Poéticas

Los primeros del XXI

Álvaro Valverde reseña una antología de diecisiete jóvenes poetas asturianos, compilada por Miguel Munárriz y recién publicada por Luna de Abajo.

/ una reseña de Álvaro Valverde /

Aunque nacidos a finales del siglo XX, los poetas seleccionados por Miguel Munárriz para formar parte de Los últimos del XX: antología de poesía (1980-1997) deberían ser calificados, en rigor, como los primeros del XXI, que es, por cierto, el título de su prólogo. Porque es en este siglo donde han cobrado forma, a partir de la publicación de sus respectivas óperas primas o tan sólo de sus versos iniciales, pues no todos han llegado a ver ya editada su primera entrega. 

Aunque Munárriz no lo indica en la cubierta, todos los poetas de su florilegio son asturianos. Por lo mismo, todos son españoles, de ahí que se les incluya en antologías nacionales como Nacer en otro tiempo: antología de la joven poesía española. Y por la lengua que usan, salvo excepciones, del inmenso territorio de La Mancha, que tiene, como es bien sabido, al menos dos orillas. Más allá, a la poesía le importa poco la procedencia de sus practicantes (o su género), si bien uno ha venido defendiendo que algo (o mucho) del paisaje y del paisanaje de un determinado lugar, de su cultura tradicional, se acaba fijando en nuestra manera de decir. De ahí al absurdo nacionalista media un abismo de sentido común que sólo los iluminados traspasan.

En sentido laxo, por el mero azar del sitio en el que uno ha nacido o ha estudiado el bachillerato (por decirlo con Max Aub), no es ningún disparate adjetivar la poesía y por eso hablamos de poesía extremeña o canaria sin rubor, y hasta de mexicana o argentina, a sabiendas de que sí pero no, pues la lengua común que empleamos está muy por encima de esa engañosa terminología geográfica. Así y todo, se puede afirmar que la poesía escrita por asturianos a lo largo del siglo XX y lo que va, y de qué manera, del XXI, es ejemplar y en ella descuellan algunos nombre señeros. Uno de ellos es mencionado por la inmensa mayoría de los nominados. Me refiero a Ángel González. En su introducción, «Los novísimos del XXI», Munárriz lo cita. Para los promotores de Luna de abajo (más que una editorial), «un nombre que se confunde con nuestros sueños y nuestras biografías», «bandera» de la poesía de la experiencia que aquellos tomaron, igual que casi todos estos, como modelo. Luego enumera a algunos de los poetas de esa estela. Entre los más conocidos (y ortodoxos), Víctor Botas, José Luis García Martín (que pasaría también por «poeta extremeño»), Fernando BeltránJavier Almuzara o José Luis Piquero.

Que otro mencionado a menudo sea García Martín, impulsor de tertulias y otras empresas literarias y editoriales del Principado, es determinante a la hora de señalar a la poesía figurativa como eje de las poéticas de no pocos de estos jóvenes que le tienen, además, por descubridor y maestro. ¿Y quiénes son, digámoslo ya, los poetas del momento incluidos en la muestra? Pues, en orden cronológico, Sergio C. Fanjul (1980), Pablo Núñez (1980), Fruela Fernández (1982), Carlos Iglesias (1983), Rodrigo Olay (1989), Ruth Llana (1990), Sara A. Palicio (1991), Mario Vega (1992), Miguel Floriano (1992), Lorenzo Roal (1992), Xaime Martínez (1993), Candela de las Heras (1994), Dalia Alonso (1996), Óscar Díaz (1997) y Rocío Acebal (1997). Aunque la comparación con los del Club del 27 sea desproporcionada (cuando menos todavía), Munárriz anota que la mayoría son profesores de literatura. 

Cada poeta (del que se incorpora un retrato fotográfico que da prestancia y belleza al volumen) responde a un interesante cuestionario que consta de siete puntos y que contribuye a sustanciar la compilación. El primero pregunta por la definición de poesía. Los demás se interesan por las primeras lecturas y los primeros pasos poéticos, por el sentimiento de pertenencia a un lugar y a una generación (hijos de la Asturias de la reconversión), sobre lo que han aprendido de la poesía y cuál sería su poética. Por último, se solicita una breve biobibliografía. A la fuerza, cabe añadir, si tenemos en cuenta sus edades. 

Tras algunas elucubraciones líricas que llevan al antólogo de NabokovPercy B. Shelley pasando por Dámaso Alonso y algunos de los elegidos, aquel concluye: «Todos los autores de esta Antología son hijos de su tiempo. Son modernos en el sentido en que Hermann Bahr deseaba como el único deber en la vida; pero ser moderno no es otra cosa que ser actual y contemporáneo. Y todos estos poetas de fin de siglo lo son». Mientras leía, según costumbre, he ido tomando notas acerca de cada poeta. Vamos, de la lectura de sus poemas (algunos inéditos) y de los cuestionarios. Confieso que siempre me ha molestado que en las reseñas de las antologías se hable de unos y no de otros. A riesgo de resultar pesado, mencionaré a los quince.

Por seguir el orden, Sergio C. Fanjul, el mayor, uno de los más atrevidos y con más sentido del humor, moderno a ultranza, provocador y desenfadado, destaca que «más que interesarme la poesía, me interesa lo poético». Y que «su utilidad, más allá del placer íntimo, es nula». Defiende —una norma general— los premios (no pocos proceden del Asturias Joven). Entre sus poemas, destacaría «El desencanto»: «nunca lució/ el sol aquella década». En «Manifiesto freelance» leemos: «Nos importa una mierda el futuro». ¿Su peligro? La ocurrencia, porque inventiva tiene a raudales. 

Más templado, Pablo Núñez cree que la poesía es idea más emoción. Forma parte del equipo figurativo. Como tantos, destaca sus inicios en la tertulia Óliver, de JLGM. Es uno de los coordinadores de la revista Anáfora, que está en el centro de la pujante poesía asturiana (y española) del momento, y, con Carlos Iglesias (otro del grupo), editor de Siete mundos: selección de nueva poesía, antología de poesía asturiana joven. No es la única: Maremágnum ediciones (otro reciente proyecto made in Asturias) publicó Mucho por venir: muestra consultada de poesía asturiana (2008–2017), donde ya estaban algunos de estos poetas. Remito al lector curioso a las reseñas que hice de sus dos libros publicados, Lo que dejan los díasTus pasos en la niebla

Fruela Fernández anota que «la poesía no es, la poesía hace». Apuesta por el humor. Y por el «potencial de la tradición popular» (basta con leer su libro Folk). ¿En sintonía con la poesía de Juan Carlos Reche? Entiende la escritura como «ejercicio espiritual» (en la línea de Hadot): «una forma de ejercer y de dar forma a la propia moral», algo que se aprecia en los poemas inéditos.

Carlos Iglesias cita a Leonard Cohen (Premio Príncipe de Asturias) y, como tantos del conjunto, a Luis García Montero. También a cantautores, lo que le une a poetas de una generación anterior: la de los ochenta. «Sigo leyendo y escribiendo poesía para encontrar mi propia forma de estar en la vida». La suya se caracteriza por la desnudez, el despojamiento y la transparencia. Muy minimalista, oriental y silenciaria en los últimos tiempos. Ha reunido su primera poesía en El peso del silencio. Su ópera prima se tituló El niño de arena.

Rodrigo Olay acaba de conseguir, con su tercer libro, un accésit del Adonais. Es el prototipo del poeta–profesor, este sí, en sintonía con los del 27. Reconoce que siempre se ha sentido atraído por esa figura. Bueno, él dice doctus poeta, y es que se nota esa condición didáctica y docente. En las respuestas al cuestionario, por ejemplo, en una amplitud llamativa. Por precisión que no quede, ya digo. Para definir la poesía echa mano de Wordsworth, Coleridge, Auden u Ory, y recalca la importancia de las «lecturas de formación» hasta el punto de defender, sin empacho, que «quienes saben de poesía son más los filólogos que los poetas». Sus «eruditerías» sorprenden. Sin embargo, destaca el nombre de Blas de Otero y no el de Jorge Guillén. Otra predilección confesa: «las líneas figurativas», las «corrientes realistas». Este es más que un poeta que promete. En los inéditos leemos: «Y es dulce conmorir con quien se ama».

Ruth Llana es todo lo contrario en lo que a parquedad se refiere. Aludo al cuestionario. Colmado, ya que lo menciono, de nombres de autores y teóricos que, en su mayor parte, desconozco. Reside en Estados Unidos y su poesía (en prosa) es compleja y de peculiar sintaxis. Tampoco en esto se parece a Olay. Sí, el lenguaje es primordial allí. Fragmentación, collage… Y feminismo, otra de las claves generacionales.

Sara A. Palicio se extiende bastante a la hora de responder a las cuestiones planteadas por Munárriz. «Poesía —dice— es poner la vida contra las cuerdas». Prefieres centrarse en el verso, en el poema: «La realidad también vive en el poema». «Todo lo que tiene lugar en el poema tiene lugar. Sucede. Existe. Es realidad». «La necesidad de definir la poesía fuera del verso» le resulta «más agobiante que clarificadora, hasta el punto de que se me parece a intentar explicar los matices cromáticos sin utilizar el concepto de color». Llega a la poesía de la mano de los poetas ochenteros que, a su vez, la ponen en comunicación (otra constante) con sus maestros: los del 50, aunque no falten novísimos en el top de los más citados, como Luis Alberto de Cuenca o Eloy Sánchez Rosillo. Da mucha importancia a la imagen. Dice compartir con sus compañeros de aventura un «contexto» Poco más. Eso y el Asturias Joven y los encuentros veraniegos de Valdediós. Que todo lo aprendido de la poesía se resuma en un verso (digno) de Luna Miguel me confunde. En cada poema, tres elementos: «dolor, palabra, silencio». Dice: «Llevo atada al cuello la poesía. Me abraza pero también me ahoga».

Mario Vega, muy práctico, dice que lo que importa «es hacer buena poesía» y que haya un lector. «Siempre he entendido la poesía como un diálogo con el pasado». Cita a González y a Benedetti. A Gil de Biedma y a Fernando Ortiz. Se confiesa «profundamente crítico» en el «momento de la confección» del poema, pero «absolutamente acrítico con el poema acabado». Con sensatez, «busco escribir aquello que me gustaría leer, y para ello necesito cierta distancia». Y que le gustan sus poemas pero que detesta hablar de ellos. Por suerte, se defienden solos. «¡Aleluya!» y «Regreso», pongo por caso, dos inéditos me han gustado mucho.

Miguel Floriano, uno de los más inquietos personajes que conozco y promotor, ya se dijo, de la antología Nacer en otro tiempo (que editó junto a Antonio Rivero Machina), afirma que la poesía tiene «el color del misterio». Empezó leyendo novelas de aventuras y policiacas. Reivindica la «poesía de ideas» y, como en todos los jóvenes, su lista de lecturas es apabullante. Ningún autor le es ajeno. O casi. Está en contra de los «canónigos de la literatura». «Escribir poemas —anota— supone al fin y al cabo una nueva epistemología, la organización de un saber repentino […] en un discurso que no es proporcional, que no afirma ni niega nada». Luego añade: «Ignoro lo que la poesía es, pero sucede que ese desconocimiento recoge la génesis y el fundamento de la escritura». Cree, con Foucault, que «se escriben poemas para llegar a saber qué son los poemas». Tiene una buena relación con el espíritu. De sus inéditos, me quedo con «His last bow» (que termina: «No será tu placer el de la melancolía») y con «(Gnoseología)», en torno a la identidad, donde encontramos al más genuino Floriano.

Lorenzo Roal lo primero que dice es que no cree «que la poesía sea un misterio». Y añade: «Mucho más interesante me parece hablar sobre qué es buena poesía o para qué es buena la poesía». «Es la expresión máxima del ser humano», asevera. De sus primeros encuentros con ella: «serendipia pura». Como otros compañeros de viaje, la poesía de la experiencia (50+80) es su eje. Define a García Martín como «catalizador de la poesía de Asturias desde hace ya medio siglo». Es uno de los promotores de Maremágnum (como Rocío Acebal y el citado Vega) y activista LGTB. Para él, un poema es la «máxima expresión lírica con las mínimas palabras posibles». Pretende traer a la poesía de la experiencia, «esa tradición heredada», «la perspectiva queer». Como otros miembros de esta antología, tiene publicado un cuaderno en la gijonesa Heracles y Nosotros. No ha publicado todavía su primer libro. Me han gustado sus poemas «Epigrama a un Góngora actual» y «Post Data».

Xaime Martínez es uno de los poetas más reconocidos del florilegio. Con su libro Cuerpos perdidos en las morgues logró el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández en 2019. Con Fuego cruzado, había conseguido también el Antonio Carvajal de poesía joven: de ahí que aparezca su nombre en varias antologías de poesía española (y asturiana) reciente. Es músico, además. Piensa que la poesía es «pensar desde el ritmo (¡no hacia el ritmo!)». Se confiesa tan influenciado por los cantautores como por Anne Carson (de la que aprende acerca de la «narratividad del texto poético»). Prefiere no redactar una poética: «es un tigre muerto en una selva imaginaria». No deja de resultar llamativo que se haya decantando por la escritura en asturiano. Hay dos poemas en su selección que nos desvelan el nuevo camino.

Candela de las Heras, nació en la ciudad asturiana (aunque esté fuera del mapa autonómico) de Benidorm. Lo digo porque puede que sea el destino turístico preferido por nuestros queridos norteños. Para ella, «la poesía es una imagen, un espacio personal que mira hacia dentro y hacia fuera», «un refugio de coordenadas fijas en un mapa». En sus orígenes, María Victoria Atencia y Blanca Varela. Y entre sus influencias poéticas, la música y el cine, un rasgo generacional. Insiste en la cuestión del género: «Es importante, como mujer que escribe, situarse dentro de una tradición oculta, invisible para el canon». Aunque no comparto la última parte de la frase, respeto su opinión. «Deseo una poesía telúrica, carnal, devuelta a la mística de sus orígenes», escribe. Concibe la poesía como «un elemento capaz de arrojar luz», que me parece una preciosa descripción. «Como un descubrimiento». Es codirectora de Anáfora. De sus poemas, me atrae su aire epigramático. «El único misterio es lo mundano/ poseyendo cada centímetro,/ cada milímetro de nuestro cuerpo», leemos. Aporta muchos inéditos y homenajea a Emily Dickinson, lo que siempre alegra.

Para Dalia Alonso, la poesía es «una forma de ordenar un mundo que me resulta, como poco, abrumador». Pesa en su poesía la griega clásica, pero no le hace ascos a Cavafis. Antes, Safo, Homero y los trágicos. De la lírica destaca su «delicadeza». «Orfebrería y brillantes. Romanticismo», escribe en su poética. Cita a Aurora Luque (imposible obviarla si tenemos en cuenta sus preferencias). Me llama la atención su lenguaje, como de otra época.

Óscar Díaz no es el único que cita a san Agustín, «la celebrada contestación que dio […] sobre qué era el tiempo, mutatis mutandis: ¿qué es, pues, la poesía? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé». Su historial de lecturas, periodo a periodo de su vida, es a-pa-bu-llan-te. ¡Quién dijo Mallarmé! Qué método. No es extraño que sus maestros sean muchos y de lo más variado. Que su formación sea filosófica explica algunas cosas. Sí, se considera «constante». Y sin «ansiedad al trabajo». Presume de su «obsesión por maximizar el tiempo». A los cuatro años le dictó un cuento a su tía. Como es lógico, a los diecisiete ganó el Premio Félix Grande, aunque el libro lo había escrito con catorce. «Quiero que me llamen recolector», reza en su poética. Como a Dioscórides o Diógenes, matiza. Es el autor de un libro que me impresionó cuando lo leí: En el principio era América. Y de El sentir: poemillas del ahora. La filosofía, ya se insinuó, tiene una gran importancia en sus poemas.

Rocío Acebal, a pesar de su edad, es también de sobra conocida para los lectores habituales de poesía. Con Hijos de la bonanza se alzó con el Premio Hiperión. Ya había publicado Memorias del mar. Poesía es, para ella, la «búsqueda de la palabra precisa». En el principio González y Gil de Biedma. Luego fueron llegando más: la bilbaína Figuera Aymerich, la norteamericana Dickinson, el ovetense Botas, el madrileño Luis Alberto de Cuenca… Defiende el uso de la ironía. El manejo de la palabra con «precisión y astucia». Otra definición de poesía: «una forma de diálogo». «Lo más enriquecedor posible». Concreta: «el poema solo es tal para mí, cuando puede ser comprendido». Se considera una ávida lectora. No publica en la muestra ningún poema inédito. Algunos podrán leerse pronto en la revista Suroeste.

Termino. Con una paráfrasis bíblica que tiene mucho que ver con la labor desarrollada por el profesor, poeta y crítico José Luis García Martín: quien siembra lectura, cosecha poesía. Y de la buena, que es lo que importa. Como lector —no sé si tan voraz como la benjamina Acebal—, me congratulo por esta exhibición de joven talento poético. Con sus luces, sobre todo, pero también con sus sombras. Ya lo dijo el sabio Steiner: «Hay errores que se deben cometer en la imprudencia de los comienzos». En todo caso, como ha dicho Juan Bonilla en su memorable poema «Los poetas malditos», estos jóvenes «vallejean, gildebiedman, gamonedan» y uno, como él, les envidia por su «ciega confianza en que escribir/ es un modo de engrandecer la vida// la confianza ciega en que vivir / no es nada/ si luego no nos sirve/ para caer de bruces/ en un poema».


Antología de la antología

Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980)

Cursillo de origami

cada vez que te veo pienso en papiroflexia

te doblas sobre ti misma
y vuelves convertida en otra cosa
pájaro, mar, residuo radiactivo,
terremoto, pétalo que muerde,
sangriento mousse de leche

consulto mi sismógrafo:
por ejemplo, ahora estás furiosa
pero ahora, en cambio,
te acercas y me coges de la mano
con la fuerza justa

para dar muerte a un gorrión

(De Inventario de invertebrados)

Pablo Núñez (Langreo, 1980)

Lecciones

No saben más que tú. No hagas ni caso.
Esos que quieren dar siempre lecciones,
que aseguran que vas
haciéndote mayor para ser padre,
que es imparable el tiempo,
que obrar como ellos dicen justifica
una vida; los mismos, tan estrictos,
saben que a veces tardan en conciliar el sueño,
preguntándose qué hacer
y arrepintiéndose de tantas cosas.
Solo quien te escucha y duda
tiene algo valioso que decirte.
Así que ya lo sabes: tú, ni caso,
equivócate solo,
haz lo que Dios te dé a entender,
y empieza, por ejemplo,
por olvidar sin más estos consejos.

Fruela Fernández (Langreo, 1982)

Este cuerpo que arranca yerba
también morirá

Lo ve en los cachorros dormidos hacia el Este
las naranjas que se encogen marrones
el jacinto que desborda la verja

No dará el calor de la leña que gasta
—la lenta, la de encina—
sino más ceniza que el papel donde escribe

El sol no le hace ascos,
tan bendito,
cuando mueve su olor por los parterres

El mundo es la perla del ojo
o el ojo
es toda la perla,
pregunta

El que cava aún no yace
y él cava
y cava

Pero las demasiadas estrellas
seguirán estirando su manta
cuando ya no le sirva

(Inédito)

Carlos Iglesias (Oviedo, 1983)

Tercer aniversario

in memoriam Regina Suárez Fernández (1928-2017)

Tu recuerdo otorga peso
a todo aquello que aún vibra
más allá del aire:

la estremecida nana
de los camiones en la noche,

el secreto dulzor de la saliva
al morder una cereza,

tu voz desgranando el eco
de los vivos y los muertos,
como quien eleva al cielo
una plegaria o un rezo;

mi infancia que hoy perdura,
cobijada entre tus brazos,
desafiando al tiempo.

(Inédito)

Rodrigo Olay (Noreña, 1989)

La víspera

La respiración lenta,
tan densa como el miedo, tan profunda.
Las vendas que escondían su mano, su antebrazo.
El gesto rígido.
La frente enfebrecida.
La silla de mi madre junto al lecho.
La habitación en sombra.

Lúcida como la desesperanza,
mi madre, muy despacio, la besa en la mejilla.

-Esta tarde comprad camisas blancas.

(De La víspera)

Ruth Llana (Asturias, 1990)

Καθηγητής Οικονομικών

Las dos igual en una simetría infeliz en paralelismo crucificado; ves y no ves su gesto su demolición, su paradigma quieto de cosa tenue de cosa desmedida. Ves y no ves tus tres marcas gesto de caín ropa de caín, tu amoratada. Tu príncipe ves y no ves tu mujer tu hermana no ves y ves, en el desmesuramiento filtración a través de las palmas porque palmas hacia arriba palmas hacia abajo, palmas gesto acércate sin miedo. El dorso de la mano sin embargo, el dorso de la mano, donde la calcinada donde el ruido atroz la marca en la piel los gestos de caín los cabellos de caín tu enfantasmada. Con quien tengas hijos te deje embarazada heredará ojos que vengan ojos que vienen hacia aquí en la ternura de la bisagra por el elemento que traspasa el agua corre y el pájaro canta

(De Umbral, 2017)

Sara A. Palicio (Langreo, 1991)

Poema de Sofía surcando los años

Y siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso. 

José Agustín Goytisolo

A través del tiempo me esperas, 
Sofía, 
cuando todo lo que tienes por cuerpo 
es ese nombre que tantas veces oirás 
de tantas bocas y yo pienso en ti 
y en lo que aún no somos 
capaces de imaginarnos porque estás 
surcando los años. Pero es preciso 
que sepas que escribimos la historia 
del tiempo que viviste sin saberlo 
para que seas la primera 
en llegar antes a su propio mundo. 
Aquí casi todas las mañanas amanece 
—aprenderás pronto a encontrar lo cotidiano— 
y debajo de los años se dejan ver algunos días. 
La luz va creando poco a poco las cosas 
para después deshacerlas. Mientras, 
del balanceo de las horas nace el tiempo. 
Fuera de tus ojos el mundo se multiplica: 
muchos infinitos hacen un universo. 
O algo así me han contado. 
Nunca se puede ser más pequeño 
que cuando aún no se ha nacido. 
Son cosas que sabemos con el tiempo. 
Olvidaba decirte que la vida 
a partir de ahora dispone: 
nunca podrás ser más pequeña que este poema.

 (De Las costumbres vacías, 2015)

Mario Vega (Oviedo, 1992)

Epitafio de un poeta

Tantas veces pisé las tierras brumas
y atravesé las apretadas mieses,
los ateridos mares
y la remota arena del desierto.
En tantas ocasiones dije arder
al otro lado del espejo, tantas
hice de la palabra mi mortaja
volviendo del abismo
para así relatar viejas historias
de tiempos por venir.
Tantas veces probé en la veloz noche
el placer de su búsqueda
—o quizá fuera ella en busca mía—.
Tantas veces charlamos junto al fuego
que creí comprenderla.

Ahora vuelvo a entrar
en su austero palacio.

Nada de esto resulta conocido.

(De La mala conciencia)

Miguel Floriano (Oviedo, 1992)

Debilidad del método

Aún sin la presencia de la luz
que redima los días indistintos,
pongo obstinadamente
rumbo al pensamiento,
único no-lugar
donde de nuevo me prefieres, Diana ingenua
por los mentidos bosques de la fantasía.

Cualquiera te diría que no es este el camino.
Ficción sobre sí misma proyectada,
a saber: el poema,
el vicio de creer o de vivir los nombres.
Desconozco el engaño. Solamente
recojo todo aquello que no existe
y le entrego una forma que el tiempo no castigue.
Habiéndote perdido soy el Otro.
Habiéndote perdido soy el mismo.
Nuestros cuerpos y su historia
—historia de piel sabia, de actos vivos—,
herida a cada hora más pequeña y dócil
y que ya no podré abrir otra vez.

No amanece aún ni lo hará nunca
en este no-lugar
donde de nuevo me prefieres, Diana ingenua
por los mentidos bosques de la fantasía.
Cualquiera te diría que no es este el camino.
Digo todo pero es nunca.
Así para olvidar otro mundo nos cedo,
la materia y la envidia.

(De La materia y la envidia)

Lorenzo Roal (Oviedo, 1992)

El Arte

Invierno y en la cama, los dos juntos
llevábamos mirándonos
unos cinco minutos intentando
descubrir los detalles que la luz de la lámpara
tímida dibujaba en nuestros rostros.
Y entonces se me vino a la cabeza
escribirte unos versos.

Golpeteo mis dedos en tu espalda
un nuevo endecasílabo.
Me miras y mi cara se ilumina,
me levanto y comprendes
—el aire congelado golpea nuestros cuerpos—
y al fin encuentro el lápiz y el papel
Te miro.

—Qué es el Arte?
Y tú en tono jocoso me respondes:
—El Arte es cuando el frío te acuchilla
y en lugar de ponerte algo de abrigo
decides expresar lo duro de la Vida
en verso o en canción o con pintura
—los dedos ateridos, el cuerpo tiritando—
y Aquí: otro poema.

Xaime Martínez (Oviedo, 1993)

El cuchillo

En la breve veintena que he vivido
no hice nada en verdad muy reseñable.
Soñé un par de poemas y lo amable
que ellas tienen lo amé con fiel descuido.

Tiré si tuve tiro y tirité
si amor me quiso títere en su juego.
Quise saltar la hoguera y solo he
traído leña nueva al viejo fuego.

No sé si en este oscuro barroquismo
habrá alguna verdad, pero sí intuyo
que encontraré el cuchillo del que huyo

oculto en mis poemas y en mí mismo
y que habré de rendirme al postrer día
y decir lo que hoy calla la ironía.

(De Fuego cruzado)

Candela de las Heras (Alicante, 1994)

Little Girl Blue

A C.

Te vi crecer, aunque no te conocía.
Vi tus andares frustrados, tus pies arrastrándose por
la gravilla.
si bien es verdad que jamás me fijé en ellos.
Pasaban desapercibidos, al igual que es imperceptible
la huella del paso del tiempo en aquello
que vemos todos los días.
La mimosa, los ladrillos rojos, el asfalto tan duro,
la valla verde, el prado inmenso,
el perro guardián, las ovejas cautivas,
los higos heridos de muerte en el patio del colegio.
Todos ellos, como yo, te vieron crecer,
sin darse cuenta de que muy pronto querrías morir.

Me daban miedo.
No sabía por qué, jamás pude preguntármelo.
Y es que los juicios de los infantes son a primera vista,
pero duran siempre y
ni la redención de la muerte es capaz de cambiarlos.
Sin embargo, no tienes poir qué preocuparte.
¿Qué suerte la tuya?
Como le sucedió a tu adorada Janis,
alguien ha hablado de ti sin conocerte.

(De La senda recorrida)

Dalia Alonso (Gijón, 1996)

Poética

Si entonces lo hubiera sabido −

«Los dioses solo otorgan una noche
y un himno de nostalgia por esa única noche.» Aurora Luque

que aquellas manos sin valor
serían más tarde el fruto que Tántalo una y otra vez intenta alcanzar,
que a cada hora resucitaría en mi cuerpo la cuerda frotada de su cuerpo.

Deliciosos son
los primeros acordes del deseo y las tentativas originales
de un eros agraz.

El barquero pone un alto precio, pero todos consentimos pagarlo: por conjurar sobre el poema
el perfume denso del primer amor, todos los demás afectos.

(Del libro inédito La Divina)

Óscar Díaz (Langreo, 1997)

Del regalo de la escritura

Hay quien su oficio halla en falsificar
y asiste a una reunión donde resulta decisivo
su mundo, colocad un anillo y retiradlo
al fuego de los días.

El mar no significa nada
después de descubrirlo
y, sin embargo, dura;

no, tampoco aquella montaña
significa nada
y, sin embargo, dura.

Que no cambien las cosas que aparecen
si de aquí he de extraer algún motivo
para escribir ya sin las cosas,

pensar, así, ya sin las cosas
acogido por una ciencia joven
la ciencia de las cosas que se abstienen,
la ciencia de las cosas que campan a sus anchas.

(De En el principio era América)

Rocío Acebal Doval (Oviedo, 1997)

Hijos de la bonanza

Mi infancia son recuerdos de un piso a las afueras
y un huerto descuidado en la ventana;
mi juventud, veinte años de cuadernos de inglés.

Conseguirás —dijeron—
mucho más que tus padres y sus padres:
estudia cuatro años y tendrás un trabajo,
trabaja y vivirás siempre tranquila;
trabaja y serás digna de un futuro.
Asentí, como todos —hijos de la bonanza—.

No atendimos a aquel presentimiento
aquel olor a pólvora que asomaba en voz baja
como un eco de angustia a puertas de palacio.

De aquel país ajeno a las fronteras
solo guardo el recuerdo de la luz
y una aversión a la palabra patria.

(De Hijos de la bonanza)


Los últimos del XX. Antología de poesía (1980-1997) - Luna de Abajo,  editorial asturiana
Los últimos del XX: antología de poesía (1980-1997)
Luna de Abajo, 2021
244 páginas
19,90 €

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) es autor de libros de poesía como Las aguas detenidas, Una oculta razón (Premio Loewe), A debida distancia, Ensayando círculos, Mecánica terrestre, Desde fuera, Más allá, Tánger y El cuarto del siroco (los cinco últimos en la colección Nuevos Textos Sagrados, de Tusquets) o Plasencias (De la Luna Libros). Sus poemas están incluidos en numerosas antologías y han sido traducidos a distintos idiomas. También es autor de dos novelas: Las murallas del mundo y Alguien que no existe; un libro de artículos, El lector invisible, y otro de viajes, Lejos de aquí. La editorial La Isla de Siltolá publicó, en edición de Jordi Doce, la antología Un centro fugitivo; y la Editora Regional de Extremadura, Álvaro Valverde. Poemas (1985-2015), con dibujos de Esteban Navarro.

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