El runrún interior

El runrún interior (108)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre el «amor de maltratador» que caracteriza a los nacionalistas españoles o la lectura de ‘Religión, Rey y Patria: los orígenes contrarrevolucionarios de la España contemporánea, 1793-1840’, de Pedro Rújula.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (107)

Martes, 20/6/2023. Se incide poco, y creo que la agitprop de izquierda debería incidir más, en que Vox, su dirigencia al menos, también es básicamente una colección de gandules; de tipos más vagos que el sastre de Tarzán, que el cuñado de Rocky Balboa, que el fotógrafo del BOE; holgazanes de una holgazanería homérica, olímpica, la ociosidad sublimada. Decía el jonsista Montero Díaz que Falange —con quien no quería que las JONS se uniesen— era un fascismo de señoritos a los que les planchaba la chacha la camisa azul, pero es que el fascismo hispano siempre ha sido particularmente eso: una cosa de rentistas, de parásitos, una ensoñación de haraganes. Gentes que fantasean con razias vikingas y escaramuzas espartanas mientras duermen la siesta con una mano en cada huevo y el Tour de Francia en la tele; que se imaginan que encarnan alguna clase de héroe soreliano, cuando los héroes sorelianos, los matadores de dragones nietzscheanos, están a este lado del frente: son el bombero que apaga los fuegos del cambio climático, la chica trans que se enfrenta a lo que sea para conseguir su autodeterminación, la mujer que huye con sus hijos de un marido maltratador o los Seis de La Suiza, sindicalistas de combate condenados por denunciar las trapacerías del sector hostelero. Ellos, y no Alfonso Benedicto Rodrigáñez-Porompompero y Ratofigaredo de Casadiós, rentista del botín de su abuelo asesino de rojos.

Sería esa, pienso, una buena campaña, que conferiría punch y épica a nuestra propaganda, que actualmente tiende a una blandura insufrible. Encarnar el proyecto colectivo en esas figuras heroicas, algo que no traiciona el espíritu comunal que debe caracterizarnos, porque serían anónimas, representativas de cuerpos sociales enteros. Un cartel con el bombero, otro con la chica trans, otro con la mujer superviviente. Representados sin victimización, con el rictus de orgullo y autoestima del combatiente. Si nos votas, lo votas a él, a ella. Si no, votas a unos destalentados y resentidso pelafustanes, herméticos a lo sublime.

*

Gloria Fuertes: «Recordar que los ovnis/ —como ciertas amistades—/ no vienen a lo nuestro/ sino a lo suyo».

*

Decía —leo— Manuel Sacristán que los conservadores solo estaban dispuestos a defender a ultranza el registro de la propiedad: respecto a lo demás, no tendrían inconveniente en cambiarlo todo. De ello va un artículo estupendo que publica hoy Jorge Dioni en La Marea. Me gusta la historia del bisabuelo de Jorge, con la que empieza:

«En la guerra se robó mucho». Era una de las frases de mi bisabuelo, un tipo singular. Si alguna vez hago autoficción, será con su historia. Era un conservador: orden, propiedad, familia, etcétera. En los años treinta, llegó a ser concejal por las derechas en un pueblo de Tierra de Campos y simpatizó con la rebelión hasta que se dio cuenta de que la idea no era restaurar la monarquía o instaurar una dictadura como la de Primo de Rivera, sino acabar con la mitad del país. Más o menos, como el Unamuno de Mientras dure la guerra. Estuvo cerca de correr la misma suerte por no colaborar. Los que él consideraba que tenían que defender el orden, la propiedad y la familia llevaban a cabo una revolución, fusilaban a la gente y se quedaban con sus propiedades. “Los más sinvergüenzas de cada pueblo se hicieron de Falange para poder robar, matar y violar”, decía. “Hasta que no se revise el Registro de la Propiedad, no habrá eso del abrazo entre españoles” era otra frase que repetía durante la Transición. Para una persona conservadora, el Registro de la Propiedad era el lugar adecuado para realizar el proceso que entendemos por reparación y que las asociaciones de víctimas suelen resumir en un lema: memoria, dignidad y justicia. Evidentemente, nunca se hizo. No se revisó y, quizá por eso, hay grupos que se creen propietarios del país. España sigue siendo producto de la revolución franquista. Revolución: cambio radical en la estructura social, económica y política de un país».

*

Merleau-Ponty: «La filosofía no es un léxico. No busca un sustituto verbal del mundo que vemos, no lo transforma en cosa dicha. Son las cosas en sí mismas, desde el fondo de su silencio, lo que la filosofía quiere conducir a la expresión».

*

Amelia Valcárcel pide el voto para Feijóo. Van los mochuelos cruzándose por el cielo, de camino hacia sus olivos…


Miércoles, 21/6/2023. La campaña de Sumar está cometiendo, pienso, varios errores. Uno de ellos es la pretensión de pescar voto socialista adoptando un discurso templado, sensato, moderado. A ellos, y hasta a los más conservadores, hasta a los más recalcitrantes felipistas, también les gusta sentirse épicos. Si uno habla con un felipista, no se lo encontrará elogiando a Felipe González por su sensatez y por lo mucho que dialogó y lo moderado que fue, sino que lo verá ensalzándolo como un heroico Prometeo que arrebató el fuego de la modernidad a la diosa Europa, y se la regaló a España. Zapatero hacía bandera del «talante» y el «consenso», pero cuando se alaban las cosas de su Gobierno, se alaban también así. Del matrimonio igualitario no se recuerda que se lograra con diálogo, sino con valentía, con agallas, combatiendo sin cuartel a la España carca. Para conseguir voto socialista, hay que entender al votante socialista, dirigirse a su realidad, no a la imagen despreciativa y autocomplaciente que desde la izquierda nos construimos de él como persona timorata, pusilánime. Ellos también quieren matar dragones. Incluso discursos exitosos donde sí hay una defensa explícita de la sensatez, la moderación y demás, como el mito de la Transición, se plantean con esa épica: el dragón de la Transición era la España cainita; el diálogo entre enemigos fue una cosa audaz y heroica contra ella, contra el Búnker, etcétera.

*

Un poema precioso de Jorge Riechmann:

Rodea atentamente los alcorques de los árboles,
mira esas zanjas abiertas, esos huecos, presta oído
al fondo del desagüe bajo el suelo enrejado.
A veces uno advierte un relumbre fugaz,
cierta sombra silvestre que furtiva se esconde.

¿Qué olor extraño mezcla
una memoria marina
con no sé qué silabeo nutritivo?
Bajo la costra de asfalto
¿qué intuición de piel o de advertencia?
¿Quién ha nacido en la vertical fértil?
¿Qué murmullos se oyen por ahí?

¿Si por debajo de las calles edificios y plazas
palpitasen las antiguas cañadas, manantiales
colinas playas bosques, toda la entretejida
inquieta diversidad de lo que vive
aguardando solo la ocasión propicia
para el próximo anhelante despertar?

*

Reaparece Albert Rivera, que en un encuentro dice esto: «En España cuando alguien hace algo bien le tenemos envidia sana. ¿No podemos decir “te admiro”? ¿Tanto nos cuesta alegrarnos del éxito del prójimo? Este país tiene un cáncer que se llama envidia. A la gente que tiene talento hay que decirle “ole”». La enésima iteración del esencialismo tremendista palero de la España cainita y envidiosa, invento del tardofranquismo para relegitimarse cuando se agotó el mito de la Cruzada: la democracia está bien, pero es imposible en España porque cainismo, así que palo largo y mano dura para evitar lo peor. Y también proyección. Claman contra la envidia, madre del robo, los herederos, literales o ideológicos, de quienes robaron; de quienes edificaron su fortuna a partir del botín expoliado a un republicano, y han vivido angustiados desde entonces por si se les obliga a devolverla.

Sobre Rivera, dispara y acierta Beatriz Gimeno: «Pues no veo el cainismo, porque mayor fracaso que el suyo es difícil. Y ahí le tienes forrándose». Yo pienso en la paradoja de lo mucho que odian a España, lo poco que les gusta, a estos que supuestamente la aman. Todo son denuestos, insultos a este país del que nos dicen que es violento sin remedio. Su amor es un amor de maltratador.

*

Jónatham Moriche: «A efecto de notaría histórica, sí, el origen de esta situación está en una forma extrema y bestial de dominio de clase. Pero esto ya no es dominio de clase, precipitó en algo distinto y peor, una abismación antropológica, un horror moral autónomo que mata y devora todo a su paso. No quieren más plusvalía, ni siquiera más dominación, quieren directamente angustia, humillación y dolor».

*

Escribe el tuitero Lavín, a cuenta del típico tuit en el que se ensalza de una manera pasada de vueltas la costumbre del sur de España de salir a la fresca («una tradición secular que ha sobrevivido al paso del tiempo y los caprichos de la modernidad»), una serie de comentarios certeros contra el «bucolismo» y cierto empeño, muy del momento, por apreciar anticapitalismo en cualquier aparente comunidad. Hubo una campaña que lo hacía literalmente, con carteles en los que aparecía un corro de señoras sentadas en sillas de plástico y el lema: «Tomar el fresco es anticapitalista». Dice Lavín: «Como hombre del agro, ya os digo yo que en esas reuniones rara vez reinan la sororidad y la camaradería». Lo comunitario —recuerda—

«no es en sí mismo progresista: comunitario también es un aquelarre de Desokupa. La reunión es un medio. Sustancializarlo y elevarlo a la categoría de expresión del alma nacional-popular (“lo mediterráneo”, “lo rural”…) anula potencialidades críticas a su contenido. Ese imaginario de las abuelas de cháchara, como cuando se añora el Grand Prix o la Eurocopa en el shitposting voxero, apela a una nostalgia sobre la que no podemos construir nada nuevo. Entiendo que a la derecha eso le valga para proyectar sobre el futuro su idea del pasado; o sea, un no futuro, lo inmutable. Y, en consonancia, claro, una identidad cerrada, sin divergencias».

Pero «esta imagen, tan sugestiva para románticos urbanitas, evoca también el ser adolescente y homosexual y agachar la cabeza mientras bajan el tono y cuchichean de reojo a tu paso». Concluye: «No se flipen con el rollo de que sentarse al fresco es resistencia comunal ante la ofensiva neoliberal atomizadora. Sentarse al fresco es sentarse al fresco. Sin más».

*

Leo en España trastornada: la identidad y el discurso contrarrevolucionario durante la Segunda República y la Guerra civil, de Ramiro Trullén Floría, que en 1933, Gil-Robles pronunció un discurso crítico con los nazis, a quienes afeaba sus «principios socializantes», su «escuela única» y su «exagerado concepto nacionalista». Luego escribió haberse percatado de que «el 50 por ciento del auditorio no pensaba como yo».

Leo también sobre un corresponsal de El Debate que, tras el triunfo nazi, escribió con emoción sobre «la gente satisfecha de la abolición del exótico parlamentarismo y de que ya no amenacen la inocecia de sus hijos las locuras del desnudismo y las blasfemias de los sin Dios». Antonio Bermúdez Cañete se llamaba. Y en 1935, fue expulsado de Alemania debido a sus críticas al régimen, tras horrorizarse de la Noche de los Cuchillos Largos, al verla afectar también a los católicos alemanes. Cuánto gusta a las derechas el malismo, hasta que el malismo, preso de su propia ansia voraz de muerte y destrucción, las devora también a ellas.

Otro pasaje curioso: desde Falange —leo— se reivindicaba el 14 de abril, pero en unos términos que recuerdan, salvando distancias, a cómo algunos sibilinos fascistas reivindican ahora el 15-M. José Antonio Primo de Rivera escribía que «en aquella mañana de abril no había socialistas ni liberales, obreros ni burgueses. Todos éramos unos: masa esperanzada y propicia a que nos modelaran nuestros mejores. ¿Qué pasaba para que nos hubiéramos confundido en una emoción sola gentes enardecidas durante años por afanes distintos?». El 14-A, que podía haber sido el inicio de una «revolución nacional», había sido traicionado, decía el líder falangista, por un bienio izquierdista que defendió solo los intereses de la clase obrera y de los nacionalistas catalanes, lo que reabrió las heridas.

Y otro pasaje interesante más: en 1933, escribía César González-Ruano que Hitler, «surgido entre el cielo y la tierra», era «un ángel con bigote y gabardina». Al periodista de Abc, extremadamente clasista, le desagradaba que ese salvador fuera «casi un vagabundo», pero aceptaba la paradoja de que «el hombre de menos tradición había de traer la tradición y jerarquía del brazo del proletariado, con una armonía de clases y con un sentido que arranca directamente del mundo medieval, misterioso y profundo». Aunque su apellido no tuviera pedigrí, Hitler tenía «algo de Rey Natural, de Rey Gótico que se pone al frente de sus ejércitos como ya no hacían los últimos monarcas», y conseguía «algo tan grande cuya gloria hace internacional su figura nacionalista: poner una definitiva barrera al bolcheviquismo». De otra manera, un poco lo de Trump: la figura procaz y estrafalaria que en principio desagrada al conservadurismo biempensante, pero a la que se acaba ensalzando porque rinde beneficios cruciales.


Jueves, 22/6/2023. Entrevistan a Sara Álvarez Rouco, la nueva concejal de Festejos de Gijón, de Vox. Dice: «Creo que esta es una concejalía en la que se pueden hacer bastantes cosas dentro de nuestra ideología». Parece que la demonizada ideología, que esta gente demoniza cuando habla de las leyes ideológicas de la izquierda,se ha convertido mágicamente, de pronto, en algo bueno.

*

Se ufanaba en 1933, tras el triunfo electoral de las derechas, la revista monárquica Aspiraciones de que, en las Cortes, perdieran sus escaños «verduleras, faroleros, maleteros, mozos de café» y les sucedieran «169 abogados, seis del Estado, 46 catedráticos y profesores, 32 ingenieros, cónsules, diplomáticos, canónigos, generales, militares, banqueros, propietarios, licenciados en Filosofía y Letras, farmacéuticos, notarios, procuradores, peritos mercantiles, condes y marqueses». A las derechas fascistizantes de los años treinta también le gustaban los preparaos, como a cierta mema izquierda de hoy. Que entraran en las Cortes, desplazando a diputados de clase trabajadora, era decían, «una desinfección higiénica» de «la hediondez de la cloaca azañista»; el fin de «aquellas sesiones en las que de las palabras se llegaron a las manos, porque entre mastines suele pasar: unas veces se acarician, otras se achuchan y, por fin, se muerden».

*

El sanchismo no existe. Pero, si existe, su novedad no está en pactar con los nacionalistas, cosa que el PSOE felipista hizo con desparpajo, sino con los comunistas, algo que Felipe pudo hacer en 1993, prefiriendo en cambio pactar con CiU y el PNV. No es una cuestión patriótica, sino de clase; un anticomunismo feroz. Antes rota que roja. A partir un piñón con los rompeespañas de derechas, pero antes muertos que pactar con la izquierda estatal. Lo que les molesta de un Bildu es el izquierdismo, no el independentismo.

*

Leemos hoy que Alberto Rodríguez, exdiputado de Podemos, se compromete a dimitir de su escaño en el Congreso a los 585 días, el tiempo que no completó esta legislatura al perder su acta. ¿Qué tontería es esta? Basta ya de ocurrencias autorreferenciales, por Dios bendito.


Viernes, 23/6/2023. Escribía yo hace unos días sobre el amor de maltratador que caracteriza a los nacionalistas, y es típico de los españoles: amar a España no perdiendo ocasión de vilipendiarla como un país violento, canita, repleto de gente despreciable. Lo comentaba al hilo de unas declaraciones de Albert Rivera. Bueno. En 1935, leo hoy, otro Rivera, José Antonio Primo de, hablaba de este modo en el Cine Madrid de Madrid: «Nosotros amamos a España porque no nos gusta. Los que aman a su patria porque les gusta la aman con una voluntad de contacto, la aman física, sensualmente. Nosotros la amamos con una voluntad de perfección. Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra España física de ahora. Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica de España».

*

Fernando Hernández Sánchez: «Algo poco conocido de Pasionaria es su recurso a recios dichos de la cultura minera vizcaína para adornar sus análisis políticos. El sí pero no del PP con Vox estos días me ha recordado uno de ellos de 1946: “Eso es como lo de la Bernarda, que perdió el virgo en probatinas…”».


Sábado, 24/6/2023. Enric Juliana: «Una empresa privada, Wagner, conquista una ciudad de Rusia y pone en jaque a la estructura de poder. Hace un mes, en una escala microscópica, una empresa privada, Desokupa, intentó desestabilizar el proceso electoral en Barcelona. Del alfiler al elefante».

*

Jordi Évole entrevista a Pedro Sánchez, de quien la promoción del programa resalta este comentario: «Usted se levanta por la mañana y se hace un paseo por las distintas emisoras de radio, ve los programas matinales, ve las televisiones, y ya para acabar el día, echa un vistazo a alguno de los programas de entretenimiento que hay, y verá la desproporción entre las visiones conservadoras o ultraconservadoras que se dan de los debates públicos respecto a las progresistas». Tiene razón. Pero me llama la atención ese ultraconservadoras, palabra que, en su momento, empezó a utilizar Albert Rivera como una manera de marcar distancias con Vox de manera suave, amable: ultraconservador no suena tan duro como ultraderechista. Suena, no a intolerable partícipe de un proyecto de odio y violencia, sino a algo así como una persona un poco más chapada a la antigua de lo normal; alguien con quien no simpatizar, pero a quien ver con benevolencia.

*

Luis Ordóñez: «Ninguna sorpresa en que el de Wagner empezara con los catering: probablemente el destino de la patronal de la hostelería española también sea formar escuadrones de la muerte».


Domingo, 25/6/2023. Xan López: «Un doble pensamiento pesimista, o al menos cauteloso: donde fracasa un impulso progresista fuerte muchas veces se instaura un dominio conservador duradero; donde se resquebraja el control del Estado florecen mafias militarizadas reaccionarias. Parece haber pocas excepciones».

*

Rescata Íñigo Lomana una cita genial de Martin Amis en Experiencia, un libro de 2001: «No es que en el futuro todo el mundo vaya a ser famoso un cuarto de hora: en el futuro todo el mundo será famoso todo el tiempo —pero solo en su propia mente—. Será un remedo de fama, una fama “de karaoke”. Pero en algo será idéntica a la genuina: en que será mala para la cabeza».

*

Ayer volví a ver La herencia del viento, la película de Spencer Tracy sobre el Juicio de Scopes de 1925 contra un profesor que enseñaba el evolucionismo de Darwin, que me pareció buenísima la primera vez, hace un montón de años. Ahora me ha parecido más bien mala. Lo que recordaba como un guión excelso, con grandes alegatos judiciales, me ha resultado ahora una mera concatenación de chascarrillos, no especialmente brillantes. Qué arriesgadas son las revisitaciones…

*

Descubro por Jorge Tamames que, en Rusia, existe una divertida teoría sobre la alternancia de hombres peludos y calvos o con poco pelo al frente del país, desde los tiempos de los zares, y atravesando los de la Unión Soviética. Lo cierto es que se ha cumplido siempre. Nicolás II era peludo; Lenin, calvo; Stalin, peludo; Jrushchov, calvo; Brézhnev, muy peludo; Andrópov, calvo; Chernenko, peludo; Gorbachov, calvo; Yeltsin, peludo; Putin, un hombre con poco pelo. Dice Jorge: «Si trabajase en el FSB no estaría preocupado con Prigozhin [calvo], sino con Kadírov [peludo]».

*

Tres fuerzas de ultraderecha entran en el Parlamento de Grecia de resultas de la reciente repetición electoral. Cada una con un acento diferente: una antiinmigración (Spartiátes), otra ultranacionalista (EL) y otra ultrarreligiosa (Niki). Los nazis del futuro nos dejarán elegir la fragancia del Zyklon B con el que nos maten…

*

Dice Javier Igea que «el que piensa que los adolescentes están deseando llevar la contraria a la autoridad y como la autoridad es progre se hacen de Vox, ni conoce la escuela realmente existente, ni a los adolescentes, ni tiene hijos en esa etapa ni se acuerda de la suya propia». Yo, de mis años de colegio e instituto, recuerdo —no de mí mismo, sino en general— la paradoja de que la pulsión de contrariar a la autoridad era compatible con la de reforzarla; con la de rebasarla en dureza. Y una anécdota elocuente en este sentido. Nos preguntaron, en un taller sobre basura y reciclaje, qué haríamos para castigar comportamientos incívicos, y los profesores se sorprendieron de lo duras, violentas incluso, que eran nuestras propuestas: ¿cómo se compadecía esa vena autoritaria con lo desobedientes y revoltosos que éramos?

*

Gonzalo Torné: «Como votante timorato de izquierdas mi única aspiración política es reducir el sufrimiento de la mayor cantidad posible de personas». Amén.


Lunes, 26/6/2023. Jorge Moruno: «No me interesa si un presidente llora por las noches, ni quiero que se presente vulnerable; no soy su amigo, ni su pareja. Al contrario, en medio de una pandemia, quiero que su persona (máscara) transmita confianza y seguridad, no que se abra para mostrarnos “cómo se siente”».

*

En El País, la enésima columna de Ana Iris Simón sobre la maternidad. Decimos de los todólogos, pero qué pereza los unicólogos, esos columnistas de una sola columna, con sus mil y una maneras de soltar semanalmente y durante años la misma diatriba, o de llevar no importa qué agua que en la Tierra llueva al mismo molino minúsculo.

*

Los absolutistas presentes en las Cortes de Cádiz eran gente sensata y práctica. Leo en Religión, Rey y Patria: los orígenes contrarrevolucionarios de la España contemporánea, 1793-1840, de Pedro Rújula, que

«El proceso electoral de 1813 puso de manifiesto la reacción de notables de diversa procedencia —clero, administración, nobleza…— que participaban del poder antes de la guerra y estaban dispuestos a recuperarlo. Sociológicamente estaban vinculados al Antiguo Régimen, por cultura, prácticas e intereses,, sin embargo, no tardaron en identificar el espacio político de las Cortes como una plataforma de poder que debía ocuparse, tanto para impedir que los liberales siguieran operando desde ella, como para, llegado el caso, desmantelar eficazmente el régimen desde dentro».

Pero eran también gente poco amiga de trabajar. Lo de la reacción y la holgazanería es viejo:

«La actividad parlamentaria de 44 de los diputados persas puede calificarse de nula o muy escasa. Si a ellos sumamos los que intervinieron escasamente sumarían 61. Solo de 3 puede decirse que tuvieran una notable actividad y en 5 casos su presencia en las sesiones es considerada como muy activa. Hubo quien, como el canónigo penitenciario de la catedral de Orihuela, José Miralles, solo intervendría una vez en toda su experiencia parlamentaria, y lo hizo para proponer, en el contexto del regreso de Fernando VII, que “en cuantas partes se escriba o miente su augusto nombre se le llame Fernando el Aclamado”. No habló más o, por lo menos, las actas no lo registraron».

La época también tenía sus progres pardillos:

«A la luz de los hechos, sorprende el ingenuo comportamiento de las instituciones que no se protegieron a tiempo de los planes de restauración que inspiraba desde hacía tiempo la acción de los sectores realistas. Decía el poeta Quintana, presente en Madrid los días inmediatos al golpe, que venía “a los cabos del partido liberal, habituados a los fáciles triunfos que en las Cortes obtenían sus talentos y su elocuencia, no preparar nada para defender su obra; creer que bastaba haberla hecho para que se sostuviese; prescindir de todo manejo, de toda gestión, de toda resistencia al ataque terrible y mortal que se les preparaba; y seguir procediendo con un candor y una buena fe que los filósofos tal vez caracterizarán de virtud, pero que los políticos a boca llena llamarán ilusión y simpleza”».

Está todo inventado…

El runrún interior (109)


La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es lnuevodr-1024x682.jpg

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

2 comments on “El runrún interior (108)

  1. Pingback: El runrún interior (107) – El Cuaderno

  2. Pingback: El runrún interior (109) – El Cuaderno

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: