punto de ser publicado en Argentina, pero acabó extraviándose hasta que Gimferrer, mientras buscaba unas cartas de Paz, halló una copia de este relato de tintes eróticos y resonancias cinematográficas compuesto de frases larguísimas, condicionadas por sus numerosos guiones y paréntesis; una historia plena de visiones y experiencias sexuales, muy próxima al poema «aunque no pierda su carácter de relato en el que se sostiene», como aseguraba Aleixandre). A este propósito, ¿podría exponer su punto de vista sobre el realismo? Saco esto a colación por esta frase suya: «En general, la literatura realista me interesa muy poco».

Por realista yo entiendo una cosa muy concreta. En la enseñanza, para entendernos, del bachillerato, se hablaba mucho del realismo como de una constante de la literatura española. Esto no me interesa nada. Por ejemplo, el Lazarillo es un libro totalmente ajeno a mí. Un día, le dije esto a Lázaro Carreter, especialista en el libro, y me contestó: «No me extraña. El Lazarillo es el anti-Gimferrer». Esto se debía a un concepto concreto del realismo más bien de carácter histórico. No es un juicio de valor estético ni una cosa de temperamento. El realismo, hablando de narrativa… ¿es realista Dostoyevski?, porque esto es una cuestión opinable. Dudo mucho que en la vida existan estos personajes suyos, al menos todos ellos; y eso que Dostoyevski me apasiona. Es decir, me cuesta un poco tomar esto como realismo; es difícilmente imaginable que la gente que sale en los libros sea así en la vida real porque son personalidades fuera de lo habitual. Sin embargo, Dostoyevski suele pasar por un autor realista. Y lo es en un sentido: metáfora de la vida. Otro asunto es si el Lazarillo es una obra realista. No lo sé. Yo no soy un español del siglo XVI.

P.- En su Dietario se lee la recomendación que le hizo un día Cabral de Melo: escribir cosas que se puedan visualizar, imágenes. ¿Es una actitud de cara a conectar con la sensibilidad mejor del lector o hacerle más accesible la lectura?

De la poesía, y del arte en general, hay que preguntar no qué significa sino qué es. Por otra parte, el lector de estos poemas de ahora no creo que tenga ninguna dificultad, sí con algunos anteriores, supongo. Las palabras de Cabral de Melo se refieren a la eficacia poética: algo que el lector pueda visualizar es eficaz poéticamente; algo no visualizable, no funciona como poesía.

P.- En su faceta como traductor, destaca la variedad y complejidad de muchos de los autores que ha tratado. ¿Qué ha representado la traducción poética para su propia escritura?

El que más me han influido de entre los que he traducido es Ausiàs March: en un doble sentido; al traducirlo comprendí que no lo había leído bien en catalán, y luego lo he ido volviendo a leer poco a poco, y ahora mismo lo leo de forma distinta a cuando lo traduje. Por otra parte, en una forma totalmente diferente, me influyó mucho un libro muy especializado que tuve la ocasión de traducir, Ensayos de estilística estructural, de Michael Riffaterre.


La ocasión fugaz: ensayos sobre poesía española e hispanoamericana
Toni Montesinos
Calambur, 2018
295 páginas
20€


Toni Montesinos (Barcelona, 1972), crítico literario del diario La Razón desde el año 2000 y colaborador de revistas como Clarín, Cuadernos Hispanoamericanos y Letra Internacional, es autor de cuatro novelas: Solos en los bares de la noche (2002), Hildur (2009 y 2015), La soledad del tirador (2017) y El fantasma de la verdad (2018, de próxima aparición).

Recogió sus versos en Alma en las palabras: poesía reunida 1990-2010 (2015), más en la apócrifa Antología poética del suicidio (siglo XX) (2015), y entre el resto de sus libros destacan La pasión incontenible: éxito y rabia en la narrativa norteamericana (2013), Melancolía y suicidios literarios: de Aristóteles a Alejandra Pizarnik (2014), La suerte del escritor viajero: crónicas literarias de Europa y América (2015), Los tres dioses chinos: un viaje a Pekín, Xian y Shanghái, desde Nueva York y hasta Hong Kong (2015), Que todo en la vida es cine: escritos autobiográficos sobre películas (2016), El triunfo de los principios: cómo vivir con Thoreau (2017) y Escribir, leer, vivir: Goethe, Tolstói, Mann, Zweig y Kafka (2017).

 

 

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