/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 22/2/2022. Nos recuerda hoy Fernando Hernández Sánchez esta cita de La reina Margot, de Alejandro Dumas: «Si conspiramos mal, al menos huyamos bien».
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Cuando se dobla un papel, por más que después se intente aplanar de nuevo, y aunque se le pase por encima una apisonadora, la marca del doblado seguirá ahí. Con las fronteras sucede lo mismo.
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Hay en nuestros días una pútrida mancha de basura humana que crece al mismo ritmo que la del Pacífico en el océano de la sociedad. El escritor Alejandro Palomas —que denunció receientemente que fue abusado y violado en el colegio La Salle de Premià de Mar por un fraile, cuando era niño— cuenta hoy que anteayer lo escupieron en la calle. «Fue una señora. En Valencia. De camino a la estació. Se acercó, se bajó la mascarilla y me preguntó con una sonrisa si era Alejandro Palomas. Asentí. Entonces ella torció el gesto y me escupió a la cara: “Sois unos mentirosos hijos de puta”». Hay cristianos y cristianos.
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Publica hoy Vozpópuli una columna de Jesús Cacho titulada «Pablo [Casado], piensa en tu familia». Escribe:
«Ya estás muerto, de modo que, como diría Borges, dilatar tu presencia en Génova solo conseguiría alargar tu agonía y multiplicar el número de tus muertes. Tienes que pensar en lo mejor para ti y los tuyos. Evitar cualquier sufrimiento añadido a los que te aprecian de verdad, gente que difícilmente soportaría verte convertido en carne de picadillo. Piensa en lo que querrían para ti quienes te quieren. Piensa en tus padres, en tu mujer y en tus hijos. Pablo, piensa en tu familia».
Escribe también:
«Pablo, […] lo importante ahora es minimizar daños y pensar en ti, en los años que te quedan por vivir, en el trabajo que tendrás que buscar, en el confort que deberás perseguir, y sobre todo pensar en los tuyos, pensar en Isabel, tu mujer, pensar en tus hijos, esos niños que tienen que seguir yendo al colegio, esos niños que tienen todo el derecho del mundo a seguir pensando que el suyo es el mejor padre del mundo, el tipo más honorable que parió madre».
Las cabezas de caballo en la cama, hoy, son digitales. Más limpio es. Y Casado (qué carrera política la de este hombre: Antonio Hernández Mancha va a parecer Helmut Kohl a su lado) parece haber hecho caso del mensaje: se anuncia finalmente su dimisión. La corrupta Ayuso, en cambio, seguirá: parece que los casos Juan Guerra de este tiempo de locos refuerzan a sus alfonsos en lugar de tumbarlos. Entretanto, se prepara ya la sucesión del secretario general depuesto. No será Ayuso; parece que será Alberto Núñez Feijóo; pero yo pienso que un candidato inmejorable sería el expresidente asturiano Javier Fernández. Tiene experiencia, su identificación ideológica con el proyecto es intachable, goza del respeto del partido y de sus medios afines y, además, gasta un aire de galán crepuscular muy del gusto del votante popular. Ni Feijóo ni Feijáa: Javier el Mudo es el hombre.
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«Mal asunto cuando la prensa pasa de ser el cuarto poder al primero», dice José García Domínguez.
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Buenos días —apunta Edgar Straehle—para recordar esta máxima de Pierre Vilar: «la Historia debe enseñarnos, en primer lugar, a leer un periódico».
Miércoles, 23/2/2022. Madrid es un pequeño país de casi siete millones de habitantes, con un PIB mayor que el de Perú o Grecia y un Gobierno con muchísimo dinero para repartir, y ningún escrúpulo en gastarlo de la manera más corrupta. El poder del secretario general de un partido es irrisorio al lado de ese. Como escribe García Domínguez en una columna en The Objective, «un líder de la oposición, se apellide como se apellide, apenas dispone de una expectativa de futuro, y en extremo incierta, en tanto que única fuente de poder; una autoridad regional, en cambio, posee en todo momento infinidad de partidas de libre disposición emanadas de un presupuesto multimillonario».
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El sucesor de Pablo Casado al frente del PP será Alberto Núñez Feijóo. Pero a mí me extraña mucho que este hombre, comodísimo como está siendo el kaiser indiscutido de Galicia mientras quiera, tenga la menor gana de zambullirse en semejante sarracina mafiosa. Solo me lo explico si exigirle aceptar el cargo es ello mismo una amenaza mafiosa. Se habla de que, en 2018, Soraya Sáenz de Santamaría lo disuadió de dar el salto a la política nacional mostrándole unos papeles comprometedores sobre él. Y estamos hablando del partido que grabó a Cristina Cifuentes robando cremas del Eroski antes de que Cifuentes fuera nadie, por pura prevención. ¿Le han dicho ahora a Feijóo que, o acepta colocar su prestigiado rostro en los carteles, o le hunden?
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Recuerda X. López una cosa bonita de Balibar en un texto de 1974: hasta que Marx y Engeles murieron, se dedicaron a prologar, corregir e incluso rectificar partes enteras del Manifiesto comunista, lo que demuestra que era un documento vivo que evolucionaba con cada etapa histórica. No somos, no debemos ser, feligreses de una inmutable Torá: todo está, todo debe estar, en permanente reescritura.
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La corrupción transforma los impuestos democráticos en tributos feudales, y por eso una derecha como la española, que nunca digirió bien el fin del Antiguo Régimen, no tiene el menor problema con ella: nos devuelve al buen y viejo absolutismo. Por eso y por esto que comenta Moriche: «La derecha no penaliza la corrupción entre sus filas porque la considera (1) una vía irregular pero eficaz de restitución a sus dueños naturales de riquezas ilegítimamente expropiadas por el comunismo y (2) un acopio vital de recursos estratégicos en su lucha contra el comunismo».
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Cuenta Hibai Arbide que el pasado sábado, una anciana fue detenida en un Lidl de la periferia de Atenas por robar treinta euros en comida. Cuando le pillaron, los demás clientes se ofrecieron a pagar la cuenta, pero el supermercado no quiso retirar la denuncia, por lo que los policías se la llevaron detenida. Poco después, de madrugada, el grupo anarquista Rouvikonas destrozó las lunas del supermercado donde sucedieron los hechos, provocando daños mucho mayores que la cantidad hurtada por la señora mayor para sobrevivir. Y yo no puedo no aplaudir.
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A diferencia de otros en nuestra trinchera (nos gusta más un derrotado que a Hermann Tertsch un cubalibre), yo, que tiendo a la compasión hacia gente que no la merece, por Casado no siento ninguna. El capo de una mafia no puede pedir compasión por que mafieen en su contra. Y quien ha alimentado a los peores monstruos abisales de su tiempo no puede pedir compasión por que lo engullan.
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Rescata Edgar Straehle un fragmento de la famosa entrevista de Stalin con Emil Ludwig que verdaderamente, como dice Edgar, no tiene precio. Pregunta Ludwig al dictador soviético si recuerda malos tratos por parte de sus padres. Responde:
—No. Mis padres carecían de instrucción, pero no me trataban nada mal. La cosa era distinta en el seminario religioso ortodoxo en el que yo estudiaba entonces. Llevado de la protesta contra el régimen escarnecedor y los métodos jesuíticos que existían en el seminario, yo estaba dispuesto a hacerme y, en efecto, me hice revolucionario, partidario del marxismo, como doctrina verdaderamente revolucionaria.
—Pero ¿acaso no reconoce usted las cualidades positivas de los jesuitas?
—Sí, tienen sistema y perseverancia en el trabajo para alcanzar malos fines. Pero su método fundamental es la vigilancia, el espionaje, el sonsacamiento, el escarnio; ¿qué puede tener esto de positivo? Por ejemplo, la vigilancia en la residencia: a las nueve de la mañana sonaba el timbre para el té, íbamos al comedor y, cuando volvíamos a nuestras habitaciones, resultaba que nos habían registrado y revuelto ya todas nuestras cosas… ¿Qué puede tener de positivo?
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Tras el asesinato de César, nos recuerda Straehle, el Senado quiso condenar masiva y duramente su memoria. Había un problema que Marco Antonio se encargó de recordar a los senadores.
«Aquellos que piden un voto sobre la persona de César deben conocer de antemano que, si él era un magistrado y había sido elegido jefe del Estado, todos sus actos y decretos tienen plena vigencia; pero que, si se decide que él se hizo con el poder absoluto por la violencia, su cuerpo será arrojado insepulto fuera de la patria y todos sus actos serán anulados. [… Os recuerdo que] casi todos nosotros hemos detentado magistraturas bajo César, algunos las seguimos desempeñando habiendo sido elegidos por aquel, otros hemos sido designados para ejercerlas en un próximo futuro, pues, como sabéis, él ha dispuesto las magistraturas de la ciudad, las magistraturas anuales y el mando de las provincias y los ejércitos para un período de cinco años».
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Hay una cosa que Diane Nguyen dice en un momento dado a BoJack en ese tratado de ética existencialista que es BoJack Horseman en la que pienso mucho. BoJack le pregunta si le considera bueno en el fondo. Diane le responde: «There are no deep downs». No existen los en el fondo. Somos ni más ni menos que nuestros actos.
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El 2 de agosto de 1914, Kafka escribió lo siguiente en su diario: «Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a nadar».
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Expulsada, leo, una decena de alumnos de un instituto de Valencia tras agredir a un profesor. El pasado día 16, dos alumnas habían salido al patio portando una bandera LGTBI, conformando una pequeña manifestación, hasta que el profesorado les pidió que parasen. Al día siguiente, otros estudiantes organizaron a modo de réplica una movilización similar con banderas de España, que este profesor les exigió detener también. La reacción, en este caso, fue lanzarle bocadillos y abalanzarse sobre él, tirándole de los pelos mientras le insultaban aludiendo a su orientación sexual. He aquí la España de Vox: una España en la que, como en otros países, está pasando con la homofobia lo que antaño con el antisemitismo; la mutación, en un momento de liberación del colectivo oprimido, de una violencia tradicional terrible, pero intermitente, sorda y relativamente espontánea, en una conspiranoia política sistematizada y militante; un Otro permanente, convertido en enemigo irreconciliable de la nación contra el que, por ello, queda justificado emprender la violencia más salvaje.
Jueves, 24/2/2022. Finalmente ha sucedido. La Rusia de Putin invade Ucrania y con ello se abre una incierta caja de los truenos. Es un cliché como una catedral, pero lo cierto es que en el aire flota un aroma siniestro a julio de 1914. ¿Nos encaminamos hacia la Tercera Guerra Mundial? Si acaso, nos encaminaríamos hacia la Cuarta. La tercera fue la que concluyó, como escribiera Jorge Dioni, cuando «las tropas de Milton Friedman entraron en Moscú y saquearon la plaza como las de Alarico en Roma». Lo cual fue algo así como el Tratado de Versalles de esta que estalla ahora. Lo mejor que leo hoy lo escribe X. López: «Nos decepcionó la Unión Soviética porque queríamos la revolución mundial. Pero igual su papel era el de katechon».
El asunto pone en un brete a la ultraderecha europea, en cuyo seno los partidos deudores y admiradores de Putin conviven con otros que, por distintos motivos, guardan distancias hacia el sátrapa ruso, más allá de que ambicionen un régimen como el suyo: así, por ejemplo, Ley y Justicia en Polonia, país que tiene en Rusia un enemigo secular, y que por ello pertenece a la OTAN con insuperado entusiasmo. En nuestro caso, Vox es una formación singularmente divida en un sector putinista y otro antiputinista. Del primero forman parte, por ejemplo, Jorge Buxadé o el Fernando Sánchez Dragó que, hace unos años, escribía una columna en la que alababa al neozar moscovita como
«el mejor político del mundo, el único que de verdad gobierna en vez de pastelear, pronuncia “las palabras viejas” de Antonio Machado “que han de volver a sonar”, defiende la civilización europea nacida de la Hélade, Roma y la Cristiandad, planta cara al terrorismo yihadista en Siria y recupera, a mayor gloria de Tolstoi, Dostoievski y Solzhenitsyn, los valores y las tradiciones de esa Santa Rusia».
Pero en estos días hemos leído grandes denuestos a Putin de otros voxistas, tales como Hermann Tertsch. Y es así que Vox, sus principales líderes y portavoces, sus cuentas oficiales habitualmente tan locuaces, guardan un silencio sepulcral acerca de la invasión de Ucrania, con respecto a la cual todos los partidos se han posicionado ya. Pienso que, desde la izquierda, debemos hacer por avivar esa tensión que ha contribuido mucho a frustrar planes como el de Matteo Salvini de un partido ultraderechista europeo unificado debe ser. Obligarlos a pronunciarse, desencadenar la tormenta interna. Divide y vencerás, ya se sabe. Otro que tarda en pronunciarse, dicho sea de paso, es Arturo Pérez-Reverte. Seguramente lo acabará haciendo y me apetece apostar por dónde irán los tiros, aunque no me decido. ¿Citas de Homero y Conrad? ¿Despotriques enloquecidos contra Irene Montero y el lenguaje inclusivo? ¿Evocaciones de la utilización de su propio escroto como chaleco antibalas en el asedio de Vukovar?
Entretanto, comienza a rescatarse el lema No a la guerra, pero a mí no me entusiasma. No, al menos, tal y como veo abanderarlo. Me parece intelectualmente perezoso; el «haya paz» del padre negligente que lee el periódico en el sillón mientras los críos hacen trastadas que no se preocupa de comprender ni de detener. Lo que hay que negar es el imperialismo y la tiranía. Eso no tiene por qué significar, ni defender la guerra, ni alinearse sin fisuras con un bando: puede haber imperialismo y/o tiranía en los dos. Pero obliga a esforzarse y a, si se opta por un término medio, que sea razonado y no una equidistancia automática. Suscribo, por lo demás, esto de Moriche: «Rusia bombardea e invade de punta a punta un país de 600.000 km² y 44 millones de habitantes en el que no hay desplegado un solo efectivo OTAN, pero hay quien pretende movilizar hoy con el eslogan “no a la intervención de la OTAN”. Si no es macabra imbecilidad, es puro colaboracionismo». Un No a la guerra que hoy no queme efigies de Putin como hace veinte años las quemaba de Bush es una mezquindad y un poco aquello de Marx de la tragedia, la farsa y sustraer al pasado las consignas y ropajes de su épica para vestir con ellos un sainete.
¿Algún rayo de esperanza palpitando en la caja, ya vacía, de Pandora? Tal vez este que destaca X. López: «la valentía de la gente que ahora mismo en Rusia está poniendo el cuerpo para protestar contra la invasión. Mientras haya gente así en el mundo algo se podrá hacer».
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Escribe Cayetana Álvarez de Toledo que, «una vez más, el patético apaciguamiento de Occidente envalentona a un tirano siniestro y facilita la devastación. La agresión rusa exige una respuesta inmediata, severa y concluyente, y no sólo sanciones económicas». Yo me acuerdo de aquella aquella enmienda a la Constitución estadounidense presentada en 1916: «Cualquier acto de guerra debe ser sometido al voto nacional. Cualquiera que vote sí debe registrarse como voluntario para el servicio en el Ejército de Estados Unidos».
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No es ninguna frivolidad, como hay quien brama, estar hablando de Isabel Díaz Ayuso y la crisis del PP a la vez que de la invasión de Ucrania. Son manifestaciones micro y macro, internas e internacionales, civiles y militares, del mismo gran acontecimiento histórico: la Revolución iliberal.
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Me topo en Facebook con esta definición: «una bayoneta es un arma con un obrero en cada extremo».
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Cada loco con su tema. Una así llamada asociación APINGU comunica que «las familias recurrentes a la gestación subrogada en Ucrania estamos muy conmocionadas. Sufrimos y tememos por las gestantes que coengendran a nuestros hijos y por sus familias. Pedimos a España y Europa que estén con el pueblo de Ucrania en la defensa de su vida y derechos humanos». Un misilazo de Putin contra esta gente no me iba a sublevar demasiado, la verdad.
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85 héroes antifascistas yacen en la fosa común de Villadangos (León), a los inicios de los trabajos de cuya exhumación acudo hoy. Entre ellos, un maestro que impartió su última lección mientras se lo llevaban delante de sus alumnos de la escuela de Villaornate: pase lo que pase —les dijo— nunca dejéis de estudiar. Es extraña la sensación de acudir a este desentierro el día que vuelven a sonar sirenas siniestras y a caer bombas y misiles sobre seres humanos en una guerra de las de antes, que estalla a menos de tres mil kilómetros de esta fosa común, en un país no tan distinto del nuestro, donde los cañonazos sorprenden a la gente en Zara, en el McDonald’s, scrolleando sus smartphones en el metro o viendo Juego de tronos o partidos de fútbol en sus televisiones de plasma. Será la gran lección de estos años veinte con qué celeridad y naturalidad se puede hacer imaginable lo inimaginable; posible lo, en teoría, imposible. Y que jamás dejamos —ni dejaremos— de estar a menos de dos pasitos en falso del regreso de la barbarie.
Viernes, 25/2/2022. Recordando la tesis I de Benjamin sobre filosofía de la historia:
«Hubo, como es sabido, un autómata construido de tal manera que a cada movimiento de un ajedrecista replicaba con una jugada que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco vestido a la turca, con una pipa de agua en la boca, estaba sentado ante el tablero puesto sobre una amplia mesa. Mediante un sistema de espejos se creaba la ilusión de que la mesa era transparente por todos lados. En realidad, se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro del ajedrez que manejaba mediante hilos la mano del muñeco. Cabe imaginarse una contrafigura de este aparato en filosofía. Siempre ha de ganar el muñeco que se llama “materialismo histórico”. Puede vérselas sin más con cualquiera si toma a su servicio a la teología, que hoy, como es sabido, es pequeña y fea y que de todas formas no debe dejarse ver».
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Rescata Rafa Mateos esta cita brutal de Johnny cogió su fusil, la novela antibelicista de Dalton Trumbo, que lustros más tarde se convertiría en la película que lo rescataría como guionista, tras su caída en desgracia durante la Caza de Brujas:
«Él podía decirles a todos esos hijos de puta charlatanes asesinos que pedían sangre cuán equivocados estaban. Él podía decir: “Señor, no hay nada por lo cual valga la pena morir: yo lo sé porque estoy muerto”. No hay palabra que valga más que tu vida. Preferiría trabajar en una mina de carbón, en lo más profundo de la tierra, y no ver la luz del sol y comer pan y agua y trabajar veinte horas por día. Preferiría eso antes que estar muerto. Cambiaría la democracia por la vida. Cambiaría la independencia, el honor, la libertad y la decencia por la vida. Os doy todo eso si vosotros me devolvéis la posibilidad de andar y ver y oír y respirar el aire y gustar de mi comida. Quedaos con las palabras, devolvedme la vida. No pido una vida feliz. No pido una vida decente o una vida honorable o una vida libre. Estoy más allá de eso. Estoy muerto, de modo que simplemente clamo por la vida. Vivir. Sentir. Ser algo que se mueve sobre la tierra y no está muerto. Yo sé qué es la muerte, y todos los que hablan de morir por palabras ni siquiera saben qué es la vida. No hay nobleza alguna en la muerte. Ni siquiera cuando mueres por defender el honor. Ni aun cuando seas el gran héroe de la humanidad. Ni aun cuando seas tan grande que tu nombre sea olvidado, y ¿quién es tan grande? Lo más importante es la vida, muchachos. Muertos no servís nada más que para los discursos. No os dejéis engañar más. No os deis por aludidos cuando os den palmadas en el hombro y os digan: “Vamos a luchar por la libertad”, o cualquier otra palabra. Sencillamente decid: “Lo siento, señor: no tengo tiempo para morir. Estoy muy ocupado”. Y luego daos la vuelta y corred como alucinados. Si os llaman “cobardes”, no prestéis atención, porque vuestra tarea es vivir, no morir. Si hablan de morir por principios que son más grandes que la vida, decid: “Señor, usted es un mentiroso. No hay nada más grande que la vida. No hay nada noble en la muerte. ¿Qué tiene de noble estar tendido en la tierra, pudriéndose? ¿Qué tiene de noble no volver a ver la luz del sol? ¿Qué tiene de noble que te vuelen las piernas y los brazos? ¿Qué tiene de noble ser un idiota? ¿Qué tiene de noble quedarse ciego y sordo y mudo? ¿Qué tiene de noble estar muerto? Porque cuando usted esta muerto, señor, todo ha terminado. Es el fin. Eres menos que un perro, menos que una rata, menos que una abeja o una hormiga, que un pequeño gusano blanco que se arrastra sobre un montón de mierda. Usted está muerto, señor, y ha muerto por nada. Está muerto, señor. Muerto».
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Destaca El Comercio de Vasyl Kravets, futbolista ucraniano del Sporting, este titular terrible: «Quiero ir a la guerra y ayudar a mi gente, pero no sé disparar». El Zeitgeist compendiado en nueve palabras.
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La paradoja de esta guerra que supuestamente se declara contra la OTAN y los nazis es que va a incrementar la popularidad de la OTAN (que crece incluso en Suecia y Finlandia) y de los nazis ucranianos. Lo cual se utilizará, supongo, para justificar una nueva escalada posterior.
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Gentes de teórica izquierda revolucionaria defienden a Putin, un hombre cuyo régimen es un ultracapitalismo singularmente cleptócrata, una teocracia reaccionaria que financia a ultraderechas del mundo entero y un imperialismo literalmente anticomunista, que justifica sus expansiones ciscándose de la memoria de Lenin y reprime organizaciones como el Movimiento Socialista Ruso, cuyos militantes leen a Lenin, a Trotski, a Rosa Luxemburgo y a Gramsci en las cárceles en las que Putin los confina. No sé cómo podría ser un enemigo más obvio, pero hay gente verdaderamente imbécil, y también gente verdaderamente taimada; criptofascistas que por una cuestión de gusto estético o de otro tipo adoptan la fraseología de las revoluciones emancipadoras, sin pretenderlas en absoluto.
Conviene que desnudemos esta trampa. Hay una estrategia de la ultraderecha y estos sus amigos en la izquierda que consiste en decir ser los que «hablan claro». Pero somos nosotros quienes señalamos que el emperador va desnudo y llamamos a las cosas exactamente lo que parecen: autoritarismo al autoritarismo, fascismo al fascismo, imperialismo al imperialismo. E imperialistas a quien no suscriban que, si el mundo unipolar se acabó y ahora es multipolar, lo que toca no es celebrarlo, sino multipolarizar también el antiimperialismo. No luchamos por un mundo de muchos imperios, sino de ninguno. Y debemos precavernos como de la peste de estos sedicentes socialistas en quienes la pasión movilizadora no es el socialismo, sino el antiamericanismo; un antiamericanismo ramplón y de vocabulario e imaginería extemporáneos y que algo tiene que ver con la oleada melancólica que caracteriza a nuestro tiempo: la nostalgia de un mundo más simple, uni- o bipartidista, también para esto. Lo dice bien Ángel de la Cruz: «los rojipardos no son antiimperialistas, sino antiamericanos. Su enemigo no es el imperialismo, sino Occidente. Por eso ven a Putin como un aliado y a su chovinismo como una justa venganza que no pueden condenar. Algunos han entendido a Duguin sin leerlo».
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Un buen apunte de X. López: «Décadas de bombardeo mediático y editorial sobre el teatro de operaciones exclusivamente europeo en la segunda guerra mundial ha creado una generación de señores que no saben pensar las guerras con la amenaza de las armas nucleares. Insoportable, inútil y potencialmente peligrosísimo».
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Me entero por Moriche de que circula la información (en perfiles prorrusos, lo que la hace fiable) del envío de milicianos del caudillo checheno Ramzán Kadýrov para el asalto a Kiev, capital de Ucrania. Son las mismas milicias que secuestran, torturan y asesinan homosexuales, periodistas o disidentes en Chechenia. Un desnazificador singular, este Putin.
Sábado, 26/2/2022. Tuiteaba yo ayer a modo de broma que debían de estar, en la redacción de La Nueva España, trabajando a pleno rendimiento para encontrar la conexión asturiana de la guerra de Ucrania. Tuiteaba yo: «Siempre la encuentran, confiemos en ellos. Algún primo segundo del secretario de algún director general tendrá Putin que sea sobrino nieto de un niño de la guerra de Carbayín». Bien: ladies and gentlemen, we got it! La conexión es esta: «CUANDO PUTIN FUE JUDOCA EN LUGONES. El presidente ruso entrenó en un gimnasio local en 1998 junto al equipo de su país que participó en un campeonato en Oviedo».
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Parece que devorar Ucrania está costando a Putin más de lo que pensaba. La resistencia de los ucranianos está siendo mayor de lo esperado incluso en las áreas de etnia rusa, la posición de China más ambigua, la de Occidente más dura y empieza a agitarse ruido de insatisfacción —muy tenue, pero agitarse, agítase— entre los oligarcas, los militares y la sociedad rusa en general. Las guerras, se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban, y siempre incluyen sorpresas. Ahora mismo es demasiado optimista decirlo, pero esta bien puede ser el principio del fin de un Putin que encuentre en Ucrania su Vietnam o su Afganistán. Como apunta Moriche, en los años sesenta el Reino Unido desplegó 27.000 soldados (más policía y paramilitares) en Irlanda del Norte, que tiene 1,8 millones de habitantes y 14.000 km2, y ni así logró sofocar la insurgencia. Ucrania tiene 44 millones de habitantes y 600.000 km2. A Rusia le va a costar muchísimo sojuzgarlo. El problema es que hablamos de una potencia nuclear…
Domingo, 27/2/2022. Descubro que, entre los pedidores de taxis de este nuestro país, circula un bulo según el cual la gran mayoría de fosas comunes con restos de republicanos resultan ser en realidad fosas de nacionales, y que cuando se descubre, se vuelve a tapar y se silencia. El qanonismo hispano.
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Acude Toni Cantó, siempre diligente en abdicar de sus responsabilidades, seguramente inexistentes en realidad, como director de la fantasmática Oficina del Español, a una manifestación en favor de Ucrania y dice hacerlo «contra el comunismo». No sabe, veremos cuando se entere, que Rusia Unida, el partido de Putin, es miembro observador de la Internacional Demócrata de Centro, de la que forma parte el PP. Y que en Rusia el IRPF es igual para todos con independencia de los ingresos, y su nivel es de un ridículo 13%: el sueño húmedo neoliberal hecho realidad.
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El presidente de Suiza anuncia que el país respalda y se une a las sanciones europeas contra Rusia. Cómo será la cosa que hasta Su Neutralidad elige bando.
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La Unión Europea dictamina la prohbición a Russia Today y la agencia Sputnik, vinculadas al Gobierno ruso, de emitir en territorio UE, y las almas puras del libertarismo seráfico corren ya a preguntar dónde está el límite en cuanto a censurar medios de comunicación. Yo no sé dónde está, pero me parece que un dueño con arsenal nuclear y que anuncia la disposición a usarlo queda del lado de allá del límite. Y también lo que dice Moriche de que esto no es un medio de comunicación, sino un instrumento estatal y militarizado de guerra psicológica; la Radio Sevilla de Queipo de Llano. Por mi parte, bien censurado está.
Lunes, 28/2/2022. No hay defensa de Putin más execrable que la de que «Rusia nació en Ucrania», y ello justificaría la invasión. Hoy la esgrime Juan Manuel de Prada en un artículo repugnante. Aterra pensar que vivimos rodeados de gente que aprueba que decenas de niños mueran desventrados de un bombazo porque unos cuantos joseluises rusos no puedan soportar que el lugar donde unos leñadores hicieron alguna cosa hace doce siglos no les pertenezca. El nacionalismo, esa tara cerebral severa.
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Enric Juliana: «Enfrentarse al autoritarismo ruso no es luchar contra un fantasma del pasado, es enfrentarse a un posible futuro: la deriva autoritaria de las democracias occidentales de la mano de las derechas populistas. Esa es la clave. Duele ver que algunos idealistas no lo entiendan».
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Leemos hoy que los ucranianos están subiendo a la red social TikTok —la más popular entre los adolescentes— vídeos sobre cómo conducir vehículos militares rusos abandonados o capturados, que se están haciendo virales y coadyuvando a la resistencia. Tal vez un problema de Putin haya sido declarar una guerra del siglo XXI con la cabeza en el siglo XX.
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Preguntábame yo hace unos días cuál sería el sesudo comentario con el que Arturo Pérez-Reverte rompiera su silencio sobre la guerra de Ucrania. We got it: «Irina Tsvila, ucraniana, muerta en combate. No me la imagino diciendo todos, todas y todes. La verdad es que no. O sea, que no», tuitea, aunque el tuit dura poco publicado, pues lo borra al rato. ¿Por darse cuenta de que hay que ser verdaderamente cutre y mezquino para que todo lo que uno tenga que aportar a la conversación sobre una guerra terrible sea un comentario tabernario contra el feminismo? Seguramente no. Seguramente, más bien, porque le pusieran sobre aviso de que la tal Irina Tsvila era miembra de una milicia neonazi, y alabar a una neonazi a lo mejor resiente las ventas de libros de don Arturo.

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea y CTXT; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
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