/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 18/4/2023. Leo un comentario de Natalia Robles —que ahora, cuando escribo estas líneas, no puedo reproducir, pues no lo encuentro— contra la limitación de mandatos, que me gusta. La limitación de mandatos fue una de las demandas características del 15-M. A mí siempre me pareció una insensatez; y abogar por ello desde la izquierda alternativa, un disparo en el pie. Los buenos dirigentes no son fácilmente intercambiables para un movimiento sin el dinero ni las lujosas escuelas en las que fabricarlos de que los grandes partidos disponen. Llevado al extremo, es esto que me decía un día el sindicalista colombiano, afincado en Asturias, Javieíer Orozco, en un pasaje sobre asesinatos de dirigentes políticos, sindicales y sociales en Colombia de una entrevista biográfica que le hice:
«Cuando matan a un amigo, a un compadre, a gente de tu peña, como dicen aquí, te jode muchísimo, porque conoces al padre, a la madre, a la esposa, a los hijos, el trabajo social que hacía, lo imprescindible que era. Es muy pretencioso decirlo, pero hay gente que es imprescindible en algunos sitios. En según qué circunstancias de lucha, hay gente que no tiene reemplazo, y si lo tiene, es improvisado a las carreras. La burguesía lo sabe, y cuando nos da, nos da donde no podemos recuperarnos pronto. Cuando asesinan a alguien, lo han escogido muy bien».
Lo que tiene que haber es mecanismos tasados de control, de rendición de cuentas, de revocación. Pero renunciar por ley a un buen dirigente que no se ha corrompido, que sigue siendo válido, que no tiene sustituto fácil, solo porque han pasado ocho años es una trampa del enemigo. Por otro lado, anda que no es fácil seguir ejerciendo el poder efectivo después de apartarse nominalmente de él, a través de testaferros dóciles. Sobran los ejemplos. El último, Pablo Iglesias e Ione Belarra. Si vas a ser el dirigente igual, por lo menos selo a la vista, con luz y taquígrafos, bajo control, no entre bambalinas, desde las sombras.
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Leo en Grunewald en Oriente: la Jerusalén germanojudía, un estupendo librito de Thomas Sparr, que a Martin Buber le disgustó un comentario de Gerschom Scholem sobre su traducción de la Biblia al alemán, iniciada antes del advenimiento de los nazis, concluida después, como un «monumento funerario». Explicó entonces Scholem:
«Es injusto conmigo, señor Buber: la expresión “monumento funerario” no se refiere a su intención, hacia la que tengo un gran respeto, […] ni a su trabajo como tal, sino a su efecto a día de hoy, treinta y cinco años después. […] Desde el punto de vista histórico, ya no es un regalo de hospitalidad de los judíos a los alemanes, sino (y no me resulta fácil decirlo) el monumento funerario a una relación extinguida en medio de un indecible horror. Los judíos para los que usted tradujo ya no existen. Los hijos de aquellos que escaparon a ese horror ya no van a leer en alemán».
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Un periodista preguntó a Borges: «¿Usted es inteligente?». Respondió el escritor: «Si me dan algunos años para pensar, soy inteligente. Si me hacen preguntas como las suyas, inmediatas, soy más bien estúpido». Me siento muy identificado.
Miércoles, 19/4/2023. Agustín González Pisador, arzobispo de Oviedo, de origen pucelano, 1762: «Por lo que he visto en muchos lugares y por lo que nos dicen personas dignas de crédito, la gente de este obispado es dada a la religión, pero tienen muy acusado el vicio de la blasfemia, contra el que luchan predicadores y párrocos; mas está tan arraigada esta mala costumbre que apenas se consiguió algo por los medios arbitrados hasta ahora». Asturianos cagándose en Dios desde la noche de los tiempos. Probablemente antes de la llegada del cristianismo ya nos cagásemos en Tutatis, o en Belenos.
Denis Soria me cuenta que este es el mismo obispo que obligó a los asturianos a quitarse la montera picona —en aquel entonces, un símbolo de honor— dentro de las iglesias y abroncó a los brañeros por hacer fiesta y dormir los hombres y las mujeres en la misma cama: «Por quanto asimismo estamos informados de los muchisimos y enormes Pecados y perjuicios que se ocasionan de la simultanea concurrencia de Hombres, y Mugeres, Mozos y Mozas en los Puertos, Brañas, Montes e invernales, para custodiar, recaudar y cuidar los ganados alojandose todos juntos en una misma majada, Vega, Braña, e Ynvernal, y aun asistiendo durmiendo mezclados, y sin diferencia de sexos en una misma choza, ó cabaña, y aun en una misma cama lo que deviera horrorizar a qualquiera». Como me dice Denis, un pisapraos de libro.
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No soporto el tono insufriblemente Mister Wonderful de la campaña de Sumar; de esta Yolanda Díaz a la que, como malicia un amigo, le pasa que, igual que hay andaluces que se creen graciosos por el hecho de ser andaluces, es esa gallega que se cree poética por serlo. La cuestión es que soporto bastante menos el tono Robespierre el Incorruptible de Hacendado de Pablo Iglesias y compañía. Supongo que para esto hemos quedado.
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Belén Gopegui: «La derecha parece menos dividida porque acumuló con violencia fatiga ajena, el capital que se reparte. Las divisiones no son un rasgo de carácter, sino, a menudo, una consecuencia de la desigualdad».
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Hay un punto de lejanía a partir del cual todas las cosas parecen estar igual de lejos, o su diferencia visible de lejanía es mucho más pequeña que la real. Con el pasado también ocurre. Y el 15-M ya parece igual de lejano que la Transición. Sospecho sin miedo a equivocarme que, para las generaciones más jóvenes, cuando la mía evoca las plazas ya sonamos igual que nos sonaban a nosotros las evocaciones de nuestros padres de cuando corrían delante de los grises. Pero es verdad lo que me dice Edgar Straehle: la memoria es volátil, y si mañana, o en veinte años, emergiera un acontecimiento semejante de golpe, el 15-M podría aparecer como un pasado muy cercano e interpelador. Aquello de Benjamin: el recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro.
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Circula por Internet un vídeo en el que Courteney Cox, la Monica de Friends, expresa su frustración por la escasa estima que parecen tenerle sus propios perros. En el vídeo, se los ve siendo paseados por el parque por un cuidador y a ella pasando a su lado en dirección contraria, sin que las bestezuelas hagan el menor aprecio de su existencia. En el vídeo, se los ve siendo paseados por un parque por un cuidador y a ella caminando a su lado en dirección contraria, sin que las bestezuelas hagan el menor aprecio de su existencia al cruzársela. Claro, es lo que tiene delegar el cuidado: los perros, al final, a quien quieren es a quien los alimenta, los pasea, los entrena, los mima, no a quien aparece por ahí de pascuas a ramos, aunque algún papel ponga que sea su dueño. Tanto les das, tanto recibes. Brindo por esos perros insolentes, su estricta justicia, su indiferencia al aura pretendida de las famas humanas.
Jueves, 20/4/2023. Leo en El Diario que un concejal del PP en Madrid asegura que las fuentes públicas para beber agua «atraen a indigentes». En la nueve palabras de esa frase, «las fuentes públicas para beber agua atraen a indigentes», cabe una cosmovisión entera, como el agua toda del océano en un pequeño pozo si Dios lo quiere, según san Agustín. Ahí está todo.
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Parece que este verano vuelve el Grand Prix. «Renovado y sin vaquilla», leo. Supongo que a la declinante TVE le parece una idea estupenda tirar de nostalgia para reflotar sus audiencias. Pero yo estoy seguro de que este neo-Grand Prix, ni va a gustar a los jóvenes, que tienen ya otros códigos, ni a los mayores que entiendo que son los que se espera que lo vean, porque a su nostalgia no se le está ofreciendo el Grand Prix, sino una versión (comprensible, lógicamente) descafeinada. Preveo fracaso absoluto. Uno más de la pública, de la que uno empieza a preguntarse para qué la queremos si a lo que se dedica es a esto; a tratar de competir infructuosamente con las privadas en el ofrecimiento de entretenimientos banales, en lugar de contenidos de calidad que el mercado no premie, pero tengan su público y su necesidad.
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La polemiquilla del día la protagoniza Inés Hernand, una influencer de izquierda —por tal pasa— que ha levantado un vigoroso debate en redes en torno a su denuncia de que, por cierta gala de Televisión Española que copresentó, en Benidorm, con Mónica Naranjo y otro tipo llamado Rodrigo Vázquez, cobró 15.000 euros, por 40.000 para Vázquez y 50.000 para Naranjo. Dice que es la brecha salarial, una injusticia feminista, cobrar menos por el mismo trabajo. Y a mí, como a la mayoría, no me salen las lágrimas por alguien que ha cobrado quince mil mortadelos por dos horas de trabajo, pero es que, además, no es el mismo trabajo. Como mínimo, no hizo lo mismo que Mónica Naranjo. El trabajo, entiendo yo, es mitad presentar, mitad ser famosa; aportar su fama al éxito del programa. Y ella es menos famosa que Mónica Naranjo. Se puede discutir si hay brecha salarial con el otro tipo, que no sé si es más famoso que ella porque yo me acabo de enterar de la existencia de ambos. Pero, por otro lado, incluso si la hay, hay una cantidad de dinero a partir de la cual la injusticia principal y clamorosa es otra, y tú su beneficiaria. Un poco como cuando se pide abolir la preeminencia del varón sobre la mujer en la sucesión al trono, y se vende la cosa con argumentos feministas. Pues hombre, sí: machista es, pero se comprenderá que a quienes queremos abolir la propia monarquía nos importe poco. Quince mil euros por dos horas de trabajo es una indecencia. Y me da igual que otros cobren cantidades aún más indecentes.
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Dice Yolanda Díaz, en la línea de discurso templado y socialdemócrata que sigue últimamente, se supone que para pescar voto socialista, que los derechos se conquistan con diálogo, escucha y esfuerzo. Me parece un error. Eso de que los derechos se conquistan escuchando es algo que no cree, me parece, ni la gente más templada del PSOE. Aunque sea como un mecanismo de compensación, también a ellos les gusta pensar en combates épicos y logros duramente arrancados a la reticencia de los poderosos. Nos va acabar pasando aquello que contaba Fernando Alonso de cuando se sacó el carné de conducir: que lo suspendió por ir demasiado despacio. Tanto le habían dicho que no se embalase que, al final, frenaba demasiado.
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Una ilustración de 1905 de la revista Puck, mostrando al fantasma de Luis XVI advirtiendo al zar Nicolás de que escuche las súplicas de sus súbditos, so pena de acabar sus días, como él, en la guillotina.

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Germán Huici: «Si algo tenemos en común los europeos es nuestro cinismo (poco más). Los ideales del resto, ya los tuvimos, sabemos que son inútiles. Somos expertos en despreciar, razonadamente, la esperanza del otro. Ese cinismo nos hace sentir superiores. Solo sirve para eso».
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Una cita preciosa de Amos Oz, que leo en Grunewald en Oriente:
«Entre nosotros, era una ley de hierro no comprar nada importado, nada de productos extranjeros, mientras hubiera los correspondientes productos locales. Pero cuando se iba a la tienda del señor Auster, en la calle Amos con Ovadja, había que elegir entre el queso del kibutz, distribuido por Tnuva, y el queso árabe. El queso árabe del vecino pueblo de Lifta, ¿era de origen nacional o extranjero? Complicado. El queso árabe era un poquito más barato. Pero, si comprabas queso árabe, ¿estabas traicionando al sionismo? En algún sitio, en un ‘kibutz’ o Moshav, en el valle de Jezreel, en las montañas de Galilea, una joven pionera ha estado haciendo este queso hebreo para nosotros, quizá entre lágrimas…, ¿cómo podemos darle la espalda y no comprar queso judío? ¿No nos temblará la mano? Por otra parte, si boicoteamos los productos de nuestros vecinos árabes, contribuiremos a profundizar y eternizar el odio entre ambos pueblos, y entonces seríamos corresponsables de la sangre que, Dios no lo quiera, va a verterse aún. El fellah árabe que vive humildemente, un campesino sencillo y honrado, cuya alma aún no estaba contaminada por el venenoso hálito de la gran ciudad, ¡ese fellah era el hermano de piel morena del sencillo y noble mujik de los relatos de Tolstói! ¿De verdad vamos a dar cruelmente la espalda a su queso? ¿De verdad vamos a tener un corazón tan duro y vamos a castigar a este hombre? ¿Por qué? ¿Para que los pérfidos británicos y los corruptos effendis lo instiguen contra nosotros y nuestra obra de reconstrucción? No. Esta vez compraremos decididamente queso árabe, que además la verdad es que sabe un poco mejor que el queso de Tnuva, y cuesta un poco menos. Pero aun así, visto desde un tercer ángulo, ¿qué pasa si no son tan limpios? ¿Quién sabe cómo son sus vaquerías? ¿Qué pasa si resulta, demasiado tarde, que su queso bulle de bacilos?».
Viernes, 21/4/2023. Leemos hoy que el número 9 de Vox al Ayuntamiento de Valladolid fue condenado por dar una patada al carrito de un bebé de 29 días. Un partido formado por gente que, si fueran villanos de tebeo, chirriaría por demasiado caricaturescos, por poco verosímiles.
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Ha levantado polvareda Iván Ferreiro por este comentario crítico con Rafa Nadal: «[M]e toca los huevos, para mal […] El ejemplo de mierda que da yendo a jugar un partido hecho polvo. Y todo el mundo dice: ¡Qué buen ejemplo para los niños! Pues yo creo que es un ejemplo de mierda. Hemos tardado muchos años en conseguir que cuando nos encontremos mal no tengamos que ir a trabajar, para que este millonario, para tener una medalla, nos diga que fue con el pie roto».
Se puede decir más alto, pero no más claro. Me acuerdo de la que se montó la vez que se descubrió que Michael Phelps se había fumado unos porritos o algo así. Si hay un mal ejemplo para ¡los niños, los niños!, es el de Nadal haciendo estas cosas.
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Hoy le he hecho una de mis entrevistas largas, biográficas, a Arturo Gutiérrez de Terán, exconsejero del PSOE en el primer Gobierno de la autonomía asturiana, presidido por Pedro de Silva. Un tipo interesante, historia viva de mi región. Aquel Gobierno tenía, aún, pocas competencias, pero las pocas que tenía, en gran parte las tenía él, así que pudo hacer varias cosas notables: COGERSA, SOGEPSA, los primeros movimientos —muy progresistas— de protección de la costa y las reservas naturales… Antes, había desempeñado otras responsabilidades que le habían hecho participar en cuestiones como el trazado y la construcción de la autopista Y, columna vertebral de la región. He salido de su casa con una sensación rara. Acostumbrado a entrevistar a perdedores de la Transición, que si tocaron poder fue una parcelita muy pequeña desde la que hicieron alguna cosa buena, pero de poca cuantía en comparación con las que se consiguen desde el poder verdadero; a gente que te cuenta con enorme orgullo y pasión esas dos cositas que pudo hacer después de una trayectoria de lucha incansable, hablar con alguien que ha tenido la región en sus manos para moldearla a su gusto, y que habla de ello con suma naturalidad, resulta extrañísimo.
Sábado, 22/4/2023. Decía Merleau-Ponty, y se lo leo citar a Germán Huici, que «toda filosofía es lenguaje y consiste sin embargo en recuperar el silencio». Dice Germán que él no lo piensa de la filosofía, sino de la poesía. Pero alguien dijo, no recuerdo quién (¿Valente?), que la poesía no es más que filosofía en verso.
Domingo, 23/4/2023. Christopher Lasch, 1979: «La degeneración de la política en espectáculo no solo ha transformado la actividad política en publicidad […]; también ha hecho más difícil que nunca organizarse como oposición política».
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Leo en La construcción del Estado en España, de Juan Pro —un libro estupendo, a pesar de su infumable prólogo: una diatriba desatada contra el Estado autonómico— que, con la Desamortización, además de dinero, el Estado también buscaba edificios; los conventos, colegios, etcétera, para convertirlos en sedes administrativas, y sobre todo en cuarteles. La conversión de los monasterios de una fe, la cristiana, en los de otra: la nacional.
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En el fascismo histórico hubo dos tendencias paradójicamente compatibles, como todo en el fascismo: la romantización del campo y la de la ciudad. Nazis del adobe y nazis del asfalto. Es curioso cómo hoy vuelve a pasar. La cochelatría desquiciada y las elegías a la aldea. Lo que resuelve la paradoja es el anhelo de «autenticidad», que en un caso lo encuentra en el Blut und Boden y la terre et les morts; y en el otro, en el superhombre que somete a la naturaleza a su voluntad y regresa al salvajismo de la prehistoria a través de la velocidad. Lo de hoy es una versión light de aquello, claro: ni el campo europeo es el que era en 1920, con sus aldeas siendo casi tal cual eran en la Edad Media, ni la ciudad y sus cosas y los adelantos tecnológicos de la modernidad nos asombran y nos marean tanto. Pero la paradoja es la misma. Como me dicen en Twitter, también la resuelve
«el deseo de proteger la propia distinción social. Por un lado se idoliza un pasado con menor movilidad social, y por otro se entiende el mayor acceso a la tecnología como un signo de distinción y de valor propio. En ambos casos se reafirma la posición de cada uno en la jerarquía, primero porque se idealiza un momento estable en el que todo el mundo estaba donde le corresponde, antes de que los urbanitas degeneraran el carácter de la nación y crearan la supuesta inestabilidad presente».
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España entera maravillada con Rodrigo Cuevas, a quien hoy ha entrevistado Jordi Évole en su programa. La obra y el personaje de Cuevas son tan perfectos, tan redondos, tan sin costuras, que es para no creérselo. Qué gusto ser paisano suyo; que sea tuya la tierra de la que él lleva el nombre por el mundo entero.
Lunes, 24/4/2023. Leo en La construcción del Estado en España pasajes muy interesantes sobre Derecho administrativo español, un manual de Manuel Colmeiro de 1850. Para Colmeiro, la Administración era prácticamente un dios:
«Fomentar el bien, combatir el mal, ora nazcan de causas físicas, ora procedan de origen moral; tal es la tarea inmensa del poder administrativo. Es una verdadera Providencia de los estados, porque debe ser sabio, previsor y estar siempre despierto y presente en todas partes. La administración aplicada acopaña al hombre desde la cuna hasta el sepulcro, y todavía antes y después de estos linderos del mundo tiene deberes que cumplir.
Nada hay indiferente para la administración desde lo más grande hasta lo más pequeño; o por mejor decir, nada parece pequeño a los ojos de una administración solícita por el bien del estado; porque las cosas mínimas en la vida privada adquieren gigantescas proporciones en la existencia social; de que se infiere que su mirada debe ser penetrante, su voluntad firme, permanente su acción y su perseverancia infatigable».
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Qué grotescos son los codazos y los navajazos para conseguir un puestín en una lista electoral. Y cuánto debe de compensar para que el personal pierda la dignidad de la manera en que la pierde, abandonando el partido del que formaban parte tres minutos antes de que se acabe la legislatura, bregando por conseguir un puesto de salida en el nuevo, etcétera. Pero cómo se las arreglan siempre para encontrar una alta justificación moral; para pretender parecer, no inquietos ratones en busca de un barco, sino generosos titanes éticos que se sacrifican por la Democracia, por la Pluralidad, por los Electores, etcétera. De pocas cosas puedo decir yo «de esta agua no beberé», pero puedo decirlo de esa. Mi mundo nunca será de ese reino.
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Publica hoy Xandru Fernández un estupendo artículo en CTXT, titulado «Crítica del teleprograma de Gotha (Pablo Iglesias)». Todo él es muy bueno, pero me quedo con este párrafo:
«Creo que es justo y necesario que cada uno intente convencer a los demás de que tiene razón. Pero eso es una cosa y otra, muy diferente, que los objetivos y los programas de los partidos políticos estén supeditados a esos momentos fugaces, por apoteósicos que sean, en que el público se arranca a aplaudir porque se han dicho verdades como puños, se han puesto los puntos sobre las íes, se le ha puesto el cascabel al gato o se ha cogido el toro por los cuernos. Nos hemos habituado tanto a esa actitud, hemos naturalizado hasta tal punto esa manera de proceder, que parece una extravagancia preguntar qué modelo de sociedad, qué modelo productivo, qué modelo educativo defiende ese sujeto híbrido de telepredicador y clown en que se han convertido tantos oradores parlamentarios».
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Frank Wilhoit: «El conservadurismo tiene un único precepto: que debe haber un grupo interno a quien la ley proteja, pero no obligue, junto a grupos externos a los que la ley obligue, pero no proteja». Es la mejor definición que he leído en mi vida.

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
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Pablo, presentas los dos aspectos de la limitación de mandatos. Ahora bien, existe un cierto temor a que se ocupe el poder indefinidamente. Propio del buen político es, sabiendo la limitación existente, facilitar la renovación con honestidad y buscando el bien común. Eso basta. Nada peor para el porper y sociedad que el ejercer el poder entre bambalinas. ¿Le favorece a Pablo el controlar a distancxia el partido? Creo que no. Guillermo.
Erratas:
a quien hoy HA entrevistado
los puntos sobre las ÍES
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