Poéticas

Para una teoría del aforismo

Carlos Alcorta reseña 'Para una teoría del aforismo', de Javier Sánchez Menéndez, un volumen que es, a la vez, un ensayo sobre el género que cuenta, además, con aportaciones teóricas de excelentes aforistas y una sucinta y exigente antología.

/ una reseña de Carlos Alcorta /

No puede resultar extraño que la proliferación que ha experimentado el género aforístico en los últimos años, proliferación de la que la editorial Trea es en gran parte responsable, haga necesaria una permanente sistematización de sus características, definidas, es verdad, desde hace siglos, pero evolucionadas durante la últimas décadas de manera irrevocable. Tal sistematización se nos antoja del todo necesaria y, de hecho, autores como, por ejemplo, Manuel Neila, J. L. Trullo, José Ramón González con su imprescindible Pensar por lo breve: aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012) o Javier Recas con el también indispensable Relámpagos de lucidez: el arte del aforismo (2014), han dedicado a tal empeño excelentes páginas. Actualizar tales referencias es lo que procura Javier Sánchez Menéndez —él mismo un consumado aforista con libros como Artilugios (2017), La alegría de lo imperfecto (2017), Concepto (2019) y Ética para mediocres (2020) y un perseverante promotor de esta variedad literaria desde la editorial La Isla de Siltolá— con su nueva entrega Para una teoría del aforismo, un volumen que es, a la vez, un ensayo sobre el género que cuenta, además, con aportaciones teóricas de excelentes aforistas, y una sucinta y exigente antología. El autor no renuncia, no podría hacerlo, a los antecedentes de conceptualización y pone desde el inicio sus cartas sobre la mesa cuando escribe: «Debemos partir, pues, de que todo cuanto se ha escrito sobre el género breve camina por una senda cierta, real y generosa, porque el aforismo merece esa grandeza y precisa, para su reconocimiento, aún más dedicación».

La primera parte del libro, la circunscrita a la reflexión sobre el género, está dividida en diferentes capítulos y, como parece lógico, en el primero de ellos trata Sánchez Menéndez de definir y acotar el objeto de su estudio. Así, define al aforismo desde variados puntos de vista que se pueden concretar en términos como una «composición literaria breve repleta de pensamiento propio, dotada de la voz personal del autor, de gran carga semántica, filosófica, poética, y de gran coherencia formal», aunque es preciso reconocer que alguna de estas características ha sufrido esas mutaciones de las que hablábamos al principio (la brevedad, por ejemplo, no se adapta a Mario Pérez Antolín y, sin embargo, en sus textos encontramos una carga aforística de gran fuerza expresiva). Pero el aforismo también se puede definir por lo que no es: no es un ejercicio de ingenio vacuo, no es una mera ocurrencia ni algo insignificante, aspectos «tan presentes en los falsos y fallidos aforismos contemporáneos». Como ha visto con buen ojo Sánchez Menéndez, de tal proliferación no siempre se obtienen resultados óptimos. El arribismo no está ausente del ejercicio literario y abundan autores que no desperdician la oportunidad de seguir la moda que proceda con tal de obtener un reconocimiento que, aunque modesto y fugaz, satisface su vanidad, siquiera momentáneamente. Este dar gato por liebre no es, por supuesto, patrimonio del aforismo. Se puede detectar, y nos circunscribimos solo al ámbito literario, en otros géneros como la novela o la poesía, incluso, me atrevo a decir, en la crítica, que no permanece ajena a tal contaminación.

Javier Sánchez Menéndez busca en su ensayo construir no solo un armazón teórico, sino datar los orígenes del aforismo, y para ello se remonta a filósofos griegos como los presocráticos Parménides o Heráclito, Sócrates y Platón, sobre todo el libro Cratilo de este último, en el que nuestro autor encuentra el origen y la naturaleza de los nombres. Se afianza en los moralistas franceses, entre los cuales cita a Pascal, La Rochefoucauld, La Bruyère, Chamfort, el marqués de Vauvenargues o Joubert, sin olvidarse de Gracián y los más cercanos en el tiempo Nietzsche o Cioran. No escatima en su búsqueda Sánchez Menéndez indagar sobre los orígenes en culturas distintas a la occidental, y así, textos de Lao Tse, Confucio o Buda son vistos como antecedentes del género por su poder de convicción, sustentado en frases breves y directas, aunque cargadas de simbolismo. «Estos textos antiguos —escribe Javier Sánchez Menéndez— de Lao Tse o de Confucio, y de sus contemporáneos y seguidores, estos aforismos, eran verdades hermenéuticas, verdades metafísicas». Por último, se cita también como antecedente el Evangelio según Tomás, conjunto de manuscritos encontrados en Egipto a mediados del siglo pasado.

Pero ¿qué ocurre en el presente?, podemos preguntarnos. Sánchez Menéndez también se explaya la respecto y no rehúye la crítica acerba al modo en el que nos relacionamos en la actualidad con la escritura. Entresacamos algunas de sus aseveraciones, con las que no podemos más que estar de acuerdo: «Hemos perdido la capacidad de atención y, con ello, los falsos aforismos inundan las redes, porque buscamos la gratificación del instante. Todo cuanto nos haga pensar lo desechamos». O esta reflexión sobre las redes: «Las redes sociales hacen mucho daño al propio acto comunicativo. La comunicación requiere un proceso, un tiempo, y la inmediatez y la instantaneidad  nos acercan a las masas anónimas de perfiles de la mentira», todo lo contrario de lo que exige la escritura, y la lectura, del aforismo, porque, de lo contrario, no percibiremos la carga filosófica que encierra un dicho eminentemente poético en la mayoría de las ocasiones.

Pero en un término como el aforismo, resbaladizo, esquivo, no de fácil delimitación, debe leerse a través de perspectivas diversas, y eso es lo que procura Sánchez Menéndez al dar cabida en su libro a la voz de aforistas como, por citar solo algunos, Jordi Doce, Lorenzo Oliván, José Ángel CillerueloJosé Mateos, León Molina, Manuel Neila o Pelayo Fueyo, que enriquecen desde su propia forma de enfrentase al género las posibilidades de este, aunque todos ellos sean fieles en gran medida a las características que el autor del volumen ha subrayado a lo largo de su extenso ensayo. Como escribe José Manuel Uría, «el aforismo es una cápsula de pensamiento sintético. Compartiendo raíz con la filosofía y la poesía, libera en quien lo lee los principios activos de la verdad y la belleza. El aforismo será, así, un ejercicio de la razón estética (o ética); el resultado de pensar bellamente».

El libro finaliza con una «Muestra de aforismos contemporáneos», una antología (aunque el autor se resiste a denominarla así porque «una antología implica afinidades electivas, implica desencuentros, implica disparidad. Nuestro único fin ha sido mostrar»), necesariamente limitada, que recoge aforismos de casi treinta autores, entre los cuales, además de los citados más arriba, mencionaremos a Ramón Eder, Carmen Canet, Elías Moro, Lena Dukelsky, Gregorio Luri, Ricardo de la Fuente, Karmelo C. Iribarren, Miguel Ángel Arcas, Mario Pérez Antolín o el recientemente fallecido Miguel Catalán.

En definitiva, nos encontramos ante un libro que intenta recopilar y ordenar los estudios sobre el aforismo, pero Javier Sánchez Menéndez no desarrolla un estudio de carácter filosófico (por eso hemos hablado de ensayo, visto este como una tentativa), sino una indagación personal desde los presupuestos estéticos que le confiere ver la situación desde dentro, no en vano es arte y parte del asunto. Resumiendo lo dicho en Para una teoría del aforismo, «en el aforismo nada puede resultar superfluo, cada palabra que lo compone debe poseer el peso necesario, su reducido tamaño nunca se opone a su intensidad, complementa su fuerza. Su forma literaria elemental posee una carga filosófica y poética». Que así sea.


Para una teoría del aforismo
Javier Sánchez Menéndez
Trea, 2020
208 páginas
18€

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas(2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como ClarínArte y ParteTuriaParaíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel PuenteMarcelo FuentesRafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.

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